Prologo

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Narrador Omnisciente

La sangre corría por carretera mientras Emilia manejaba la moto sin límite por Moscú. Estaba herida de las costillas, brazos y piernas. La nariz sangraba sin parar. Sus ojos magenta estaban ardiendo de dolor. Sus nudillos estaban blancos hasta que eran visibles. Su respiración era entrecortada por el casto las sirenas de las policías rusas se escuchaban detrás de ella. La piel de porcelana le picaba de dolor y incomodidad.

«No debiste haber ido» «Era una trampa» Ella pensó mientras se culpaba una y otra vez el frío se adueña de su dolor haciéndolo peor, la nieve caía en sus heridas era como si le echaran sal a su quemadura. Ardía y quemaba. Sus lágrimas eran de sangre.

Era solo una simple cría que se había escapado de las jaulas. Quería hacer su vida desde cero pero en cualquier país o continente era buscada. La reconocían fácilmente por sus ojos magenta intensos y vivos como las llamas de Maléfica, de la bella durmiente, cuando se transformó en dragón. Su cabello negro ónix brillante y sedoso con esa visión metálica de morado brillante cuando se mueve.

Emilia era una especie de criatura única. Pero para todos ella era un monstruo maldito, la hija de lucifer, la maldición del hombre y mujer. Una flor marchita sin su Fotosíntesis.

¡No te escaparás!

¡Dispárenle!

Las voces rusas se escuchaban como un eco lejano. Emilia no aguantaba más esto. No quería esa vida que los Ferreti le crearon injustamente.

Flor de la Mafia. Ese título que ella carga con peso.

«Eres una perra» «Medícate como lo que eres» «Eres la maldición» Palabras que hacen eco que rompen su ego y pensamientos. Su cuerpo tiemblan mientras se escapa con lo poco que tiene de la policía rusa. La pondría meter a cadena perpetua para siempre o matarla.

Cuando en realidad su vida no era esa. Cuando sus recuerdos estaban muertos.
Cuando su espíritu fue herido y arrebatado.

Mientras sigue su camino lejos de esas luces rojas y azules mira sobre su muñeca una tatuaje rojo carmesí, o mejor dicho de sangre.

E.V.S.DA

Una punzada fuerte cae en ella como si su vida estuviera muerta por completo. Se queda paralizada por unos segundos solo mirando ese tatuaje. Las lágrimas de sangre manchan la muñeca y luego mira para adelante y seguir su escape.

Su visión empeora más mirando borroso, ella grita de dolor que casi pierde el equilibrio de la motocicleta. Su pulso es rápido que podría tener un ataque de pánico. Llega hacia el bosque oscuro y privado yendo por el camino oculto por arbustos y muros con espinas. Llegando a una casa de estilo de montaña. Una cabaña cómoda pero moderna con sus lujos. La pelinegra solo salta de la moto dejándola encendida mientras se arrastra por la tierra hasta la puerta con las últimas fuerzas toca el timbre.

Una colombiana castaña claro con un suéter azul cielo abre la puerta sus ojos hazel miran con horror a la de ojos amatista.

— ¡Emi! ¡Emi! Despierta... — Se agacha para levantarla — ¡Lionel ayúdame! Emilia está herida. — Grita hacia dentro mientras con sus brazos la levanta.

Emilia no pesaba nada. No comía bien aveces duraba días donde solo teñí su piel pálida y su estómago vacío sin alimentos para estar bien de salud.

El rubio aparece quien apenas había salido de la ducha y sus ojos zafiro frías miran con tristeza y protección a Emilia.

— Muñeca... — Susurra grave mientras saca un botiquín. — Ponla en el sofá, Antonella. Tenemos que curarla y que no caiga en un coma si es posible.

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