Bakugo Katsuki - Sad & Fluff

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2:37 a. m. Bakugo giró la cabeza hacia la pantalla, con el ceño fruncido. Había pasado las últimas tres horas en la misma posición, tirado en la cama king-size, con las luces apagadas, mirando el techo mientras la ciudad dormía a sus pies. Desde el ventanal que cubría toda la pared de la habitación, podía ver el resplandor de las luces neón que atravesaban las gruesas cortinas, un contraste entre el caos de la ciudad y el vacío que tenía dentro.

El teléfono descansaba sobre la mesa, a unos centímetros del reloj, pero para él estaba a kilómetros. La pantalla estaba apagada, pero el peso de la posibilidad era aplastante. Lo había mirado al menos cinco veces en las últimas horas, abriendo tu contacto, escribiendo mensajes que terminaba por borrar.

-¿Qué cojones estás haciendo, Bakugo?-Pensó, pasándose una mano por su pelo.

En teoría, lo tenía todo un departamento de lujo, una carrera como héroe en la cima, una vida que muchos envidiarían. Pero nada de eso llenaba el vacío que tú habías dejado. Intentó ignorarlo al principio convenciéndose de que el problema era pasajero, que bastaba con distraerse. Había salido con otras mujeres con las que ni siquiera lograba una erección.

La cama en la que estaba, tan grande y tan cara, se sentía más vacía que nunca. Soltó un gruñido frustrado y se sentó al borde inclinándose hacia adelante con los codos apoyados en las rodillas. Miró sus propias manos, habían tocado y explorado todo tu cuerpo, recordaban el calor de tu piel con una precisión que no lo dejaba en paz.

—Joder... —murmuró, poniéndose de pie

Caminó hasta la cristalera, apartando ligeramente las cortinas para observar la ciudad iluminada. Desde aquí, todo parecía insignificante. La gente, los coches, las luces... Nada importaba si no estabas tú, durmiendo en esa cama, recién salida de le ducha o discutiendo... Cualquier cosa era válida, solo quería tu voz una vez más,

-No va a responder. Lo sabes, imbécil- La voz en su cabeza sonaba como la suya, pero más cruel.-No después de haber sido un gilipollas la última vez

La última vez. Sus manos se cerraron en puños al recordarlo. Te había dicho cosas que ni siquiera creía, palabras lanzadas con rabia y orgullo herido. Pero el peor error había sido no detenerte cuando te diste la vuelta para irte. Había querido correr tras de ti, sujetarte, pedirte que te quedaras, pero el maldito orgullo siempre fue más fuerte.

Desde entonces, te habías convertido en un fantasma que lo perseguía. Estabas en cada rincón de su mente, en cada canción que sonaba en la radio. Pero era inútil intentar olvidarte, y ni siquiera pensó en sustituírte. No había nadie como tú. Y lo sabía.

Con un suspiro pesado, volvió a la cama. Tomó el teléfono, encendiéndolo y desbloqueándolo casi sin pensarlo. Tu contacto estaba ahí, al alcance de su dedo.

-¿Qué le digo?-murmuró para sí mismo. Sus dedos comenzaron a escribir:"¿Qué haces?"

Miró las palabras por unos segundos. No era suficiente. No era lo que realmente quería decirte. Cambió el mensaje. "Estoy pensando en ti."

Sonaba demasiado débil. Se pasó una mano por la cara frustrado y borró el mensaje de nuevo. Finalmente, escribió lo que realmente quería decir: "Necesito verte."

Suspiró, dejando el teléfono a un lado antes de enviar nada. La idea de exponerse de esa forma le revolvía el estómago. Siempre había sido el fuerte, el que no mostraba debilidad. Pero contigo, era otra cosa. Siempre lo había sido.

El sonido de una notificación rompió el silencio. Bakugo miró el teléfono, el corazón latiendo más rápido de lo que le gustaría admitir. Cuando vio tu nombre en la pantalla, se quedó inmóvil, como si temiera que fuera un sueño que desaparecería si lo tocaba.

Cogió el teléfono con manos temblorosas desbloqueándolo para leer el mensaje:

"Estoy fuera. ¿Vas a abrir o me quedo aquí toda la noche?"

Se quedó mirando las palabras, tratando de procesarlas. Tú estabas aquí. En la entrada de su edificio. Después de todo, no había tenido que ser él quien diera el primer paso.

Casi corrió hasta la puerta, sin molestarse en ponerse una camisa. Cuando abrió y te vio allí no supo qué decir. Tú tampoco dijiste nada. Solo lo miraste, como si intentaras decidir si debías entrar o dar media vuelta.

—¿Vas a dejarme pasar o tengo que congelarme aquí toda la noche? —preguntaste finalmente, con ese tono sarcástico que escondía algo mucho más vulnerable.

Él no respondió. Solo dio un paso atrás, abriendo la puerta para dejarte pasar. Cuando lo hiciste, el aire se volvió eléctrico. Era como si todo el enfado, deseo y nostalgia se hubieran acumulado en ese espacio para explotar.

—No sé por qué vine —admitiste —Pero tampoco sé por qué no podía quedarme lejos.

—Porque sabes que no puedes. Igual que yo. —Su voz era baja, pero había algo crudo en ella. Algo que te hizo estremecer.

No hubo más palabras. Él cerró la distancia entre ustedes en un par de pasos, atrapándote entre sus brazos y su boca. El beso fue urgente, como si ambos estuvieran intentando llenar el vacío que habían dejado en el otro. Tus manos se aferraron a sus hombros, mientras él te levantaba, llevándote hasta la cama sin romper el contacto.

El resto fue un caos de piel y suspiros, de movimientos desesperados que hablaban más que cualquier disculpa. Cuando finalmente estuvisteis juntos, cuando vuestros cuerpos se encontraron, todo pareció encajar. Fue intenso, casi violento, pero lleno de algo más. Algo que siempre había estado ahí, pero que ambos habían ignorado durante demasiado tiempo.

Cuando todo terminó, Bakugo se quedó a tu lado con una mano en tu cintura, como si temiera que fueras a desaparecer de nuevo.

—Esto no significa que las cosas estén arregladas —dijiste, rompiendo el silencio. Pero tu tono era suave.

—Lo sé —respondió, mirándote a los ojos. —Pero podemos empezar por dejar de jodernos la vida.

Y esta vez, no hubo palabras amargas ni gritos. Solo un silencio tranquilo mientras os acurrucabais en la cama, juntos por primera vez en mucho tiempo.

Quizás el camino sería complicado. Pero por primera vez, ambos estabais dispuestos a intentarlo con el corazón.

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