Anastasia
Normalmente tomaría el domingo para descansar, llamar a Elían y tener una tarde de películas clichés. Sin embargo, y debido a que la presentación se ha adelantado muchísimo más de lo esperado, he pasado todo el día en la academia.
Anoche ni siquiera pude dormir bien por lo del mensaje amenazante. Cuando intenté tomar una captura de pantalla, el mensaje desapareció como si nunca hubiera llegado. Me esforcé por ignorar cualquier pensamiento que me alejara de mi práctica y me prometí que, si en algún momento volvía a suceder algo parecido, le diría a papá.
Hoy me he concentrado al cien por ciento en practicar. Llevo al menos nueve horas ensayando y, aunque no he ingerido más que agua y fruta, siento la necesidad de continuar. De todos modos, estoy acostumbrada. Así funciona esto: dejas tu vida. Si quieres conseguir la perfección, tienes que perderte a ti mismo.
Eso era algo que varios de mis antiguos profesores de ballet decían, sobre todo Michael. Al fin y al cabo creo que hace mucho tiempo que me he perdido a mí misma y me mantengo bailando en una cuerda floja de manera constante, sobreviviendo a mis propios pensamientos para evitar ser asesinada por ellos.
Llevo la última hora perfeccionando mis piruetas. Las piernas me arden y me duele la sien. Seguro es por la falta de sueño, pero ni eso me impide seguir.
Reproduzco otra vez la melodía que Bastian suele tocar, dejo mi celular sobre el piano y me coloco en posición para repetir todo desde el principio.
—¿Qué estás haciendo todavía aquí, Anastasia? —esa voz que reconozco tan bien me interrumpe, haciéndome dar un ligero respingo—. Es domingo, deberías estar descansando.
Me giro en su dirección y lo veo: lleva su maletín de cuero sobre el hombro, el cabello desordenado como si se lo hubiese revuelto mil veces con las manos. Sus ojos se quedan fijos en mí y el estómago se me hace diminuto.
—Buenas noches —le saludo—. Pensaba que no venía los domingos.
Le doy una pequeña sonrisa a la cual estoy acostumbrada a que no responda. Él se acerca a mí hasta quedar a unos pocos metros. Todo él me envuelve, su aroma me llega a la nariz, abrazándome por completo.
—No has respondido mi pregunta —se cruza de brazos frente a mí y deja salir un suspiro—. ¿Qué haces aquí?
—Pensé que estaría bien ensayar después de que hayan cambiado la fecha de la presentación. Eso es todo.
Me inclino hacia la barra que está justo a mi lado y tomo la toalla que anteriormente había dejado, me seco el sudor de la frente y vuelvo a hablar.
—Estaba por terminar. Solo necesitaba mejorar un par de cosas.
Bastian mantiene sus ojos en mí. Suele hacerlo por largos lapsos de tiempo y no tengo ni la más mínima idea de qué pasa por su cabeza cuando lo hace. Tengo la sospecha de que seguro planea cómo asesinarme o algo así, puesto que me mira como si le irritara hasta mi más mínimo movimiento, y al mismo tiempo parezco darle curiosidad.
—Es muy tarde para seguir ensayando. Ya deberías estar en casa durmiendo—responde con voz monótona.
Suspiro y apoyo mi cuerpo en la barra.
—Necesito hacerlo excelente, profesor. ¿No es ese el objetivo?
Él asiente, ladea la cabeza examinándome y ese simple gesto me hace cosquillear el estómago.
—Estoy de acuerdo en que debes prepararte bien, pero no puedes mantenerte hasta tan tarde ensayando. Necesitas descansar.
—Estaba a punto de terminar.
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Forgive Us
RomanceAnastasia Romanov ha entregado su vida al ballet, sin distracciones ni romances. Al mudarse a la prestigiosa academia Rochford, su ambición por alcanzar la cima se intensifica. Sin embargo, su camino se entrelaza con el de Bastian Fox, un profesor t...