**Capítulo 12: Sombras de Inquietud**
Seis meses habían pasado desde el reencuentro en el hospital de Ciudad Nacional, y la vida seguía su curso habitual. El hospital, siempre bullicioso, recibía a pacientes con lesiones menores y casos críticos que desafiaban las habilidades del equipo médico. Sin embargo, una atmósfera de normalidad pronto fue interrumpida por la llegada de un paciente con síntomas inusuales.
El hombre, de unos cuarenta años, fue traído a la sala de emergencias con erupciones rojas que cubrían gran parte de su cuerpo. Su estado era preocupante, y los médicos se apresuraron a evaluar su condición. Lena, al frente del equipo, observaba atentamente mientras se llevaban a cabo los exámenes.
—Los síntomas son extraños. Estas erupciones no parecen ser de una reacción alérgica común. Debemos considerar la posibilidad de que se trate de una enfermedad infecciosa —dijo Lena, su voz grave reflejando la seriedad de la situación.
Kara, a su lado, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La descripción de los síntomas le recordaba a una enfermedad que había leído en reportes recientes: una enfermedad que generaba brotes cutáneos y que se había presentado en otras partes del mundo. La idea de que pudiera estar ocurriendo algo similar en su hospital la preocupaba.
Mientras el equipo realizaba más pruebas al paciente, el ambiente en la sala se tornó tenso. Algunos médicos comenzaron a murmurar sobre la posibilidad de un brote, y la ansiedad se palpaba en el aire. La preocupación aumentó cuando varios residentes que habían estado en contacto con el paciente comenzaron a presentar síntomas similares.
Lena, al escuchar sobre los otros residentes enfermos, sintió que su corazón se aceleraba. Su mente no podía evitar centrarse en Kara. Sabía cuánto había trabajado su hermana y lo comprometida que estaba con su labor en el hospital.
—Kara, asegúrate de que te evalúen de inmediato si comienzas a sentir algún síntoma. No quiero que te arriesgues —dijo Lena, su tono lleno de preocupación.
Kara asintió, aunque intentó mantener la calma.
—Lo haré, Lena. Pero debemos enfocarnos en el paciente y entender qué está sucediendo. No podemos permitir que el miedo nos paralice —respondió, tratando de ser la voz de la razón en medio de la creciente inquietud.
A medida que los días pasaban, más pacientes comenzaron a llegar con síntomas similares. La sala de emergencias se convirtió en un centro de atención, y el equipo de médicos se vio abrumado. Las pruebas revelaron que, de hecho, se trataba de un brote de una enfermedad rara que generaba erupciones en la piel y que podía ser contagiosa.
Lena convocó a una reunión de emergencia con todo el personal médico.
—Necesitamos establecer protocolos de aislamiento para los pacientes afectados. Esto no es solo una cuestión de salud pública, sino también de seguridad para todos nosotros —dijo, su voz firme y decidida.
Los médicos asintieron, conscientes de la gravedad de la situación. Kara se sintió ansiosa mientras escuchaba los detalles del brote y las medidas que debían implementarse. Sabía que el trabajo en equipo sería fundamental para manejar la crisis.
Sin embargo, la preocupación de Lena no solo se centraba en el brote, sino también en el bienestar de Kara. Cada vez que veía a su hermana en el hospital, su ansiedad aumentaba. La idea de que pudiera contraer la enfermedad la mantenía despierta por las noches.
—Kara, ¿estás segura de que quieres seguir trabajando en la sala de emergencias? Tal vez deberías tomar un descanso hasta que tengamos una mejor comprensión de lo que está sucediendo —sugirió Lena, con la voz llena de preocupación.