**Capítulo 11: Regresos y Reencuentros**
El bullicio del hospital de Ciudad Nacional era familiar y reconfortante, pero el ambiente estaba impregnado de una mezcla de ansiedad y expectativa. Habían pasado cuatro meses desde que Kara y su equipo regresaron de Tailandia, y el eco de sus experiencias aún resonaba en sus corazones. Alex, Samanta y otros médicos se encontraban en la sala de descanso, conversando en voz baja sobre el regreso de sus amigos.
Alex miró el reloj repetidamente, su preocupación por su hermana Kara creciendo con cada segundo que pasaba. Había pasado tanto tiempo desde que se embarcó en esa misión, y aunque sabía que había hecho un trabajo increíble, no podía evitar sentir ansiedad por su bienestar.
—¿Cuándo se supone que deben volver? —preguntó Alex, girando su cabeza hacia Samanta, que estaba sentada a su lado, revisando algunos documentos.
—Deberían estar llegando en cualquier momento. No he recibido noticias de Lena, pero estoy segura de que están bien —respondió Samanta, aunque su voz traicionaba una pizca de inquietud. La amistad que había forjado con Lena en el hospital había sido una fuente de fortaleza para ella, y la ausencia de noticias la hacía sentir vulnerable.
El resto del equipo también compartía la misma preocupación. Algunos médicos habían estado en contacto ocasionalmente con Kara y los demás, pero la falta de información constante había dejado a todos en un estado de incertidumbre.
—Espero que todo haya ido bien. Ha sido un periodo difícil para todos nosotros, y necesito saber que están a salvo —dijo uno de los médicos, su voz reflejando la tensión en la sala.
Alex sintió una punzada en el corazón al pensar en su hermana. No solo era su familiar, sino también su mejor amiga y confidente. Había sido un desafío para ella lidiar con la distancia, especialmente cuando sabía que Kara estaba en una zona de conflicto.
—No puedo imaginar lo que deben haber enfrentado. Deben estar llenos de historias y experiencias que compartir —dijo Samanta, sintiendo la necesidad de centrarse en lo positivo.
Justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe y un grupo de médicos entró, incluyendo a Kara, Nia, Breniac, Emet y, por supuesto, Lena. La sala se iluminó con sonrisas y abrazos instantáneos. La atmósfera se transformó de preocupación a alegría en un abrir y cerrar de ojos.
—¡Kara! —gritó Alex, corriendo hacia su hermana y abrazándola con fuerza—. No puedo creer que estés aquí.
—¡Lo sé! Ha pasado tanto tiempo —respondió Kara, sintiendo el abrazo reconfortante de su hermana—. Estoy bien, Alex. Ha sido una experiencia intensa, pero hemos vuelto.
Samanta se acercó a Lena, quien había sido su apoyo durante esos meses difíciles.
—Lena, ¡qué bueno verte! He estado preocupada por ti —dijo Samanta, abrazándola.
—Yo también te he extrañado, Samanta. Ha sido una montaña rusa, pero estamos a salvo y listos para compartir todo lo que hemos vivido —respondió Lena, con una sonrisa que iluminaba su rostro.
Los demás médicos se unieron a la conversación, intercambiando historias y risas. Kara observó con gratitud cómo su equipo se había mantenido unido a pesar de la distancia. Habían enfrentado situaciones difíciles, pero también habían encontrado la fuerza en la camaradería y el apoyo mutuo.
A medida que la conversación fluía, Alex no pudo evitar preguntar sobre lo que había ocurrido en Tailandia.
—¿Qué pasó allí? ¿Cómo fue realmente? —preguntó, su curiosidad y preocupación evidentes.