38-Verdades a la luz

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El tiempo pareció detenerse en el instante en que mi abuelo levantó el arma hacia mí. Mi cuerpo reaccionó antes de que mi mente pudiera procesarlo: un paso atrás, mi respiración contenida, y el frío de la realidad calando hasta mis huesos. Pero no estaba sola.

Ryan se movió con una rapidez que no esperaba, colocándose frente a mí. Su mirada era tan firme como su postura, como si su sola presencia pudiera detener la bala que mi abuelo amenazaba con disparar.

-No lo harás -dijo Ryan, con una voz que no dejaba espacio para dudas.

Pero antes de que pudiera siquiera asimilar el acto de valentía de Ryan, un hombre emergió de las sombras detrás de mi abuelo. Llevaba un arma que ahora apuntaba directamente a Ryan. Era alto, con una presencia que igualaba a la de mi abuelo en frialdad y autoridad. Su mirada era calculadora, su dedo descansando peligrosamente cerca del gatillo.

-Baja el arma -ordenó, su voz tan gélida como el aire que llenaba la sala.

Mi abuelo no se movió. Ryan tampoco. Y yo, atrapada en el centro de todo, sentí cómo la rabia sustituía al miedo que había sentido segundos antes. Había crecido con dudas y secretos, pero ahora no iba a permitir que ese hombre me controlara ni un segundo más.

-Déjame adivinar -dije, mi tono frío y afilado como un cuchillo-. Tú eres el siguiente perro leal de mi abuelo. ¿Cuántos hombres como tú necesita para sentirse poderoso? ¿O es que ya no puede enfrentarse sin respaldo?.

El hombre me miró, sorprendido por mi dureza, pero no bajó el arma. Mi abuelo, en cambio, dejó escapar una risa breve y burlona.

-Siempre tan insolente -dijo-. Creí que esa parte de ti se suavizaría con los años. Pero supongo que el carácter es algo que no se puede borrar fácilmente.

Le devolví la mirada, firme. Ya no era la niña perdida que él había ignorado durante tanto tiempo. Había crecido, y aunque no lo
entendiera, yo era su igual en fuerza y voluntad.

-¿Qué quieres de mí? -pregunté, sin desviarme un milímetro de mi postura. Mi voz no tembló, ni una sola vez.

Mi abuelo dio un paso hacia adelante, y Ryan se mantuvo firme, pero yo levanté una mano, indicándole que se detuviera. Esto era mío.

-Quiero lo que siempre he querido: asegurarme de que esta familia permanezca en la cima, sin importar el costo. Y tú, Kaia, eres la clave para lograrlo. Tienes algo que me pertenece, algo que ni siquiera sabes que posees.

Lo miré con desprecio, como si estuviera frente a una caricatura de hombre que no entendía que su tiempo había pasado.

-Si realmente piensas que puedes obligarme a ser lo que tú quieres, entonces no me conoces en absoluto -respondí, dando un paso hacia él, dejando que sintiera mi determinación-. No soy como tú, ni lo seré jamás. Si eso significa que tengo que enfrentarme a ti, lo haré.

Ryan me miró de reojo, con una mezcla de preocupación y admiración, pero no dijo nada. Sabía que esto era algo que yo debía manejar.

El aire en la habitación se sentía denso, como si el tiempo estuviera a punto de romperse bajo la presión de todo lo no dicho. Mi abuelo se quedó mirándome, esa sonrisa arrogante curvando sus labios mientras sostenía el arma apuntada hacia mí. Pero yo no retrocedí. No esta vez.

-Todo este tiempo... -comencé, con mi voz gélida, pero cargada de emociones contenidas-. Todo lo que has hecho, todo el daño que has causado, no es más que un reflejo de tu patética necesidad de control. ¿De qué te sirve? ¿Qué has logrado con todo esto, aparte de destrozar vidas, la tuya incluida?

Él ladeó la cabeza, fingiendo estar interesado, pero su sonrisa se torció en algo más oscuro.

-Lo hice por el legado -respondió, con un tono que pretendía justificarlo todo-. Para proteger a esta familia, para asegurarme de que no se convirtiera en una pila de escombros como otras. Eso es algo que tú nunca entenderás.

Alma Oscura [Sombras Del Pasado I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora