No sabía cómo lidiar con lo que sentía.
O con lo que no sentía.
Román seguía siendo una constante en mi mente, aunque me esforzara por ignorarlo. No podía escapar de los recuerdos, de las miradas que él me lanzaba en silencio, cargadas de una mezcla de reproche y algo más que no quería descifrar.
Habían pasado días desde la última vez que hablamos, y la distancia entre nosotros parecía insalvable. Yo misma no estaba segura de qué quería.
¿Salvar lo que alguna vez tuvimos?
¿Dejarlo todo atrás?
Ni siquiera sabía si había algo que salvar.
Pero esa incertidumbre me estaba consumiendo.
Esa tarde, después de nuestras clases, lo vi salir del aula con su mochila colgada al hombro, como si nada en el mundo pudiera perturbarlo.
Esa calma suya, esa indiferencia aparente, me irritaba. Porque yo estaba hecha un caos y él parecía seguir adelante como si no le importara.
Antes de darme cuenta, mis pies ya estaban siguiéndolo.
—¡Román! —lo llamé, mi voz más firme de lo que esperaba.
Él se detuvo, pero no se giró de inmediato. Se quedó quieto, como si estuviera decidiendo si valía la pena volverse.
Finalmente lo hizo, sus ojos oscuros clavándose en los míos con una expresión indescifrable.
—¿Qué quieres, Helia? —preguntó, con un tono que no era ni frío ni cálido, pero que logró hacerme sentir vulnerable.
Respiré hondo, tratando de mantener la calma.
—Quiero saber qué pretendes conmigo.
Su ceja se arqueó, como si no esperara esa pregunta.
—¿Qué pretendo contigo? —repitió, dejando escapar una risa seca—. Helia, ¿de verdad no lo sabes?
Su respuesta me desconcertó. Sentí cómo el suelo bajo mis pies se volvía inestable.
—No, no lo sé —admití, intentando mantener mi voz firme—. Porque un día haces todo para acercarte a mí, y al siguiente actúas como si no existiera. No entiendo qué quieres.
Román dio un paso hacia mí, acortando la distancia que nos separaba. Su mirada era intensa, casi abrumadora.
—¿Qué quiero de ti? —repitió, su voz baja pero cargada de emoción—. Helia, yo he intentado de todo. He cambiado, he dejado cosas atrás, he tratado de demostrarte que puedo ser diferente. Pero tú... tú solo me empujas más lejos.
Sus palabras me golpearon como una ola inesperada.
—¿Cambiar? —pregunté, cruzándome de brazos en un intento de protegerme de su intensidad—. ¿Cambiar para qué, Román? ¿Para qué, si al final sigues actuando como si esto fuera un juego?
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La alianza de los corazones oscuros.
Teen FictionHelia y Román lo tienen todo: inteligencia, carisma y una rivalidad explosiva. En el campo académico, son enemigos declarados, pero entre debates y desafíos, las chispas que vuelan podrían encender algo más que su odio mutuo. Porque a veces, el ve...