Capítulo 24: El Silencio del Adiós.

3 0 0
                                    

Los días pasaron y, de alguna manera, el aire en la casa se sentía más ligero

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los días pasaron y, de alguna manera, el aire en la casa se sentía más ligero. Después de todo lo que habíamos vivido, todo lo que habíamos superado juntos, me sentía como si finalmente pudiéramos respirar tranquilos. 

Pero la vida seguía adelante, y esta vez, era el momento de compartir con nuestras familias, de disfrutar de lo que habíamos logrado.

Helia y yo habíamos decidido, de alguna manera, que después de todo lo que había pasado, era hora de abrir nuestra casa, de compartirla con aquellos que nos habían acompañado desde el principio. 

Mis padres y los suyos estaban a punto de llegar para pasar unos días con nosotros. Había algo especial en la idea de tenernos todos bajo el mismo techo.

Recuerdo cómo me sentí esa mañana cuando Helia y yo nos despertamos temprano para preparar todo. 

Habíamos estado ocupados la semana anterior organizando todo: desde la limpieza hasta los detalles más pequeños para asegurarnos de que todo estuviera perfecto. 

Helia estaba más animada de lo normal, una sonrisa permanente en su rostro, como si todo lo que habíamos pasado nos hubiera dado una nueva perspectiva. 

Y ver esa sonrisa, ver cómo estaba disfrutando de los preparativos, me hizo sentir que finalmente habíamos llegado a un punto en el que podíamos empezar a disfrutar de lo que realmente importaba.

—¿Crees que todo estará bien? —me preguntó, ajustando una lámpara en el salón mientras miraba la mesa de comedor que habíamos decorado juntos.

—No hay duda. Estará perfecto, Helia. Sólo tenemos que disfrutar el momento. Todo lo demás... es solo parte de la historia que hemos ido escribiendo. —respondí, sonriéndole.

Era cierto. Lo que importaba en ese momento no era la perfección. Lo que importaba era la intención, el cariño con el que recibíamos a nuestras familias. 

Después de todo lo que habíamos vivido, lo único que realmente importaba era que estábamos aquí, juntos, más fuertes que nunca.

Cuando los escuchamos llegar, el bullicio en la entrada de la casa me hizo sonreír. Primero llegaron los padres de Helia, seguidos de los míos, y pronto la casa se llenó de risas, voces y ese ambiente cálido que solo se siente cuando la familia se reúne. 

Había algo tan reconfortante en tener a todos juntos bajo el mismo techo, en esa casa que, poco a poco, había dejado de ser solo un lugar y se había convertido en nuestro hogar.

Helia y yo nos miramos en silencio cuando todos comenzaron a acomodarse, y sentí esa satisfacción que solo se siente cuando todo está en su lugar. 

No necesitábamos grandes discursos ni palabras. Solo estar allí, rodeados de las personas que más nos importaban, era suficiente.

La tarde transcurrió entre charlas animadas, bromas y juegos que nos hicieron reír sin cesar. Mi madre, siempre tan cariñosa, estaba hablando con Helia sobre recetas de cocina, mientras que mi padre y el de ella se sentaban a hablar sobre deportes y recordar viejas historias. 

La alianza de los corazones oscuros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora