Capítulo 1: Guerra en los Pasillos

15 2 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Todo en esta escuela parecía girar en torno a dos personas: Román y yo. Lo sabía. Lo disfrutaba. Lo odiaba.

Desde que puse un pie en este lugar hace dos años, me propuse destacar. No era solo una cuestión de orgullo; era una cuestión de supervivencia. Nadie se mete con Helia Laurent. Nadie. 

Así que, naturalmente, cuando un chico arrogante con una sonrisa demasiado perfecta y un ego del tamaño de un estadio decidió que los pasillos del instituto eran su reino, la guerra comenzó.

—Laurent, llegas tarde a tu propia caída —dijo Román, apoyado contra los casilleros, con los brazos cruzados y esa mirada descarada que parecía diseñada para hacerme hervir la sangre.

—Román, ¿nunca te cansas de hablar? —respondí sin detenerme, ignorando cómo su grupo de amigos se reía como si hubiera dicho algo inteligente.

El pasillo estaba abarrotado, pero el espacio entre nosotros parecía un campo de batalla. Los estudiantes observaban de reojo, fingiendo que no les importaba, pero estaba claro que esperaban el siguiente intercambio. 

Sabían que cuando Román y yo estábamos en la misma habitación, algo iba a pasar.

—Solo cuando me aburro —respondió, siguiéndome con paso relajado mientras yo abría mi casillero. —Y contigo, Helia, nunca me aburro.

Rodé los ojos y me giré para encararlo. Román tenía esa clase de energía que te hace querer demostrarle que no tiene todo bajo control, aunque probablemente sí lo tenga. 

Era alto, atlético, con una chaqueta de fútbol que nunca se quitaba, como si necesitara recordarles a todos que era el capitán.

—¿Sabes qué sí me aburre? —dije, alzando una ceja. —Tu insistencia en buscar mi atención.

Su sonrisa se ensanchó. —¿Y qué clase de enemigo sería si no lo hiciera?

Ese era el problema con Román. No solo competía conmigo en todo, desde las calificaciones hasta los deportes, sino que parecía disfrutar cada segundo. 

Si yo ganaba el primer lugar en ciencias, él aseguraba el título en literatura. Si yo era la primera en terminar una carrera, él lo hacía con estilo y una broma que lo convertía en el centro de atención.

Pero lo peor no era su competitividad. Lo peor era que, en el fondo, yo también disfrutaba de esa rivalidad.

—Deberías preocuparte más por el torneo de debate que por mí —dije con frialdad, cerrando mi casillero de un golpe. —La última vez que revisé, tu equipo estaba bastante flojo.

—Oh, no te preocupes por mí, Laurent. —Román dio un paso más cerca, inclinándose lo suficiente como para que nuestras miradas quedaran al mismo nivel. Sus ojos, de un marrón cálido que contradecía por completo su actitud insolente, brillaban con burla. —Me preocupo más por qué excusa vas a usar cuando te gane.

La alianza de los corazones oscuros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora