#0: Soportar la navidad

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21 de diciembre, 2012.

Joseph camina sin preocupaciones por la orilla del muelle, parece divertirle oír los rugidos del mar mientras atardece. José camina a salvo junto a él, viendo a nuestro hermano de nueve años sonriente.

—Tu concierto de navidad estuvo maravilloso —dice nuestro padre caminando de la mano con mi madre, la cual parece querer sumergirse en su bufanda.

—Siento que pude hacerlo mejor —dice Joseph frunciendo el ceño—. Durante el concierto tuve frío en los dedos y eso hizo que mis notas fueran algo torpes, no debí ganar el primer lugar.

—No te subestimes —le dice José—. A todos les encantó tu presentación, insultas su buen gusto despreciando tu talento.

—Tienes razón —dice Joseph con una mano en su barbilla y nos voltea a ver sonriendo—. La próxima lo haré tan bien que sus calcetines volarán hasta el techo.

—Nunca he entendido las expresiones que usan los jóvenes —se queja mi padre mientras mi madre solo se ríe divertida.

—Quiere decir que nos sorprenderá mucho, en el buen sentido —le explica ella y mi padre le besa la mejilla con una sonrisa.

Yo sonrío ante la escena mientras Joseph trata de atraer la atención de todos, estirando los brazos mientras exclama su nombre y una serie de títulos falsos que vio en televisión. José y yo reímos divertidos al ver a nuestro hermano dando vueltas mientras me embriago del salado olor del mar.

—Deja de jugar en la orilla, te caerás —le dice mi madre y Joseph hace un puchero, José estira su mano para tomarla cuando nuestra linda escena familia se torna en una película de horror.

Joseph da un último giro para tomar la mano de su hermano mayor, pero resbala hacia atrás antes de tomarla. José trata de lanzarse para alcanzarlo pero es muy lento,  Joseph cae al agresivo mar debajo de nosotros, hacia las piedras. El grito de horror de mi madre suena tan lejano mientras mi padre y yo corremos a la orilla, José solo trata de buscar con la mirada a nuestro hermano mientras sus manos no dejan de temblar. Mi padre grita por salvavidas, yo llamo a una ambulancia, mi madre y José gritan el nombre de Joseph. Todo está oscuro, todo da vueltas. Hemos caído en desesperación.

Alcanzo a ver sangre en una de las piedras gigantes debajo del muelle, un grito ahogado sale de mi boca mientras temo lo peor, mi padre está buscando con la linterna de su teléfono, mi madre no deja de gritar el nombre de su hijo, José le explica a los guardavidas lo sucedido.

La escena pudo haber durado minutos, horas, días, no lo habríamos notado. El tiempo no avanza en el infierno y era donde estábamos ahora. La ambulancia, los policías, la multitud de gente chismosa, todos como buitres mientras a mi madre le pedían paciencia y mi padre exigía a su hijo. José está sentado abrazando sus rodillas mientras respira de forma pesada e irregular, lo escucho rezar. Nunca lo sentí más apropiado.

Eduardo y su abuelo me ponen una manta en mis hombros, me tratan de pedir información pero no sé cuanto tiempo ha transcurrido, la imagen de la sangre en la piedra se repite una y otra vez en mi cabeza. Rodrigo, el abuelo de Eduardo, le ofrece consuelo a José, Eduardo solo sostiene mis manos que tiemblan como nunca lo habían hecho.

Esto no está pasando. No ahora. No él. No a nosotros.

Un policía se acerca a mis padres, les habla aunque no pueda oírlo, veo sus expresiones de dolor. Mi madre se derrumba sobre sus rodillas con un frito desgarrador, nuestras peores pesadillas son de verdad. Me dejo caer sobre Eduardo, que me aprieta con fuerza, a mi lado, José tiene un ataque de pánico que Rodrigo trata de atender. Una camilla con una bolsa negra sube a una ambulancia, mis padres se suben a la ambulancia llorando.

¿Qué hacer antes de morir?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora