#8: Sonreír

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Julio.

Como en silencio mientras escucho el tenedor de mi madre golpear su plato en repetidas ocasiones, mi padre come en silencio y el silencio abunda sobre nosotros. Supongo que el hecho que José esté en su servicio comunitario hace de la cena un poco menos tenso.

—Supongo que es inútil pretender que somos una familia feliz a estas alturas —dice mi madre dejando caer su tenedor y nos mira con aburrimiento.

—Johanna —la llama mi padre limpiando su boca con una servilleta—. Acordamos decirlo con calma.

—Acordamos muchas cosas, Juan —replica mi madre—. ¿Cuándo planeaban decirme que José fue arrestado?

Trago en seco al notar la tensión creciente en la mesa. Si bien, mi padre me ordenó no mencionar nada y que él se hacía cargo, nunca imaginé que eso significaba ocultarlo de mamá y solo pretender que su servicio comunitario obligatorio era un pasatiempo raro de él.

—Le ordené que no te lo dijera —dice mi padre bajando su tenedor con calma pero puedo sentir lo furioso que está.

—Bueno, él tenía dos opciones: faltar al servicio comunitario o hacerte enojar —dice mi madre cruzada de brazos y suelta una risa sarcástica—. Aunque debo decirte que la cárcel le pareció tentadora por un segundo.

—No quería que encontrarás la forma de echarme la culpa de esto —se defiende mi padre haciendo que mi madre emita una risa sarcástica y burlona.

—Oh, entonces eres completamente ajeno a esto —dice mi madre en tono sarcástico—. Como siempre eres completamente ajeno a lo que sucede en esta casa, es más, ni siquiera necesité tu ayuda para tener a nuestros hijos, lo hice yo sola.

—Eso explica porqué tuvimos tres, arpía fría —le grita mi padre golpeando la mesa sin dejar de ver a mi madre a los ojos, que parece disfrutar no ser la única miserable en la habitación.

—Me retiro —anuncio golpeando la mesa y poniéndome de pie—. Dormiré en casa de Dylan, vuelvo mañana en la mañana.

—Mira lo que le enseñas —dice mi madre de mal humor mientras salgo del comedor—. Prefiere ir a dormir a otros lados en vez de afrontar los problemas de casa.

—Tiene derecho a no querer estar aquí contigo —le dice mi padre mientras trato de recordar donde demonios puse mi celular pero el estrés no me deja recordarlo.

—¡Como si fueras mejor compañía! —grita mi madre e, irritada y sin mi celular, decido irme de una buena vez.

Salgo de la casa dando un portazo, camino con los puños apretados sintiéndome irritada por todo lo que sucede. Pareciera que nos están condenando a vivir con sus malditos problemas cuando ellos no pueden tener la suficiente madurez para divorciarse. Estoy harta de todo esto.

Miro el reloj pensando si Dylan y Rosa ya habrán salido de sus respectivos trabajos de verano, porque hasta donde sé, Eduardo sigue ocupado con su abuelo en el local de pescado. Veo hacia el cielo y noto que está oscureciendo así que tengo que tomar una decisión pronto de a donde tengo que ir, no tengo llaves y considerando que este par de locos salen a beber siempre que salen temprano, tampoco es del todo una opción quedarme en el pasillo toda la noche.

Camino hacia la parada de autobús que me llevará hacia el local de tatuajes de Óscar, él al menos me podrá ayudar a relajarme y si me encuentro con Dylan, mucho mejor. Me subo al camión con el poco dinero que tengo en el bolso que tomé a las prisas para salir pronto de mi casa y suelto un largo suspiro al sentarme en el asiento.

¿Qué hacer antes de morir?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora