Capítulo 2. [Editado √]

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Los dos hombres fuertudos me guiaron hasta una puerta oscura de color marrón, con unas cortinas lujosas de colores. El más bajito de los hombres sacó una llave y la incrustó en la cerradura de la puerta. Luego me arrojó sin nada de delicadeza en el interior del cuarto.

-Les he traído una amiga, espero que les guste-. Dijo con una mirada cínica.

-Pudrete Harold-. Le respondió una de las chicas que se encontraba en esa habitación, leyendo una revista.

-Algún día Vanessa, algún día serás mía-. Le aseguró el hombre con una sonrisa pícara en su rostro.

-Sigue soñando-. Le devolvió la chica con notable enojo en su voz.

-Cleytom quiere que la curen-. Respondió ahora el otro hombre, señalando mi rostro.

-Pero, ya no tenemos medicinas-. Dijo otra chica en el fondo del cuarto.

-No me interesa, Cleytom está bastante furioso hoy como para sus estupideces baratas-. Gruñó el mas alto, al mismo tiempo que se alejaba acompañado del otro por la puerta.

Se escuchó el sonoro ruido de cerraduras con llave detrás de la puerta, luego solo se escuchó el eco de unos cuantos pasos alejarse. Todas las personas que estaban ahí, debían de ser más a menos 5 o 6. Entre ellas todas chicas y con cortos atuendos atrevidos y un exagerado maquillaje. Muchas de las chicas me miraban con lastima, todas a excepto la chica que anteriormente estaba hablando con el tal "Harold", que solo se dedicaba a ojear su revista.

Una de ellas se levantó de la cama para ayudarme a incorporame.

Instintivamente me heche hacia atrás de espaldas a una de las esquinas de aquella habitación. ¿Quiénes eran estas personas?,¿y por qué me habían encerrado aquí?. Me abrazé a mis rodillas con fuerza mientras deseaba reprimir las intensas ganas de llorar que me acuchillaban la garganta.

-Tranquila, ya pasó-. Me calmó una de las chicas acercándose a mi.

Se arrodilló a mi lado y me abrazó con calidez, aún sintiendo mi dolor. Y en ese momento, no me importó nada en el mundo. Estaba asustada, pero no lo suficiente como para rechazar un abrazo. Me deje llevar por el perfume a orquídeas de aquella persona a la cual no conocía pero que de cierto modo me proporcionaba un ligero brote de seguridad. Llore en su pecho mientras ella acariciaba mi cabello, sentía un nudo en la garganta, quería gritar. pero aunque la ira y la impotencia se apoderaban de mi ser, yo solo podía desahogarme en el hombro de aquella chica. Porque sin importar cuanto lo desee, algo me decía que no voy a salir de aquí como si nada hubiese pasado.

Ella se separó de mi y me dio una sonrisa de apoyo. Dos chicas más se me acercaron, una era pelirroja venía con una pequeña botella con un líquido transparente, Y la otra era castaña esta traía unas tiras rasgadas de ropa.

-No te voy a mentir, esto te va a doler-. Me advirtió la pelirroja, esparciendo un poco de el líquido del frasco en un pequeño pedazo de algodón.

Puso el algodón en mi frente y parte de mi nariz, sentí un ardor de los mil demonios. No pude soportar gritar. La chica castaña me puso una de las tiras de ropa encima del algodón presionando la herida.

-Ya está-. Me dijo la castaña pasándome un espejo-. Amm, creo que sera mejor que no te mires-. Me aconsejó después de pasarmelo.

Parecía una guerrera con esa cinta en la cabeza, aunque todavía se notaba la sangre traspasar la tela por encima de la cinta. El lado izquierdo de mi nariz estaba sangrando, nada grave. Lo que en realidad me preocupaba era lo que estuviera detrás de toda la sangre de la cinta. Mi cabello estaba todo enredado y suelto, no sabía donde había perdido la goma de mi cola de caballo pero eso era lo que menos me importaba en este momento.

-Ya la curaron. Ahora dejen de violarla con la mirada, ya se le pasará cuando comience a trabajar-. Dijo la chica que continuaba leyendo su revista.

-¡Cállate Vanessa!-. Dijo girandose para encararla, luego me volvió a ver-. Disculpala es que estos momentos siempre le recuerdan el día en que llegó.

-¿El día en que llegó?, ¿Osea que lleva mucho tiempo aquí?, ¿A que se refiere con "cuando comience a trabajar"?-. Las preguntas resonaron constantemente en mi cabeza.

-Bueno, si no te compran primero-. Agregó una chica de pelo negro. Provocando que todas la observarán de manera asesina.

- No entiendo-. Respondí mientras sentía una lágrima escaparse de mis ojos por la confusión-. Quiero irme a casa-. Supliqué.

-Dejenla, yo se lo digo-. Dijo la que anteriormente me había abrazado tomándome de las manos-. Se que esto es difícil para ti, pero ya todas hemos pasado por esto y en unos cuantos días lo superarás-.Suspiró con cansancio-. Como veras...esto es un prostíbulo-. Esa simple palabra hizo énfasis en mi cabeza junto con toda la información que tenia sobre ella.

Comenze a llorar descontrolablemente, me volví a alejar de todas ellas, me ahogé en mis lamentos. Me solté rápidamente de su agarre y por primera vez en mi vida quería estar muerta.

-¡¡DÉJENME SOLA!!-. Les grité a todas ellas con toda la ira que había tenido contenida desde el primer instante que estuve aquí.

Todas se sorprendieron por mi repentina reacción, pero solo asistieron.

-Si nos necesitas, estaremos con las otras-. Dijo la última en salir, abriendo con llave y cerrando la puerta detrás de ella.

¿Osea que todas las puertas anteriores eran de más chicas secuestradas?

Yo me aferre a mis rodillas en la esquina de la habitación con el único sonido de mis lamentos y sollozos en aquella repugnante habitación.

Inocencia Destruida.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora