A Bed of Thorn and Roses 「Chanjin 」

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Pocas horas más tarde, sin ánimo de regresar a la casa, que seguramente Sana habría convertido en un campo minado, decidió ir a un hotel. Podía ser escandaloso, siendo una figura pública, pero no le importaba y, para efectos prácticos, eso facilitaría su divorcio. Un titular amarillista como: El matrimonio perfecto se derrumba. ¿Qué hacía Christopher Bang un hotel?

Se llevó su computador portátil y un poco de papeles que le había enviado Yang esa tarde. Luego de una cena rápida y una ducha, se calzó el pijama y se sirvió un poco de agua fría para empezar a revisarlo todo.

«Estado Financiero 2019».

Chan revisó los números con cuidado, fijándose en aquellos que Jeongin había señalado con amarillo. Un ingreso de casi doscientos millones de dólares de un inversor de apellido extranjero: Cebrian. El no conocía a nadie que se apellidara así, y conocía a cada uno de los inversores de la financiera. Era del medio oriente, sobre seguro. Y por ese monto hubo una transferencia casi inmediata a una cuenta a nombre de Lee Yun Jin en Suiza.

Bien, Suiza era un paraíso fiscal. Pero, ¿por qué no transferir el dinero directamente en primer lugar? ¿Un descuido?

Habían dejado un rastro en las cuentas de la empresa, eso era obvio.
Claro que estos archivos habían sido maquillados, pero con una buena investigación era fácilmente identificados.

¿Y quién era Lee Yun Jin?

El nombre le sonaba de muy poco. Recordaba a una Yun Jin que había trabajado en la casa de su padre, pero había sido, si él no mal recordaba, la secretaria de su madre. ¿Cómo ella podría estar involucrada? ¿Era un señuelo?

Revisó una nota que Yang escribió en la hoja, más abajo del nombre de la mujer.

Fecha de muerte: 15 de abril de 2018.

Chan amplió los ojos. La fecha de muerte coincidía casualmente con la de la transferencia a su cuenta en Suiza.

Encontró otro egreso marcado en amarillo. Un retiro de fondos por medio millón de dólares. Pero no tenía sentido.
Estaba contabilizado como pago a proveedores, aunque no constaba de factura alguna.

Con las dudas atoradas en su garganta, llamó a Yang y lo puso en altavoz mientras seguía revisando los papeles.

-Hello, Bang -saludó con voz cansada—. ¿Sabías que nunca antes me había atrapado el jet lag? Esta vez me dio una patada. Tengo sueño y son las dos de la tarde, maldita sea.

-Deberías dormir y cuadrarte con el horario de donde sea
que estés.

—Italia —masculló—. Y pensaba hacer eso, pero alguien me llamó.

Chan pasó por alto el sarcasmo.

—Recibi los documentos.

-¿Entonces?

—Hay algo que no entiendo, ¿por qué marcaste ese retiro para pago a proveedores? Quiero decir, no es-

-Jum, ¿revisaste el recorte de periódico que te envié?

—No lo tengo.

-Oh, shit — musitó—. Felix, ¿le enviaste ese recorte?

—Oh, no. Es que se quedó en tu teléfono y no pude enviarlo desde mi correo. Ni siquiera lo tengo yo —le escuchó
Chan, aunque en tono bajo.

Yang suspiró, pero retomó la llamada.

—Resulta que Lee Yun Jin murió en un curioso atentado en su vehículo. Veinte disparos. Y la hipótesis de la policía era que debía estar involucrada con personas peligrosas.