7.4 Preparaciones

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Vaya fin de semana... Dios.

Cuando volví a casa el domingo después de la cena con los padres de Naomi, sentí como toda la valentía que había logrado reunir frente a ellos se desmoronaba de golpe. Es como si el peso de sus miradas y las palabras que había soltado hubieran dejado una resaca emocional que me aplastaba. Todo el coraje que exhibí se había esfumado. Me quedé en mi cuarto, tirado en la cama, incapaz de moverme, sintiéndome totalmente drenado. No pude siquiera intentar levantarme hasta que el lunes por la mañana me obligó a hacerlo.

El regreso a la escuela el lunes era una perspectiva menos que alentadora. La rutina, los mismos rostros de siempre, el resto de las miserias que me toca aguantar: Naser y su mirada perdida, la tensión constante de lidiar con personas que preferiría evitar... y, claro, estaba Trish, esa bola de mierda morada con nombre propio.

Desde que Fang fue suspendida, Trish había dejado de molestarme, como si me hubieran concedido una tregua temporal. Pero tenía la corazonada de que, con el regreso de Fang, esa pausa podría terminar. Ni siquiera quería imaginar cómo se pondrían las cosas cuando ella volviera, así que mejor no pensaba en ello. Pero conociendo a Reed... debería decirle que se aleje de ella, que esa relación solo le va a complicar la vida. Dudo que haga caso, pero igual lo intentaré si me lo cruzo.

La única razón por la que valía la pena enfrentarme a otro día en esa escuela era Naomi. Sé, mejor que nadie, que ella está lidiando con su propia mierda, una tan pesada como la que yo arrastro. Me había prometido a mí mismo que no la dejaría sola en esto, que iba a estar ahí para ella. Así que, a pesar de lo desgastado que me sentía, me obligué a salir de la cama y a prepararme para el día.

Miré la pequeña y triste cocina improvisada de mi apartamento. Sabía cocinar, claro, pero no podía permitirme comprar muchos ingredientes con el dinero mensual que recibía. Aunque a decir verdad, tampoco es que necesite cocinar demasiado últimamente. Naomi había insistido en que ella se encargaría de llevarme algo de comer todos los días. Al principio, sentí esa incómoda sensación de deuda, de que le debía algo a cambio, pero al final entendí que ella lo hacía no solo para ayudarme, sino también para calmar un poco sus propios demonios. Como si al cuidar de mí también lograra cuidarse un poco a sí misma.

Debería encontrar un pretexto para devolverle el favor de alguna forma. No quiero que todo sea un intercambio de favores o de culpas, pero quiero ayudarla. Me quedo pensando en esto mientras termino de prepararme, la idea revolotea en mi mente. Encontraré algo. Algo que sea solo para ella, algo que pueda hacerla sentir menos sola en medio de todo esto.

La encontré en clase de japonés, nuestra primera materia del día, y me acomodé en el asiento junto a ella. La saludé con un ligero gesto, y ella respondió con una media sonrisa, como si intentara sacar fuerzas de donde no las tenía. La clase pasó rápido, o al menos eso sentí, aunque cada tanto Naomi se inclinaba hacia mi libreta para señalar errores en las notas que tomaba o corregir mis apuntes con comentarios directos, incluso bruscos.

Al principio, admito que sentí un leve fastidio; no podía evitar querer defender mi orgullo, pero lo reprimí al ver la seriedad y determinación en su rostro. Sabía que no lo hacía para criticarme, sino porque realmente quería que mejorara, así que decidí dejar que me guiara y tragármelo todo. Era... su forma de cuidarme, o al menos así quise interpretarlo.

La siguiente clase, matemáticas, fue un cambio drástico de atmósfera. En cuanto llegué, noté a Reed sentado al otro lado del salón, acompañado de la insufrible uva pasa de tres picos. Su mirada llena de odio se clavó en mí apenas me notó. Algo había pasado, y la intensidad de esa expresión no era gratuita. Sabía que lo mejor era evitar que esa bola de problemas me explotara en la cara; hoy simplemente no tenía la energía para lidiar con ella. Mi cabeza todavía estaba agotada del fin de semana, y la última cosa que necesitaba era agregarle más tensión a todo esto.

Dos perdedoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora