Capitulo 33.

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—Monica—
Él no fue

La tensión en la bodega, que ya parecía sofocante, se volvió insoportable en el momento en que aquel hombre cruzó la puerta. Su presencia era abrumadora: alto, moreno y con una musculatura intimidante, se movía con la confianza de alguien que sabía que tenía el control.

—Vaya, vaya, vaya —canturreó con una sonrisa maliciosa mientras cerraba la puerta tras de sí—. Así que aquí estás, Donovan. Te he estado buscando.

Mi cuerpo se tensó instintivamente, pero fue la reacción de Donovan lo que realmente me alarmó. Su rostro se endureció de inmediato, y por primera vez desde que lo conocía, pude ver algo parecido al miedo asomarse en su mirada.

—Cristopher —escupió Donovan entre dientes, como si el nombre fuera veneno. Dio un paso adelante, colocándose ligeramente entre el recién llegado y yo, un gesto que no pasó desapercibido para ninguno de los tres.

Cristopher rió, una carcajada baja y burlona que resonó en el espacio vacío.

—¿Qué pasa, Bennet? ¿No te alegra verme? Después de todo, tenemos mucho de qué hablar.

Donovan apretó los puños, sus nudillos volviéndose blancos.

—Tú no deberías estar aquí.

—Oh, vamos. —Cristopher avanzó un par de pasos, cada uno de ellos cargado de amenaza—. Sabes que no soy del tipo que sigue las reglas. Y menos después de lo que tu adorada familia me hizo.

Había algo en su tono que me hizo sentir un escalofrío recorrer la espalda. Miré a Donovan, esperando una explicación, pero su atención estaba completamente enfocada en Cristopher.

—Tú eres quien lo empezó todo —gruñó Donovan, su voz baja pero cargada de furia—. Mataste a mi tío como si fuera un animal.

—Y no me arrepiento —replicó Cristopher, encogiéndose de hombros con una indiferencia que me dejó helada—. Fue un movimiento necesario. Un sacrificio para mostrarles a los Bennet que no son intocables.

Antes de que Donovan pudiera responder, Cristopher sacó un arma de su cinturón. El brillo metálico me paralizó, y mi respiración se detuvo por un segundo.

—Pero bueno, no vine aquí a discutir el pasado —continuó Cristopher, jugueteando con el arma como si fuera un juguete—. Vine a cerrar cuentas pendientes.

Donovan dio un paso hacia atrás, aunque trató de disimularlo. Pude notar cómo sus ojos recorrían la bodega, buscando algo que pudiera usar como arma. Su desventaja era evidente, y eso lo enfurecía.

Yo, por mi parte, estaba congelada en mi lugar, incapaz de procesar del todo lo que estaba sucediendo. Todo lo que había creído saber sobre Donovan y su familia se sentía minúsculo comparado con la realidad que se desplegaba ante mí.

—No tienes que hacer esto, Cristopher —intentó Donovan, aunque su tono no sonaba suplicante, sino más bien calculador—. No aquí, y no ahora.

Cristopher rió de nuevo.

—¿Por qué no? ¿Porque tu amiguita está aquí? —preguntó, dirigiendo su mirada hacia mí por primera vez.

Mi corazón se detuvo cuando sus ojos me recorrieron de arriba abajo, como si fuera un objeto más en la habitación.

—¿Quién es ella, Donovan? —preguntó con una sonrisa cruel—. ¿Tu nueva distracción?

Donovan no respondió, pero su mandíbula se tensó. Cristopher, por otro lado, no parecía necesitar una respuesta.

Sombra de lágrimas [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora