Capítulo 20 🇮🇹

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La llegada a Italia fue mágica. Apenas salieron del aeropuerto de Roma, el aire cálido y fresco les dio la bienvenida, mezclado con el inconfundible aroma de pasta recién hecha y café expreso. Hyunjin y Félix no podían dejar de sonreír. Era su primer gran viaje juntos, y Italia era el destino perfecto para disfrutar de su amor sin las presiones del día a día en Corea.

Habían alquilado una pequeña casa en un pueblo cerca de la costa, rodeado de colinas verdes y casas de piedra que parecían sacadas de una película romántica. El lugar estaba lleno de viñedos y olivos, y el sonido de las campanas de la iglesia local resonaba suavemente al fondo. Félix, con su energía característica, no podía esperar para recorrer cada rincón de esa tierra tan llena de historia.

—Jinnie, ¡mira esto! —dijo Félix, señalando un pequeño café al lado de una plaza donde los lugareños charlaban animadamente—. ¿Qué te parece si nos sentamos aquí y pedimos un café?

Hyunjin sonrió, sintiendo una mezcla de felicidad y paz. Italia, además de ser un lugar soñado, se sentía como una segunda luna de miel para ellos, solo que sin el estrés de los preparativos y compromisos.

—Está bien, vamos —respondió Hyunjin, tomando la mano de Félix y guiándolo hacia el café.

Al llegar, una camarera con una sonrisa amable los saludó en italiano. Después de unos minutos de mirar el menú y no entender mucho, Félix decidió ser valiente y pedir en italiano. Aunque su acento no era perfecto, la camarera se sintió encantada y le respondió con un "Molto bene". Ambos se sentaron frente a una pequeña mesa de mármol, rodeados de flores y la calidez del ambiente.

—Te veo feliz —dijo Félix mientras observaba a Hyunjin disfrutar del paisaje.

—Nunca imaginé que estaría aquí, contigo —respondió Hyunjin con una mirada que decía más que mil palabras. —Es perfecto.

Félix tomó su mano y la acarició suavemente. En ese momento, ambos sabían que el amor que compartían era algo especial, algo único que no necesitaba ser dicho en voz alta, pero que ambos sentían profundamente. Sin embargo, la tarde no solo estaba llena de magia, sino también de una tensión que se cernía en el aire.

Por la tarde, caminaron por las estrechas calles empedradas del pueblo, explorando las pequeñas tiendas locales llenas de artesanías y recuerdos. Se hicieron fotos, se reían, y se abrazaban bajo el cielo teñido de naranja. Cuando llegaron a un mirador que daba al mar, Hyunjin se detuvo.

—Félix, ¿te imaginas vivir aquí? —preguntó con una sonrisa traviesa.

Félix la miró fijamente, pensativo.

—Lo haría solo si fuera contigo —respondió, su tono suave pero firme. La mirada en sus ojos era clara. No necesitaba más palabras.

En ese momento, Hyunjin se acercó y, con un suave suspiro, le dio un beso en la mejilla. Sabía lo que significaba ese gesto. Félix no solo le había dado su amor, sino también su apoyo incondicional. Y eso, en su corazón, era más que suficiente.

Después de un día lleno de risas y exploración, se dirigieron a la casa donde se alojaban. El sol ya se había puesto, dejando un cielo lleno de estrellas brillando sobre ellos.

Al entrar a la casa, Hyunjin se detuvo y observó la vista desde la ventana. El mar estaba tranquilo, como si el mundo entero estuviera en pausa, y el ambiente dentro de la casa era cálido y acogedor.

Félix, observando cómo Hyunjin se perdía en la vista, se acercó a él por detrás y lo abrazó.

—Esto es perfecto, ¿no? —susurró en su oído.

Hyunjin asintió lentamente, sintiendo el abrazo de Félix rodeándolo por completo. El amor que compartían no necesitaba grandes gestos ni promesas extravagantes. Solo necesitaban estar juntos.

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