Capítulo X

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Nico

Desperté al poco tiempo de oír murmullos somnolientos cerca de mi oído. Me removí incómodo al sentir una presión sobre mí cuerpo que me acorralaba hacia la pared helada que tenía a mis espaldas. Restregué mis ojos para abrirlos y encontrarme a Kat sentada de medio lado sobre mí con su cabeza recostada en mi hombro. Tenía el entrecejo levemente fruncido dándole un poco de aspecto gracioso. No recordaba como habíamos quedado dormidos en aquella posición.

Sentí mis mejillas arder con rapidez al tiempo que recordaba que dormíamos junto a los demás chicos. Miré desesperado a mi alrededor esperando encontrar las miradas pervertidas de Valdez y Percy, que, sorprendiéndome, no estaban por ningún lado.

Mis nervios descendieron con la misma rapidez con la que habían aparecido.

—No, Percy en ropa interior no, por favor —murmuró Kat en sueños. Tuve que morder mi labio inferior con fuerza para no echarme a reír y despertarla de sopetón— ¡No le dejen bailar, dioses!

Ante ese último comentario, no pude evitar dejar escapar una risa.

—¿Kat? —intenté despertarla moviendo un poco su mano—. Kat.

Ella se removió entre mis brazos un poco antes de que abriera sus ojos color miel —iguales a los de Travis y Connor— y los clavara en los míos. Murmuró algo muy bajo que supuse sería un "hola". Examinó la situación cuidadosamente y al darse cuenta de que había estado durmiendo cómodamente sobre mi, apartó la mirada avergonzada y realizó una secuencia de movimientos torpes para llegar a sentarse a la esquina de la litera más alejada al punto donde yo me encontraba.

—Lo siento —susurró con un hilo de voz.

—No tienes porqué disculparte —aseguré mirándola fijamente. 

—Por supuesto que sí, hay tantas cosas por las que tengo que disculparme. . . —dijo ella y temí que llorara de nuevo—. Por no contarte lo que me había pasado hasta anoche, por demostrar debilidad mediante el llanto, y ahora, por abusar de tu confianza de ese modo —dio un largo suspiro para continuar:— Siento que hayas tenido que ver esa parte de mi —susurró avergonzada mientras apretaba sus ojos.

Me acerqué para tomar su barbilla entre mis dedos, asegurándome de que me viera directamente. La miré con toda la confianza que pude transmitir en esos momentos.

—Todos alguna vez hemos intentado soportar demasiadas cosas a la vez e intentamos vivir bien con ello, pero llega un momento donde no soportamos más y debemos sacar toda esa basura de alguna manera —dije hablándole por experiencia propia—. Y si no es por el llanto, terminamos haciendo cosas peores. . . —Me arrepentí al segundo siguiente de haber acabado aquella frase. Imploré a los dioses que no comprendiera de que cosas peores estaba hablando.

—¿Qué quieres decir con "cosas peores", Di Angelo? —preguntó Kat viéndome atentamente.

«Idiota» me reprendí mentalmente.

Antes de que pudiera siquiera abrir mi boca para replicar, Kat agarró mi brazo y levantó la manga de mi camisa blanca con tal rapidez que no pude reaccionar.  Kat observó con sorpresa esas marcas que todos conocemos tan bien, que con solo verlas, sabemos qué las provoca. Pasó su palma de la mano sobre ellas en una leve caricia, pude notar que sobre su mejilla rodaba una lágrima silenciosa.

—¿Qué es esto, Nico? —preguntó ella con voz rota. Sus ojos cerrados reflejaban dolor. Dolor que yo estaba causando y que jamás me perdonaría haberlo hecho.

—He estado teniendo batalla conmigo mismo —me resigné a decir, cabizbajo—, pero aún no estoy seguro de si estoy ganando. —En ese momento, Kat se derrumbó por completo y comenzó a llorar colocando su cabeza en mi antebrazo.

No Todos Los Hijos de Hermes Sonríen (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora