Capítulo XXV

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Kat

-¡Katherine Green! ¿Cómo osas dejarme sin notificar que habías vuelto a la vida? -Los atolondrados gritos de Reyna llegaron a mis oídos golpeándolos tan fuerte hasta casi llegar a explotar mis tímpanos. Venía caminando a pasos largos y con los puños apretados. No tenía una pinta demasiado amigable- ¡¿Así le pagas a la persona que te acompañó durante toda tu infancia?!

-Reyna, cálmate por favor. Todos nos están mirando raro. . . -supliqué intentando sentar a la pretora de Nueva Roma en una banca del Anfiteatro. Estábamos allí con Annabeth acompañado a Piper quien estaba reemplazando a una chica de Apolo enseñándole a algunos campistas nuevos a cantar. Pero los gritos de Reyna hacían que los niños se dispersaran y dejaran de escuchar los inútiles intentos de Piper de captar de nuevo su atención.

-¡Ni calmarme ni leches! ¡Me vale un bledo si es el mismísimo Presidente de los Estados Unidos el que nos está viendo! -reanudó Reyna su escándalo- ¡Explícame por qué me olvidaste por un momento!

Annabeth, sentada a mi lado, estaba callada pasando sus ojos de Reyna a mi y de mi a Reyna. Como si fuera un partido de tennis lo que estaba viendo.

-Yo no te he olvidado, Reyna. Jamás lo haría -dije lentamente intentando calmar sus nervios-. ¡Sólo que no te había visto! ¡Por un momento creí que te habías quedado en el Campamento Júpiter!

-Por supuesto, soy tan invisible para ti -dijo Reyna cruzándose de brazos.

-Whoa, whoa. ¿Qué está pasando aquí? ¡Los niños están escuchando todas y cada una de las cosas que están diciendo en lugar de aprender como entonar un contratenor! -replicó Piper acercándose con una niña de cabellos rojizos tomada de la mano.

-Kat olvidó decirle a Reyna que seguía con vida y ella se enojó -explicó Annabeth brevemente.

-¡Kat, por todos los dioses! ¿Cómo te olvidas de dar una noticia así? -me reprendió Piper con el semblante serio.

-Oh, por favor. Ya tengo suficiente con el sermón de Reyna. Gracias -dije apretando el tabique de mi nariz.

-¡¿Sermón?! -saltaron ambas chicas nombradas indignadas.

-Si esto es un sermón para ti, no sé que vas a hacer ahora serás legatus legionis. . . -sentenció Reyna sin prestar atención a lo que había dicho.

Me atraganté con mi propia saliva al escuchar aquellas palabras salir de la boca de Reyna. Y, al parecer, Annie quedó impresionada también, ya que al oír la palabra "legatus" sus ojos se abrieron más de lo que jamás había visto y su boca se entreabrió. Mientras que la hija de Afrodita se limitó a fruncir el ceño al no poder entender el motivo de nuestra sorpresa, algo bastante parecido a la reacción que tuvieron sus pequeños aprendices.

Reyna abrió bruscamente los ojos al entender la información que había soltado.

-¿He escuchado bien, Reyna Ramírez-Arellano? -pregunté fingiendo indiferencia aunque el tono entrecortado de mi voz me delataba.

-Ehh. . . ¡No! Yo dije. . .¡Pegasus! ¡Si! ¿De dónde sacaste que dije Legatus? Dije: Ahora que eres pegasus -mintió Reyna nerviosamente, demasiado mal debería decir.

-Yo nunca mencioné la palabra legatus -dije triunfante.

-Oh, ¡maldición! -juró Reyna mientras se sentaba pesadamente en el suelo.

-¡Reyna! -le reprendieron Annabeth, Piper y la niña que estaba junto a ella.

La pretora suspiró.

-¿Pero cómo va a ser eso cierto? ¿No se necesita primero una asamblea en el Senado antes de nombrar un cargo tan alto? -comencé con el bombardeo de preguntas.

No Todos Los Hijos de Hermes Sonríen (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora