Capítulo III

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Nico

Debo admitir que cuando Hazel me presentó a Kat como una hija de Mercurio, no pude evitar sentirme fastidiado por ella. Y en mi defensa, ¡no era mi culpa! En el Campamento Mestizo, todos los hijos de Hermes eran impulsivos, se la pasaban haciendo bromas de mal gusto y robando cosas personales. Esos chicos te enseñaban a ser precavido durante cualquier momento del día.

Pero Kat había demostrado ser diferente a cualquier hijo de Hermes que yo haya conocido. No demostraba indicios de reír, incluso parecía que las bromas le aburrían. Ésto, más allá de aliviarme por poder evitar el estar vigilando mi espalda cada pocos minutos para no llevarme una sorpresa, me daba mala espina: No era normal que se comportara de tal manera. Incluso los chicos de Hermes cuando estaban deprimidos, buscaban alguna forma de alegrarse el día. Pero Kat parecía no estar haciendo un mínimo esfuerzo por ser feliz.

Sólo tenía dos conclusiones para ello: O le había ocurrido algo realmente malo, o simplemente estaba fingiendo.

-¿Nico? -oí decir a Hazel agitando su mano frente a mi llamando mi atención. Estábamos desayunando en el comedor y a juzgar por su expresión preocupada, había dejado de hablar por un largo rato.

-¿Mmm? -murmuré agitando levemente mi cabeza para centrarme en lo que debía-. Lo siento, no estaba escuchando.

-¿Qué te sucede? Estás muy callado desde anoche -dijo Hazel entrecerrando sus ojos.

-Simplemente estoy pensando -dije evadiendo la pregunta.

-¿En qué? -Hazel levantó una ceja-. O preferiblemente: ¿En quién? Si se puede saber -agregó sonriendo pícaramente.

-¿Por qué lo dices? -pregunté interesado de repente.

-Oh, por nada -exclamó Hazel restándole importancia con un gesto de la mano-. Por cierto, ayer te vi hablando con Kat muy animados. . . ¿Algo que decir al respecto?

-Pues...-dije antes de acercarme el vaso con un poco de jugo de naranja a mis labios. La conversación había tomado un giro algo incómodo-. Ella es diferente. -Fue lo único que se me ocurrió decir.

-¿Verdad que sí? -preguntó Hazel emocionada mientras colocaba con fuerza sus palmas de las manos sobre la mesa provocando un fuerte sonido por el que todos los presentes voltearon a vernos. Aparté mi vista avergonzado-. Por eso mismo los presenté: Son tan similares. Aunque he de admitir que la chica a veces da miedo...

-¿Por qué? -pregunté soltando un bufido de inconformidad- ¿Luego ella no es pues, una legionaria más?

Hazel apartó su mirada mientras hacia una mueca.

-No creo que prudente que sea yo la que te lo cuente, y menos aún si no he obtenido su permiso -aseveró-. Por otro lado, Kat siempre ha sido algo... borde desde que la conocí. No es demasiado expresiva y es por eso que me da escalofríos en ciertas ocasiones. No estoy segura si siempre fue así, o si hubo alguna época donde ella era feliz.

Hizo una pausa antes de continuar:

-Pero al verla ayer hablar contigo, Nico, fue casi irreconocible. Incluso la vi reír un poco, cosa que no se ve todos los días.

Me quedé de piedra unos instantes ante sus palabras.

-¿Por qué me cuentas todo esto a mi? -interrogué al final frunciendo el ceño. Estaba bien que me contara aquello, pero ¿con qué fin?

-No lo sé -murmuró ella-. Tal vez esperaba que fueses tú el que le ayudaras.

-Hazel, el hecho de que tengamos actitudes similares no nos garantiza que Kat vaya siquiera a escucharme. Además, ¿cómo voy a ayudar a alguien cuando ni siquiera puedo ayudarme a mi mismo? -dije con un leve tono de exasperación-. Pongamos el hipotético caso donde te ayudo: ¿Cómo? ¿Convirtiéndome en su novio? -dije sonriendo con sarcasmo.

No Todos Los Hijos de Hermes Sonríen (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora