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Namjoon despertó antes de que el despertador sonara, con la luz tenue del amanecer filtrándose por las cortinas de su habitación. Había pasado otra noche casi en vela, atrapado entre el cansancio físico y la inquietud emocional que no le daba tregua. Permaneció unos minutos mirando el techo, sintiendo cómo el vacío en su pecho lo llenaba por completo.

"Hoy será diferente", se dijo en un intento de motivarse, aunque sabía que no era tan sencillo.

Se levantó lentamente, sintiendo el frío del suelo bajo sus pies descalzos. Su habitación era un reflejo de su estado interno: ordenada, casi obsesivamente, como si mantenerlo todo bajo control fuera la única forma de evitar que su mundo se derrumbara por completo. Caminó hacia el baño y, al mirarse en el espejo, apenas reconoció al hombre que veía. Sus ojos estaban apagados, con ojeras que delataban noches de insomnio, y su expresión parecía más dura de lo habitual.

"Vamos, Namjoon. Esto no te va a vencer", murmuró para sí, mientras se lavaba el rostro con agua fría.

Después de vestirse, optando por un suéter oscuro que le brindara algo de comodidad, salió de su habitación con la mochila al hombro. La casa estaba en silencio, y eso le daba cierta tranquilidad. No quería hablar con nadie. No quería que nadie notara el huracán que llevaba por dentro.

El camino hacia el instituto fue como siempre: monótono. Cada paso que daba parecía pesar más que el anterior, pero seguía avanzando, porque quedarse en casa significaba enfrentarse a sí mismo y a sus pensamientos sin distracciones. No podía permitirse eso.

El ambiente en el colegio era un hervidero de rumores, una maraña de voces susurrantes que crecían como una tormenta imparable. Todos especulaban sobre la llegada de la madre de Seokjin el lunes, sobre su rostro serio al entrar a la oficina de la directora, y sobre el por qué nadie, ni siquiera Jungkook, sabía dónde estaba Seokjin.

Namjoon estaba allí, en medio de todo, pero al mismo tiempo, no lo estaba. Se movía por los pasillos como una figura ausente, atrapado en su propia burbuja de emociones. Había intentado, con todas sus fuerzas, desconectar de la corriente de preguntas y comentarios que resonaban a su alrededor. Pero era imposible.

El vacío que Seokjin había dejado en su vida no era simplemente una ausencia, era un eco constante, un recordatorio persistente de todo lo que habían compartido y de cómo todo había terminado. Su corazón aún se sentía pesado, como si una mano invisible lo apretara con fuerza. Había aprendido a disimular, a mantener una fachada de indiferencia, pero por dentro, la tormenta seguía rugiendo.

Cuando llegó al aula, buscó un asiento en el cual permaneció callado sin ninguna expresión. Le gustaba observar hacia el ventanal de la clase, donde ahora encontraría un asiento vacío siempre. veía el exterior, aunque últimamente la vista de los árboles balanceándose con el viento solo intensificaba su melancolía. Era como si todo a su alrededor siguiera moviéndose, mientras él permanecía atrapado en el mismo lugar.

Durante la clase, apenas podía concentrarse. "¿Cómo pude ser tan idiota?", pensó mientras las palabras del profesor pasaban sin que lograra entender nada. Había confiado en él, le había entregado todo, y ahora se sentía como si hubiera sido un tonto, un niño ingenuo que había creído en promesas que nunca fueron más que mentiras.

Las imágenes de esa noche seguían reproduciéndose en su mente como una película que no podía detener. Cada palabra, cada gesto, cada mirada de Seokjin ahora parecía una mentira. Pero lo que más dolía no era la traición, sino la sensación de haber sido tan ingenuo.

"¿Cómo pude ser tan idiota?", volvió a pensar, mientras apretaba el bolígrafo con fuerza.

Cuando la clase terminó, Namjoon se dirigió a la biblioteca. Ese era su refugio últimamente. Los libros no lo juzgaban ni le hacían preguntas incómodas. Allí podía esconderse del mundo y, al menos por un rato, fingir que todo estaba bien.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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