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Pov. Min Yoongi.
Corri tan rápido como pude y me encerré dentro del ropero, tape mi boca con ambas manos y me escondí entre los abrigos que colgaban de sus ganchos. Cerré mis ojos con fuerza, mientras inútilmente intentaba callar mi llanto.
— ¡Maldito mocoso, ¿Dónde demonios te escondiste esta vez?! — gritó con cólera mi madre.
La escuché maldecir un par de veces, y luego hubo un silencio absoluto.
Solté un discreto suspiro de alivio.
Salí del ropero, y me escabullí hasta el corredor, miré la ventana y me acerqué a pasos sigilosos para huir rápidamente, pero, antes de si quiera lograrlo, una mano me jaló de los mechones de mi cabello y me arrastró sin cuidado hasta la habitación.
— ¡Maldito niño! — masculló entre dientes — ¡¿A dónde carajos crees que vas?! — Inquirió antes de impactar su mano contra mi mejilla — ¡Bastardo! ¡Inútil! ¡¿Querías escaparte otra vez, no es así?!
Los golpes a mi rostro continuaron mientras mi madre me gritaba. Sentía tanto dolor que no podía respirar, mi piel quemaba y palpitaba al mismo tiempo, no podía gritar, mis lágrimas ahogaban los débiles ruidos que apenas lograba soltar.
Me arrastré con dificultad hasta la esquina de la pared, mi pecho temblaba, y mis ojos ardían. Alcé mi rostro y miré a mi madre acercarse a la cocina, ella agarro la tostadora y le desprendió el cable.
— Eres un hijo insolente, Yoongi — me habló mientras caminaba hacia mí con el cable doblado en su mano —, te escapas de casa, ¿Acaso quieres dejar sola a tu madre? ¿Es eso? ¿Me abandonarás como tu padre? — detuvo su paso y me miró con lágrimas en sus ojos —. No te lo permitiré — dijo bajito —. Te educaré... — alzó su mano — para que seas un buen hijo — sentenció.
Y el cable impactó contra mi espalda baja.
Desperté.
Escuché el sonido metálico de la puerta al abrirse y la figura del Dr Wang se paró debajo el umbral.
— Buenos días — hizo una pausa —, ¿Cómo te sientes hoy?
Solté un suspiro cargado de fastidio.
— Igual que ayer.
Él hizo una mueca con sus labios.
— ¿Y cómo te sentías ayer?
— Igual que el día anterior — respondí sin más.
Lo escuché soltar un bufido molesto, luego dió unos pasos hacía mí.