El miedo es tan paralizante como el trauma, yo supere los míos, vencí con convicción todo para ser lo que se necesitaba de mi, me perdí en el proceso y me encontré en la oscuridad, pero no me arrepiento, hice lo que tenía que hacer, mate a quien deb...
Estaba paralizada con mucho miedo y no me podía mover, quedé ice, fío, hielo, taki taki rumba, quede mínimo común múltiplo.
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Vitaly.
Luego de ponernos los chalecos antibalas y asegurarnos que hay más de diez hombres resguardando a nuestra mujer salimos de la casa y caminamos hacia donde mis hombres retienen a los hombres de los griegos de entrar, no sé qué fue lo que hicimos para que esten asi o porque quieren a mi mujer, pero primero muerto que dejarles tenerla, me costó un mundo que me acepte a su lado no desperdiciare mi oportunidad jugandomela de bueno cuando claramente no lo soy.
Nuestros pasos sonaban firmes contra el suelo, mi rostro neutro no delata lo tenso que está cada uno de mis huesos, esta no es como cualquier otra guerra entre mafias en donde negociando o matando al líder se soluciona, aqui hay mucho más que una simple mafia o las simples muertes de todos estos hombres, aquí está en juego la vida de mi mujer porque la quieren a ella, a cualquier coste.
Al igual que nosotros.
No la tendrán, ella es mío por sobre todas las cosas, es mi esposa, mi otra mitad, mi perdición, me había costado tanto jodido tiempo, sangre, sacrificios y dedicación tenerla hoy aquí a mi lado y no iba a dejar que cualquier imbecil me la arrebataran, no me importa si son todos los líderes de mafia juntos, si se acercan a ella pagarán un precio caro.
Llegamos al centro de todo el motín de hombres que se apuntan mutuamente encontrando al líder de los griegos, Alexandros Mavros esta jodidamente casado aparte de tener más de cuarenta años, no puedo entender como quiere a mi mujer teniendo esposa y según los rumores la ama con locura, asi que no entiendo, si no es para hacerla suya ¿para que la quiere? me acerco hasta estar frente al hombre que busca a mi mujer, no es lo suficientemente grande para ser padre de ella, pero está tan cerca que la idea de que se la quiera llevar instala el vómito cerca de mi garganta.
Vitaly: Estás muy lejos de tu territorio.
Alexandros: Y aún así llegué hasta tu casa.
Su acento marcado al hablar ruso estremece a algunos de mis hombres más nuevos por la voz tan áspera y fría que uso, nada que ningún otro pakhan no usaría, pero son nuevos y no tendrían que estar aquí.
Le dejé mis mejores hombres a ella.
Me molesta que tenga razón, no está en su territorio, no tiene a todos sus hombres y fue lo suficientemente inteligente para burlar a los míos sin matar a ninguno en el proceso, está claro que sólo sucedió porque estaba demasiado distraído intentando contentar a mi mujer y no será algo que se vuelva a repetir.
Mi vena protectora y posesiva no permitiría que estén tan cerca de ella una segunda vez, con esta es más que suficiente por toda mi vida y quizá las diez siguientes.
Mikhail: ¿Qué quieres con mi mujer?
Respiro profundamente para no dispararle como quiero hacerlo porque eso no hará que mi mujer me ame más, en cambio le hago un movimiento de cabeza al líder de los griegos para que responda la pregunta.
Alexandros: No hay un, su mujer aquí, ella es mía, nació siéndolo.
Siempre fui fiel creyente de que las palabras hieren más que las balas y no conocía el alcance de las mismas hasta que la palabra mía dirigida hacia mi mujer salió de la boca del enemigo, las armas de los que ahora tendrán que ser mis compañeros en esta locura de matrimonio poliamoroso se levantan en dirección al griego y los hombres de este igualan el movimiento.
En menos de diez segundos todos los hombres presentes están con las armas en alto apuntando a todos y a nadie a la vez mientras que Alexandros y yo nos miramos fijamente como si eso hiciera que el otro muera.
Dmitri: No te acercarse a nuestra mujer.
Konstantin: Sobre mi cadáver.
Alexandros: Eso se puede solucionar, estoy seguro que ella no estará feliz por ello, pero se le pasará.
Su arma se levanta y el cañón apunta directo a mi frente así que hago exactamente lo mismo, el tiempo parece detenerse a nuestro alrededor mientras algunos de mis hombres disparan y los de él igual, pero a nosotros nada nos mueve de nuestro lugar, cuatro pasos son los que nos separan de que nuestros cañones estén tocando nuestras frentes y es una sorpresa que no pase un alma entre medio, a mi espalda los demás hombres a los que tengo que confiarles mi vida aunque no quiera se ocupan sabiamente de que no me disparen desde cualquier lado.
Sigo sin confiar del todo.
Por eso cuando algo se acerca a mi por el rabillo del ojo giro levemente mi cabeza para seguir mirando de reojo al griego que al igual que yo parece estar ocupado mirando a la mujer más sexy que haya visto venir hacia nosotros con mirada de muerte y un arma en cada mano.
Mi mano libre tiembla al verla aquí con solo el saco del traje que le pusimos, pero ignoro eso y me preocupo más por qué está aquí, no debería de estarlo, deje a diez de mis mejores hombres para asegurarme de que no saldría y nadie la lastimaría.
Rodarán varias cabezas.
Génesis: Odio que me encierren y no soy una puta damisela en apuros joder.
Gruñe antes de ponerse entremedio del griego y yo y levantar ambos brazos para apuntarnos a ambos con las armas, bajo la mía sin querer apuntarla y el otro hace lo mismo afortunadamente antes de detener a sus hombres.
No debería de sentirme excitado que me apunte con el arma, pero lo hace, mi polla se levanta firme y dura dentro de mis pantalones observando el arma tan cerca de mi frente empuñada por su suave y delicada mano, misma mano que hace unos momentos rodeaba mi polla.
Definitivamente no debería estar a punto de correrme en los pantalones, pero juro que si saca el seguro del arma lo haré.
Vitaly: No me mires así conejita que me corro.
Sonrió porque no puedo evitarlo con ella, que me mire como si quisiera matarme y besarme al mismo tiempo me excita, ver las marcas en su cuello y su cabello enmarañado luciendo como si acabarán de follarla me tiene al borde.
Alexandros: Cállate imbécil no hables así con ella.
Génesis: Silencio los dos —baja el arma y empieza a caminar hacia el griego, la sigo porque si intento detenerla querrá matarme y eso hará que me corra en los pantalones delante de todos mis hombres— ¿Tu que haces aquí?
Frunzo el ceño y miro el rostro de mi mujer, no hay incertidumbre en el y sus palabras lo confirman, se conocen.
¿Cómo es que algo así se me pudo escapar?
Alguien tiene que haberlo ocultado y estoy seguro de saber quién fue.