capitulo III

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Al día siguiente dos enormes policías militares me recogieron y me condujeron hasta la plataforma de despegue. Les pregunté porque no me quitaban los grilletes, su respuesta fue que no estaban autorizados para ello.  ¡No estaban autorizados!, yo acepté lo que ellos me propusieron, pues estos temían que huyera o me estaban ocultando algo. Lo único que sabía de mi destino era que iba a una base donde se encargaban de extraer un mineral rarísimo en la Tierra con el que duplicaban la potencia de las bombas nucleares ademas de producir una ilimitada energía eléctrica. Los países pagan su peso en oro, éramos los únicos que teniamos la tecnología aparte del dinero que costaba su extración y posterior traslado hasta la Tierra. También realizaban experimentos de lo que no trascendecia nada, es decir que eran secretos.

Mi general fue quien ordenó a esos polifontes que me quitasen los grilletes, me dió el uniforme para que me lo cambiara por el mono de presidiario. Mientras lo hacía me deseó suerte para mi nueva misión, que pronto volvería a estar donde verdaderamente me pertenecía, que era en mi compañía y al mando de mis hombres, pues éste me dijo que diez años no eran nada, que cuando me fuera a dar cuenta estaría otra vez en casa.

Despegué de Cabo Cañaveral, un jueves a las 21: 52 exactamente. Cuatro horas después de dejar la órbita terrestre ya obtuve permiso del capitán de la nave para abandonar mi asiento y disfrutar del magnífico espectáculo que desde allí arriba ofrecía la Tierra. Mi hogar los últimos treinta y cinco años. Mi único anhelo era cuando volvería a verla. Si es que algún día volvía que no las tenía todas conmigo. Me sacudí la nostalgia y decidí mirar hacia delante. Empezar desde cero en mi nuevo destino, aprovechando la oportunidad que la providencia o lo que fuese me ofrecía.

- ¿ A qué hora esta prevista nuestra llegada ?. - pregunté al capitán con el afán de entablar una conversación para que el viaje se hiciera más ameno y aguantable.

- Dentro de unas horas alunizaremos. - me respondió escuetamente, demostrándome que no necesitaba de mi entretenimiento. Para él solamente era otra carga como la que transportaba en la bodega de su nave.

Su segundo al mando intentó disculparlo tachándolo de ermitaño. Yo le agradecí el gesto y aproveché la ocasión para solicitarle permiso para curiosear por la nave.

Mi deambular por los pasillos estrechísimos de la nave me llevó hasta sus bodegas de cargar. Entré, no tenía nada que perder y mi curiosidad pudo más que yo. Me sorprendí al comprobar la gran cantidad de armas, que jamás había visto, y munición que transportábamos. No era nada habitual tanto poder bélico para una simple colonia minera sino para comenzar una guerra. No le dí mayor importancia al asunto, pues seguía siendo un soldado y como tal no era mi deber hacer conjeturas solo obedecer y esperar que mis superiores supieran lo que hacían.

Después de patearme toda la nave de un lado a otro hallé un camastro, me recosté en el sin dejar de pensar como había llegado  a esa situación. Mi vida era un desastre desde el día de mi nacimiento, absorto en mis pensamientos fui vencido por el sueño.

No recuerdo cuanto tiempo estuve dormido, me despertó el segundo de abordo instantes antes de aterrizar para que volviera a ocupar mi asiento en la gabina. No antes de recriminarme mi larga ausencia y el malestar que ello había creado en el capitán.

Aterrizados sin novedad, se notaba que el piloto de la nave estaba acostumbrado a hacerlo. Nos recibieron dos individuos pertrechados con trajes  de aislamiento. Antes de entrar en la estación lunar fuimos  devidamente decontaminados uno a uno en una pequeña cámara presurizada.

Fui conducido hasta el teniente de seguridad interna Logan. Que me dió la bievenida a Marte y sus dos lunas. Probos y Delmos. Donden no ocurría nada en cincuenta millones de kilómetros a la redonda y la única diversión que iba a tener después de desempeñar mi trabajo iba a ser observar las estrellas y ver películas  en la sala de proyección.

Me confesó que aparte de la extración de minelares, durante los últimos cuatro años el ejército ha utilizado estas remotas instalaciones para llevar acabo varios proyectos secretos, incluida la investigación sobre los viajes espaciales interdimensionales con el fin de contactar con otras civilizaciones. Hasta ahora habían conseguido abrir las puertas de comunicación entre Phobos y Delmos, de tal modo que intruducían objetos por una y esperaban a ver como parecían por la otra. Recientemente las puertas se habían abierto peligrosamente inseguras. Decidieron dar el gran paso y dejar de experimentar con objetos para mandar a soldados. A los que no desaparecían y conseguían volver, lo hacían con el juicio totalmente perdido. Contaban barbaridades, relataban que unos horribles seres sedientos de sangre les atacaron sin compasión, mutilando a los heridos para a continuación devorarlos cuando aún continuaban con vida. Los supervivientes eran trasladados a la enfermería para su curación y comprobar como afectaba el viaje interdimensional en los cuerpos de los soldados. Hasta el día de hoy no han podido realizar dicho examen, pues a las pocas horas de la recuperación de nuestros hombres sus cuerpos estallaban, como si de una granada se tratara.

Como era natural todo esto que me estaba narrando era de alto secreto, pero porque me lo  contaba a mí, era el nuevo, el recién llegado. Me daba la impresión que me lo confesaba por que sospechaba que jamás lograría que esta historia saliera fuera de la base.

En los informes militares que mandaban a la Tierra, convenientemente manipulados, reflejaban un pequeño contratiempo en la investigación. Aunque todo se hallaba bajo control.

Hacia unos días recibimos un confuso mensaje de la subestación que teníamos  en Delmos. En él se nos cumunicaba que necesitaban refuerzos, estaban siendo atacados. Algo verdaderamente diabólico estaba surgiendo por aquella puerta interdimensional. Los sistemas informáticos se volvieron locos hasta que dejaron de funcionar durante un tiempo que si saber por qué se restablecieron solos volviendo a la normalidad. El resto de la comunicación resulto incoherente.

Posteriormente Delmos se desvaneció, literalmente en el aire. Todo intento por comunicarnos con nuestros compañeros de la subestación ha resultado una pérdida de tiempo absoluta. Ni siquiera conseguimos localizarlos en nuestro radares.

Soldado espacialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora