Crepúsculo sempiterno.

58 5 2
                                    

-Entonces... ¿Tú dejaste el vaso de agua sobre aquel mueble? -dije con los ojos llorosos. Estábamos recargadas sobre el barandal de madera exigua, vetusta y marrón. Habíamos estado ahí platicando durante unos quince minutos y el crepúsculo seguía ahí, manteniéndose como si nunca fuese a acabar.
-Así es -respondió aquella Flor. Digo aquella porque esta Flor es muchísimo mayor de lo que era cuando la conocí. Es como si le hubiesen rociado agua y hubiese crecido unos quince o veinte años más. Todo lo que nos rodea es de madera vieja pintada de un color carmín, casi como la sangre (por favor no le den una denotación misteriosa o peligrosa a la palabra sangre, es sólo para describir). Parece que estamos en el balcón de algún edificio bajo. A la izquierda, un edificio idéntico al en el que estamos cruje gracias al viento frío. A la derecha, casas de cemento sin pintar de un solo piso. El crepúsculo sigue sin dar paso al anochecer. Flor me ve de reojo y voltea rápidamente hacia el cielo.
-Me avergüenza tanto que estés aquí, Margo -dice-. Nunca quise que te pasara esto. Es sólo que...
Se echa a llorar. Se cubre el rostro con las manos y lanza suaves gemidos al aire. El crepúsculo sigue arriba... ¿Por qué no se va? De repente mi mente es asaltada por el recuerdo de la canción Winds Of Change de Vance Joy, una canción tan alegre como para este cuadro tan deprimente.
-Flor... -digo, tocándole el hombro derecho-, ¿dónde estamos?
-Es que, Margo -calla un segundo-, no lo sé. No sé qué es este lugar. -Sus ojos muestran desesperación, están rojos y tan abiertos que se rasgarían si se abrieran más. Tiene miedo... Terror.
Hace frío. Tanto que mi piel está de gallina y mis dientes quieren tiritar, mas los reprimo: primero Flor, luego el frío.
Flor es tan alta, esbelta y bella. Si no estuviésemos ahí, juraría que estaría como modelo en pasarelas. Sin embargo, está ahí, sin maquillar con unos simples, vetustos y horrendos pantalones de mezclilla, una playera cualquiera color carmín que combina con sus cabellos y una mirada hórrida. No obstante, logra abrir la boca, obligándose a escupir las palabras.
«No sé cómo decirlo... Llevo aquí muchísimo tiempo, Margo. Muchísimo. Años, quizá. Pero no importa, aquí el tiempo no importa, ¿entiendes? Es irrelevante. No sé cómo describirlo, pero carece totalmente de importancia. Todos los días pasan igual, nunca hay amaneceres ni anocheceres... sólo crepúsculo. Nunca cambia. Después de un tiempo te acostumbras, claro, a comer, dormir, caminar y pensar bajo la luz crepuscular. Pero te desesperas... Sólo las nubes cambian de posición. Tampoco hay luna, ¿ves? Y si no hay luna, no hay mares que controlar, por lo tanto no hay peces.»
Calló. Se hundió en un gemido agudo y apretó las manos contra su pecho, mirando a Margo, suplicante.
-Margo, esto es el infierno.

¿Dónde está Margo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora