Capitulo 3

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-¿QUE? -Exclamó alarmada Lana. Claramente no esperaba aquel desenlace.

-Que es una cita. Apostaste, acepte. Ahora si te retiras, pierdes. -Sonrió socarronamente aquel muchacho inteligente. -Digamos que si yo pierdo, pago tu comida durante toda la semana. Pero si tu pierdes... -Dejó la frase en el aire y entrecerró los ojos con malicia, aumentando su sonrisa. Causó el efecto deseado, pues Lana se encontraba quieta, muy quieta, con los ojos abiertos de par en par por el estupor. -Pues deberas dejar de ser tan malhumorada conmigo y conversar animadamente, por no decir que tendras que salir conmigo cada vez que yo quiera, claro, solo durante una semana.

-¿Estas loco? 

-No, soy justo. ¿Sabes el dinero que deberé invertir si pierdo? Lo justo es un equivalente.

-¿Y porque debo ser buena contigo solo durante una semana? -A Lana le habia llamado la atencion el tiempo que habia determinado para cumplir la apuesta.

Leandro se acercó aun mas y susurró.

-Solo necesito una semana para que no quieras despegarte de mi...

Ambos se miraron fijamente a los ojos. Lana sentía que su pulso subía y subía sin parar. Tenia un orgullo muy grande, orgullo que muchas veces le costo caro y era aquel él que no le permitía ceder ante las respuestas que su cuerpo le daba a la presencia de aquel muchacho. Quería golpearlo por engreído, quería que no soltara su mano, quería ser capaz de sonreirle sin que supiera casi un dolor físico, quería saber de su vida, de sus padres, si tenía novia... Tenerlo tan cerca solo conseguía marearla, abrumarla. Lana siempre había sido una muchacha pasional. Así como se enojaba, sentía todo lo demás. Era común que frente a un chico se dejara llevar por el impulso que le naciera, pero usualmente, eso ocurría cuando salia con sus amigas. En ese ámbito, no necesitaba interactuar demasiado, conseguía lo que necesitaba y punto. Pero esto era distinto. Sentía nervios. Leandro, aquel vecino que simplemente había conocido hacia una semana, estaba despertando en ella todo tipo de sensaciones. Por un momento, tan solo un momento, miro su boca, de manera inconsciente, pensando en que el orgullo podría irse de vacaciones un rato, lo que sea que le tomase probar su boca...

-¿Que sucede? -Preguntó el muchacho, intrigado por la expresión ausente de Lana.

"Rápido, di algo, ¡pronto!" Pensó.

-Tienes el bigote y la barba con pelitos cobrizos.

Inmediatamente cerro los ojos con fuerza, maldiciendo por dentro. ¿Que clase de cosa era esa? ¿Era necesario quedar como idiota una y otra vez frente a él?

-¿Eh? -Contestó desconcertado, alejándose levemente. Se tocó la barba casi sin notarlo. -Ah sí. No se por qué, pero si, tengo cabellitos cobrizos.

-Tengo hambre, así que si me disculpas... -Lana solo quería salir corriendo de allí, se sentía una estúpida y eso no era nada apetecible. No solía comportarse así, no solía interesarse tanto, pero no lograba recomponerse. 

Leandro inmediatamente se puso a su lado, sin detenerla.

-No creas que puedes escapar. Ya sabes que si te retiras, pierdes. Y si pierdes, eres mía una semana.

No había usado ningún tono en particular, pero la parte mas lasciva de Lana prendió una luz y logró estremecerla. 

-Calla, no me estoy retirando. Solo que tengo mucha hambre y de todas formas estaba dirigiéndome al McDonalds. Si tardamos demasiado, cerrará. Y para tu información no soy de nadie.

Continuaron hasta llegar al local, atestado de gente. La irritación de Lana crecía a cada segundo que pasaba y Leandro parecía estar disfrutando toda la situación. Iban avanzando muy lentamente en la fila, no habían notado el piso húmedo y resbaloso.

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