Capítulo 12

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Ira. Ira como pocas veces había sentido en su vida. Una ira que abrazaba cada célula, cada gota de sangre. Ira y frustración, un descontrol que la poseía de la manera más burda y absurda. Vergüenza, sobre todo, por la humillación pública. Por hacerle sentir que valía tan poco que ni siquiera podía resguardar su dignidad.
Lana sintió que se transformaba en alguien más, en algo más... Saboreó algo metálico en la boca, no reconoció qué. Sin saber exactamente qué hacía y con el pulso acelerado, se levantó y caminó a grandes zancadas hacia donde estaba su novio. Le tomó dos segundos cruzar esa distancia. Sus pasos marcaban la voracidad que le consumía el interior.
Tomó a Facundo por el hombro y lo obligó a girar bruscamente hasta quedar frente a ella y como si ya no fuese ella misma, o mejor aún, fuese una nueva versión, con el puño cerrado saliendo desde su cintura, lanzó un golpe que impactó de lleno en la mandíbula del muchacho.
Lana procesó todo en cámara lenta gracias al subidón de adrenalina que experimentaba pero en realidad todo había sucedido tan rápido que Facundo no tuvo oportunidad de esquivar el golpe. Trastabilló hacia atrás, perdiendo el equilibrio rápidamente, derramando todo el café del vaso que llevaba en la mano.
Automáticamente Lana cambió de objetivo y se lanzó hacia la chica de cabello oscuro, que miraba la escena presa del pánico. Lana la tumbó en el piso y comenzó a darle cachetadas en el rostro. Sabía que ella no era completamente responsable pero no podía ser racional en ese momento. Iba posesa de un odio que le quemaba como un fuego indomable y necesitaba expulsarlo antes de que se desayunara su alma.
Rápidamente la gente se agolpó a su alrededor; gritos de todas partes colmaban sus oídos pero ninguno penetraba su conciencia. Unos brazos intentaban separarla de su presa pero ella luchaba ferozmente. Levantó la vista justo a tiempo para ver quién la empujaba hacia atrás con fuerza, provocando que su cabeza se reventara contra el suelo. Facundo prácticamente la tacleó para proteger a su nueva conquista.
Lana intentó incorporarse pero el golpe la había aturdido. De pronto todas las voces que la ira había mantenido a raya, se alzaban y le colmaban los tímpanos.
Alguien la agarró de las axilas y con cuidado la ayudó a sentarse. Una muchacha rubia de ojos grises la examinaba preocupada.
—¿Estás bien? Te golpeaste muy fuerte la cabeza, ¿quieres que te acompañe a la sala de enfermería?
Ella la miró, aún aturdida, para luego enfocarse en el caos que tenía delante. Facundo examinaba el rostro de la chica mientras algunas personas parecían gritarle cosas no muy bonitas.
Sintió como se avivó el fuego dentro suyo y sin incorporarse del todo, comenzó a gritarle a viva voz.
—¡ERES UN MALDITO ENFERMO HIJO DE PUTA! ¿EN MÍ CARA? ¿TENÍAS QUE HACERLO EN MI PROPIA CARA? —Cuando utilizó esas palabras algo se iluminó dentro suyo y cayó en la cuenta de lo obvio. Abrió los ojos tan grande como pudo. —¡EN MI CASA! ¡HIJO DE PUTA, EN MI CASA! ¡TE VOY A MATAR!
Lana se lanzó una vez más contra su ahora ex novio, pero solo consiguió arañarle el rostro porque alguien le envolvió los brazos alrededor del estómago y contuvo el salto. Comenzó a luchar para soltarse, no podía hacer otra cosa más que pensar en dañarlo, lastimarlo tanto como él la había lastimado a ella.
—¡Estás loca! ¡Eres una maldita loca de mierda! —Facundo ni siquiera intentaba disculparse, si no todo lo contrario. Estaba furioso. —¡Hay que internarte de lo loca que estás! ¿Cómo vas a atacarnos así? ¡Demente!
—Oye, oye, vamos, te acompaño a la sala de enfermería, ya no hay nada que productivo que hacer aquí.
La chica rubia la empujaba con suavidad para sacarla de allí antes de que las cosas escalaran en gravedad. Le dirigió una mirada asesina al muchacho, que trataba de cubrir a la Jane Doe recién golpeada, antes de volver a mirar a Lana, que aún bufaba como toro enfurecido.
—¡Vas a tener que disculparte por esto! ¿Oíste?
Increíblemente, la muchacha no perdió la cordura al escuchar lo último que le dijo su ex pareja. Se rió con sorna y dejó de forcejear.
—Eres un maldito perdedor chupasangre que pretendía que lo mantuviera. Un patético precoz incapaz de provocar un orgasmo decente y ni siquiera eres tan guapo. Si vas a quedarte esperando que pida disculpas por romperte la cara, ve buscando una silla porque vas a esperar un rato largo.
Todos enmudecieron y el rostro de Facundo palideció casi por completo, a excepción de uñas manchas rojas que iban tiñendo de vergüenza su rostro. La chica con la que le había sido infiel abrió la boca con sorpresa. Todos estaban estupefactos.
Un murmullo in crescendo se hizo oír hasta que Lana decidió dar media vuelta y retirarse. Podía tomarse el día dados los acontecimientos. A su paso, unos aplausos la tomaron por sorpresa. Miró por encima de su hombro y vio que eran dirigidos a ella.
Había Sido valiente y había mandado a volar al idiota de Facundo. Había cortado una de las cadenas que la mantenían prisionera y encima lo había puesto en su lugar.
Era su propia super heroína.

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