—Papá... ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está mamá? —Preguntó intentando dominar el pánico que crecía en su interior. Podía notar como el aire comenzaba a escasear.
—Se está dando un baño. —Su padre le dio un sorbo silencioso a su taza de café con la mirada clavada en sus ojos. Era la personificación del hielo. —Cuéntame, ¿cómo has estado últimamente?
Lo sabe, pensó. Lo sabe y ahora va a matarme por no avisarle.
Facundo cerró la puerta y se sentó frente a ella. Su expresión era indescifrable.
—Verás, papá... —Tragó saliva. ¿Acaso su novio la había delatado? —Justamente ayer... Me sentí un poco mal... Pero me encuentro bien ya, de verdad.
—¡Mentira! —Si tenía dudas sobre cómo se había enterado su padre, ahora estaban resueltas. Facundo se mostraba colérico. —Tuviste una crisis y una fuerte. Dile la verdad a tu padre. John lo sabe todo.
—Gracias Facundo, pero preferiría hablar a solas con mi hija. —Su padre ni siquiera se había molestado en mirarlo. En realidad nunca le había caído bien aquel muchacho. Él le echó una mirada cargada de reproche y para sorpresa de Lana, en silencio se levantó y se encaminó al cuarto de la muchacha.
—Oye papá no tienes...
—Teníamos un acuerdo. —La interrumpió.
John Shark tenía una capacidad que Lana no le había visto nunca a nadie más. En algún punto le envidiaba. Él podía esconder todas sus emociones y solo mostrar frialdad. Lo hacía principalmente cuando estaba enojado. La muchacha recordaba todas las veces que lo había hecho enojar a tal punto que su rostro se volvía una fortaleza impenetrable. A Lana le dolía el alma cada vez que la veía así.
Siempre se había sentido maravillada por su padre. Era un hombre alto y robusto que de pequeña le daba la sensación de ser fuerte como una montaña. Y así también era su voluntad: inamovible. John le había regalado todos sus genes, el rostro de su hija llevaba consigo todas sus facciones, a excepción del color de ojos, ese se lo dio su abuela. La madre de su padre. Esto siempre le había inflado el pecho de orgullo, pero en momentos como el que estaba viviendo, le costaba recordar porque admiraba tanto a un hombre al que le temía con semejante intensidad.
—Lo sé... —La voz le tambaleaba. Le costaba pensar con claridad. Su padre la intimidaba tanto que siempre tenía dificultad para armar sus ideas. —Pero de verdad papá, Facundo está exagerando...
—Lana, honestamente, poco me importa la intensidad de tu "problemita". —Las comillas que utilizó fueron humillantes para Lana, que ya comenzaba a sentirse pequeña. —Teníamos un acuerdo y lo rompiste. Lo que es peor, me entero por el mediocre de tu novio. Ahora haremos las cosas a mi modo.
—Papá no quiero... Por favor... —No le quedaba más que una súplica inútil, una vez que su padre se decidía, no había nada ni nadie que pudiera convencerlo de hacer lo contrario.
—Mañana mismo buscarás una psiquiatra. Para el final del día quiero un turno médico arriba de la mesa.
Derrotada, la muchacha asintió sabiendo lo que le esperaba. Hasta que no fuera completamente independiente no tenía escapatoria. Su padre no era un hombre que conociera el "no" como respuesta.
Aguardó de pie unos momentos. Esperaba que John le preguntara, al menos, como se sentía o qué había desatado su crisis. Pero el silencio -y la distancia- reinaba entre ellos.
Sintiendo un nudo en la garganta, se dio media vuelta y se fue hasta su habitación, necesitaba con todas sus fuerzas tirarse en su cama y dejarse engullir por ella. No podía evitar sentir que todo le salía terriblemente mal, siempre.
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Sálvame
RomanceUn corazon roto y un pasado que atormenta... Nada parecia querer cambiar en la vida de Lana Shark, una triste y solitaria muchacha de ojos verdes, hasta la madrugada del 9 de julio... Esa noche todo cambio para siempre.