Capítulo 5

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-Bueno pues, ¿a donde vamos? -le preguntó al muchacho.

-Aquí cerca hay una plaza muy bonita, con bastante verde, donde podremos ejercitar tranquilos. -le respondió con una mirada difícil de descifrar. 

Ambos emprendieron la caminata. Leandro la observaba sin disimulo y Lana se sentía incomoda por ello. No comprendía el por qué de su mirada intensa y sus nervios comenzaban a crecer.

-Oye no te hagas ilusiones ¿ok? -le espetó de pronto para romper aquel silencio tenso. -No esperes que haga mucha gimnasia porque no me van esas cosas.

-Si no vas a hacer nada, ¿cual es el sentido de venir conmigo? -El muchacho sonreía de lado, provocativamente.

-Me estas obligando.

-Si quieres puedes volver a dormir. Te acompaño hasta la puerta y todo.

Lana maldijo por dentro. No respondió nada y la sonrisa en su rostro se hizo aun  mas grande.

-Prometo quitarte todo el mal humor. -La muchacha se ruborizó al instante al notar una leve nota de doble sentido en el tono de voz de su vecino. 


Llegaron a la plaza y Lana respiró aliviada. Estaba vacía, calculaba por el horario. Poca gente salia a pasear o a hacer ejercicio en horario de oficina. Si algo no le hacía falta en este momento era que la vean hacer el ridículo. Leandro pareció notar el alivio de la muchacha y divertido le comento:

-Nadie va a verte caer de culo otra vez, no te preocupes.

Lana, con las mejillas ardiendo, volvió a tirarle un golpe de puño, pero Leandro estaba  atento y la esquivó. Le tomó la muñeca en el aire y tiró de ella hacia su pecho. La sostuvo con firmeza pero sin ejercer fuerza para lastimarla. Con ojos hambrientos le miro la boca por largos segundos. Lana se encontraba casi en shock. El muchacho era muy odioso pero tenia que empezar a aceptar que le resultaba muy atractivo. Tragó saliva muriéndose de los nervios, no sabía que podía pasar a continuación y la anticipación la estaba volviendo loca.

-Hay que empezar a trotar. -Dijo Leandro, rompiendo el  momento. Estaba provocandola, estaba jugando con ella. Lana lo sabía, estaba haciéndose desear. 

Con el orgullo herido y la necesidad de competencia latiendo en su pecho, se lanzó a la carrera. Sin mucha prisa, pues no tenia estado físico y se cansaría al instante si no media su energía, sus pies agradecían correr sobre la hierba y no sobre el asfalto. Intentó controlar su respiración y lo hizo bastante bien hasta que su vecino la alcanzó.

-Ya le di dos vueltas al parque y tu no terminaste la primera. ¿Por qué eres tan lenta? -se mofó el muchacho.

-Te odio. De verdad eres un dolor en el trasero. -le respondió dirigiéndole una intensa mirada cargada de odio. Claro que por no mirar el camino tropezó con un banco de cemento que había delante de ella. Golpeó la rodilla contra el frío material y luego cayó estrepitosamente contra el césped. Sus ojos se llenaron de lagrimas mientras intentaba controlar el dolor físico pero gracias a la vergüenza que se abría paso en su interior le resultaba extremadamente difícil. -¡JESÚS!

Leandro intentó ayudarla pero ella se corrió inmediatamente. Lana detestaba recibir ayuda. 

-¿Duele? 

-¡Y A TI QUE TE PARECE! -le gritó respirando pesadamente. -¡NO SE POR QUÉ DEMONIOS TE HICE CASO! ¡NO DEBERÍA HABER VENIDO!

Leandro la observó unos segundos y luego hizo algo que la descolocó por completo. Se agachó y la envolvió con fuerza entre sus brazos. Lana forcejeó levemente pero lo hacía solo por costumbre porque la verdad era que le resultaba reconfortante. El dolor comenzó a amainar y pronto pudo recuperar el aliento. Se permitió sentir su perfume y pensó que era de los aromas mas ricos que había sentido en su vida.

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