Capítulo 14

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Lana se mantenía en silencio mientras su cabeza jugaba una carrera de fórmula 1.
¿Dijo lo que dijo?
¿Qué significaba realmente?
¿Ella se sentía igual?
¿Era una buena decisión soltarse tanto a una semana de separarse?
¿El sexo había sido un error?
—¿Te asusté? —Leandro se había incorporado y la observaba con curiosidad.
—No, en realidad, me asustó de mí misma —Respondió con honestidad —. Temo lo que pueda pasar si me dejo llevar...
—Oye... —El muchachos se arrodilló frente a ella y le tomó las manos —. No pienses tanto. Estamos en el mismo plano. Sé que suena súper trillado, pero no me ha pasado con nadie lo que me pasa contigo. Me siento maravillado; quiero hablarte todo el tiempo, quiero besarte, acariciarte, cuidarte...
—Si pero... Soy muy intensa. Si me suelto te asustarás y querrás irte.
Una lágrima se escapó silenciosa por el rastro de Lana. El miedo latente al abandono y la soledad hacía acto de presencia. Leandro se la seco con una suave caricia.
—Lana te estoy diciendo que me estoy enamorando de ti y tú te preocupas por tu intensidad... Eres de lo que no hay.
Ella sonrío con timidez y lo abrazó un tanto avergonzada.
—No temas. A mí me gustas así como eres —La obligó a mirarlo —. Apenas puedo vislumbrar todo el daño que cargas. Te prometo que no me iré.
Se sentía una idiota al llorar después del momento increíble que había vivido, pero no lo podía evitar. Leandro le había tocado una fibra con sus palabras y entre sus brazos tenía la sensación de estar en un lugar seguro.
—¿Todo bien? —Tammy se había acercado hasta la puerta —. En diez minutos cenaremos.
—Si, no te preocupes —en cuestión de segundos Lana se colocó la máscara que llevaba frente al mundo —. Enseguida vamos.
Leandro la observó ligeramente sorprendido por la velocidad con la que se recompuso, aunque la entendía. Aún no sabía ni el uno por ciento de su historia, pero percibía lo rota que estaba. En sus ojos había un grito desesperado de ayuda y en su piel veía las cicatrices del desamor.
Lana se movía como si nada, pero Leandro se había percatado de las marcas en su brazo izquierdo. Sospechaba que ella olvidaba que las tenía, aunque eso no había evitado que las viera. No le dijo nada porque no quería incomodarla; por cómo había reaccionado anteriormente, traer el tema podría provocar una distancia entre ellos y Leandro no se creía capaz de alejarse de su vecina.

Cenaron entre risas y salsa. Tammy y Leandro congeniaron muy bien y Lana, por primera vez en mucho tiempo, se permitió estar presente sin agobiarse por lo que podía pasar.
Esto puede ir bien, después de todo... Se dijo para sus adentros.
Después de lavar los platos, Tammy se disculpó y avisó que iba de salida.
—No vuelvo a dormir, por mucho que quiera quedarme aquí para hacerles compañía, así que disfruten —les dijo guiñándoles un ojo.
Lana se puso colorada.
—No te defraudaré —Leandro le siguió el juego y la muchacha no daba crédito a sus oídos. Del rojo pasó al violeta en segundos. Avergonzada, le atinó un golpe en el hombro a su vecino mientras su amiga desaparecía por la puerta a pura carcajada.
—¿Te gustaría ir por un helado? —Le preguntó sobándose el hombro.
—No tengo dinero —Le respondió al instante, sin pensarlo.
—Yo no te pregunte si tenías dinero, te pregunte si querías ir por un helado.
Ella levantó las cejas, sorprendida. Era algo usual que cuando se encontraba sin efectivo, se suspendieran los planes. Facundo nunca le invitaba nada, por eso, cuando Leandro utilizó ese tono que contaba obviedad, le resultó una sorpresa.
—¿Vas a dejar que te invite? —Insistió.
—Bueno, vamos. Pero yo elijo mi propio sabor.
Su vecino la miró extrañado y ella se quiso golpear por dentro. Claro que podía elegir su gusto. El único infeliz que no la dejaba hacerlo era su ex.
La muchacha fue hasta su cuarto a cambiarse. Esto podía ser lo más parecido a una primera cita, quería estar medianamente decente. Eligió una falda de jean corta y rota y una remera por arriba del ombligo. Algo casual, pero sexy.
Leandro la observaba embelesado apoyado en el marco de la puerta. Ella fingió no darse cuenta y le ofreció poses provocativas "casuales". Él tuvo que hacer uso de toda su voluntad para no arrancarle la ropa y convertirse en devoto de su cuerpo sobre la cama. Realmente quería invitarle un helado.
—Listo —le dijo, olvidando que estaba fingiendo que no sabía que la observaba—. ¿Vamos?
—Yo no sé cómo haces para ser tan hermosa...
Se sonrojó y al mismo tiempo una sensación extraña se apoderó de su estómago.
Leandro avanzó hacia ella hasta quedar a escasos centímetros. Acarició su rostro con suavidad antes de darle un suave pero intenso beso en la boca.
Nunca voy a poder acostumbrarme a esta sensación... Increíble...
Si no nos vamos ya, te voy a tener que hacer el amor... —Le susurró contra su boca. Y le creía a la presión que hacía su pantalón contra su pelvis. Lana se detuvo a pensar si el helado era realmente necesario.
—Vamos, vamos —dijo finalmente—, necesito algo dulce para recuperarme.

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