"Hola"
"Cómo estás?"
"Hey, lo siento..."
"Leandro ¿vas a dejar de hablarme?"
"En dos días vuelvo a la facultad y al departamento donde me quedo durante las clases. No vas a responder?"
Soy una idiota, pensó. No puedo con mis celos.
A Lana le costaba mucho trabajo controlar su ansiedad y su angustia. Había intentado dejar de pensar en su vecino y enfocarse en Facundo, pero aunque le ponía mucho empeño, no lograba sentirse como antes, algo se había roto. Incluso había evitado el sexo todo lo posible. Ya casi no le quedaban excusas para rechazar a su novio por lo que iba a tener que ponerse creativa.
Leandro continuaba ignorando sus mensajes y hacía que todo le costara el doble. Su humor había empeorado -como si fuese posible- e incluso debía esconderse de sus padres, que estaban aparentemente molestos porque no había logrado conseguir un turno con la psiquiatra para los próximos días, sino recién para dentro de dos semanas. Cualquier pretexto era bueno para hacer un comentario mordaz sobre lo conveniente que resultaba todo para Lana.
Por separado, sus padres eran complicados, pero cuando compartían el mismo espacio... Le hacían sentir una frustración pocas veces vista. Lana intentaba contentarlos, intentaba hacer lo que ellos querían que hiciera para que al fin pudiese escucharlos decir aquello que tanto deseaba: "Estamos orgullosos de ti, Lana". Pero era algo que simplemente no sucedía. Ni siquiera en lo que al estudio respecta. Sus padres no parecían notar la necesidad en su alma de recibir su aprobación legítima. La muchacha, en algún momento, terminó por aceptar en su corazón que nunca lograría hacer lo suficiente para hacerlos felices, auténticamente felices de ser sus padres.
Era la última noche que pasaba en la casa donde había crecido. Se sentía realmente nerviosa, dentro suyo, una explosión de energía imposible de canalizar le hacía caminar de un lado a otro. Quería comer pero cuando abría la heladera, nada le apetecía. Pensó en escuchar un poco de música, pero, como con la comida, nada le satisfacía. Decidió pasar un rato en la terraza, por lo menos en la soledad de la noche podría esconder sus ansias.
La verdad era que sentía que si tan solo le respondiera un mensaje... Todo estaría bien.
Tomó sus cigarrillos y su manta y se esfumó.
Mientras el humo formaba figuras exóticas y extrañas delante suyo, Lana imaginaba como sería su vida si fuese alguien más... normal. Alguien que fuese capaz de hacer las cosas correctamente y que no sufriera trastornos mentales. Alguien que fuese capaz de disfrutar sin el peso del dolor en su espalda.
Se sentó contra la medianera que separaba su casa de la de los vecinos. Le echó una ojeada a su teléfono. Nada. Pensó en enviarle otro mensaje, pero ya no quería insistir. No toleraba la idea de verse como una pesada. Para resistir la tentación, decidió probar suerte con su amiga, esperaba que pudiese distraerla.
-Tammy, ¿cómo estás? -Era más fácil enviarle un audio por whatsapp. -Estoy hecha un desastre... No logro quitarme estos malditos nervios de encima. Mis padres son una pesadilla. Estoy que exploto del estrés.
Soltó el icono de la pantalla y dejó que se enviase. A los pocos segundos su amiga se hizo presente.
-Mi vida, tranquila, solo necesitas relajarte. Mañana estarás en tu espacio y todo estará bien. Ya sabes como son tus padres, mejor ignóralos y ya.
Lana suspiró. Siempre era lo mismo. Cuando hablaba de sus nervios o su estrés, la gente solía responderle que "no piense en ello". ¡Como si no fuese lo primero que haya intentado! Parecía estúpido que le dijeran algo así y le daban ganas de repartir cachetazos. Sacudió la cabeza con frustración.
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Sálvame
RomanceUn corazon roto y un pasado que atormenta... Nada parecia querer cambiar en la vida de Lana Shark, una triste y solitaria muchacha de ojos verdes, hasta la madrugada del 9 de julio... Esa noche todo cambio para siempre.