Capítulo 13

29 3 4
                                    

Mientras avanzaba hacia sus vecinos, sentía qué el estómago se le convertía en plomo. ¿Cómo había podido malinterpretar tanto la situación? Seguramente luego de volverse a ver en su casa Leandro y su ex comenzaron a hablar y a pasar más tiempo juntos. Esta era su cita y no la de Lana y él.
—¿Quieres que nos larguemos? —Tammy sostenía su brazo para darle apoyo. Si había que salir corriendo, ella sería la primera en salvarla.
Lana levantó la barbilla. Jamás quedaría como una cobarde.
—¡Hola! —saludo alegremente Camilla. —¡Qué bueno que pudieron venir! Casualmente nos encontramos con Renata mientras paseábamos por los puestos.
Era claro, por el tono que usaba la muchacha, que estaba haciendo un esfuerzo por excusar a su hermano.
—Ay, mira qué bonita casualidad... —Tammy no pensaba dejar pasar la oportunidad de incomodar y acompañó su comentario con una sonrisa sobradora.
Lana, nerviosa, le dio un ligero codazo, imperceptible para el resto.
—Fue una sorpresa; había olvidado que habían arreglado para venir al festival. Siempre he tenido un cariño especial por la comida china y esperaba poder degustar algunos platillos.
—Qué loco porque tengo muy presente una pelea que tuvimos por haber pedido comida china para una cena romántica. —Para sorpresa de Lana, Leandro no se veía muy amigable con su ex novia, aunque el comentario le provocó una punzada de celos. No pudo evitar imaginarlos en una situación cariñosa y se le revolvió el estómago.
Renata hizo una mueca de incomodidad.
—Ay... Sabes que no recuerdo eso... Pero bueno, seguro fue un mal entendido. —Respondió con ligero atropello.
Su vecino desvío la mirada, irritado. Lana no podía quitarle los ojos de encima, presa de un intercambio que aunque no fuese ameno, la dejaba excluida. Instintivamente le tomó el brazo a Tammy, en un gesto de auto preservación.
Leandro la miró de reojo y su gesto se suavizó.
—Lana ¿Vamos? Quiero mostrarte un puesto de dumplings que está aquí cerca, seguro te encantarán. —Su vecino le tendió la mano y ella no pudo evitar sonrojarse. Miró a su amiga en busca de aprobación. Tammy le hizo un gesto con la cabeza, incitándola a continuar, ella iría justo por detrás.
Se acercó con cautela sabiendo que Renata la estaba apuñalando con la mirada. Tomó su mano y sintió como un choque eléctrico impactaba contra su piel.
Comenzaron a caminar, ellos dos a la cabeza, seguidos por Camilla, Tammy y Renata. Las primeras dos conectaron enseguida, no paraban de hablar. Renata intentaba acomodarse a la par de Lana y Leandro, pero la corriente de la gente que iba y venía le dificultaba el paso.
El muchacho no le soltaba la mano y ella no sabía cómo moverse en esa situación. Todo se sentía bastante bizarro.
—Perdón, te juro que no sabía que Renata iba a estar aquí... —Sonaba realmente apenado.
Lana echó una mirada sobre su hombro. La ex de su vecino no les quitaba los ojos de encima.
—Esto es bastante incómodo... —Atinó a decir.
—Lo sé. —Leandro suspiró agotado. —Parece que no podemos tener un encuentro normal...
Ella lo miró llena de intriga.
—¿Qué te gustaría hacer conmigo? —Su pregunta iba cargada de genuina curiosidad. Le resultaba increíble que Leandro se mostrará interesado en ella.
—Todo.
Leandro respondió tan sólo una palabra, pero había abierto una puerta que lana había cerrado hacía mucho mucho tiempo ya. Un mundo paralelo pareció abrirse detrás de ella y escuchaba las risas que les esperaban juntos y veía los abrazos que sanaban y sentía el calor de algo que le aterraba más que el mismo dolor.
Amor.
Se llevó una mano al pecho inconscientemente. Le daba pánico siquiera pensar en esa palabra.
—Leo ¿recuerdas aquel día que fuimos de paseo al jardín japonés y me regalaste unas flores Sakura? Mira, allí tienen un árbol de esos. ¿No es precioso?
Renata interrumpió aquella magia que los envolvió momentáneamente con recuerdos que alejaban a Lana de aquella posibilidad que se había colado por su mente.
—No, no recuerdo ese día. —Respondió Leandro, ya visiblemente irritado.
—Oye, Rena, ¿nos llevas a aquel sitio que dices? Aquí Tammy me cuenta que le encantan las flores Sakura. —Camilla sabía que era cuestión de tiempo que su hermano soltara improperios y no pensaba dejar que la salida se estropeara. —Aunque no esperaba ver un mash-up cultural, sería bonito verlos.
Renata apretó los dientes, pero no le quedó más remedio que acceder y alejarse junto con las dos muchachas.
—Tammy no sabe nada sobre flores. —Le dijo Lana a su vecino con una gran sonrisa. —Esto realmente es bizarro.
—Lo sé. Le debo una a mi hermana.
Llegaron al puesto de los dumplings y el olor que emanaba de allí le hizo agua la boca.
—¿Los habías probado alguna vez? —Le preguntó su vecino, mirándola con una intensidad que la desorientaba.
—Creo que no. en realidad no es que sepa mucho sobre la cocina o la cultura oriental... —Admitió con pena. —Vine porque... Bueno, la comida que pediste el otro día era muy rica y... Y...
Lana se había puesto nerviosa y las palabras se le atropellaban entre los labios. Había bajado la vista por timidez, se sentía una idiota y se maldecía mentalmente por incoherente.
Levantó la mirada asustada porque su vecino no había emitido sonido alguno. Su sorpresa casi la voltea al ver que se había adelantado y casi rozaban sus narices.
Ya se habían besado en otras ocasiones, pero esta vez, este momento, le sabía diferente. El aire se había electrificado. Chispas azules azotaban a su alrededor. El barullo del gentío se había apagado y todo se percibía en cámara lenta.
Leandro no desviaba la mirada y Lana se sentía desnuda frente al poder que ejercían esos ojos marrones.
—No puedo más Lana. De verdad que ya no lo tolero... —Su voz acariciaba sus labios con cruda anticipación. —Quiero darte tu espacio, tu tiempo, pero no puedo pensar en absolutamente nada más cuando te veo...
—No me lo des... —Dijo sin pensarlo. —No me des espacio... No lo quiero.
Leandro le dio un segundo para cambiar de opinión. Tan sólo un segundo, con eso bastaría.
Lana respiró profundo y se dejó tirar hacia el vacío que tanto le asustaba. lleno sus pulmones del aroma de la piel del muchacho que había dado vuelta a su suerte.
Leandro pasó una mano por su nuca, la detuvo allí para sostenerla con firmeza. Esta vez no tenía apremio, no tenía hambre de ella o sus labios. Esta vez era como una degustación, podía saborear el momento. Inclinó levemente el rostro mientras Lana cerraba los ojos. Respiró contra su boca, él con la vista clavada en sus labios, la estaba torturando con lentitud; quizás vengándose por tanta duda, tanta vacilación.
Lana no pudo evitar sonreír justo cuando los labios de Leandro impactaban contra los suyos. ¿Cómo pudo retrasar tanto este momento?
El mundo le explotaba en la boca y ya nada tenía sentido. Todo se resumía en esa sensación, en la fuerza con la que el deseo absoluto empujaba la sangre en sus venas hacia zonas que solo él había revivido.
Ya no dormía, no. Había despertado y sentía vida, vida que necesitaba vibrar con él. No tenía idea de nada y si sólo le quedaba ese beso, pues todo lo había valido.
No pensaban despegarse y la gente ya los observaba por cómo cargaban el ambiente con tensión sexual. La atracción que sentían el uno por el otro era tan fuerte que les brotaba por los poros.
De pronto, Lana sintió como un líquido frío caía por su espalda. Se separó bruscamente de Leandro, insultando al aire mientras el líquido continuaba su camino hacia su trasero.
—¿Que carajos...?
—¡Ay! ¡Pero que tonta! —Renata se tapó la boca simulando pena. Tenía un vaso vacío en la otra mano. —¡Me chocaron justo cuando estaba alcanzándolos!
Lana se la devoraba con los ojos. Sabía que de accidente eso no tenía nada. La odiaba incluso más por haberle robado el precioso momento con Leandro.
—¡Amiga! —Tammy apareció detrás de Renata. —¿Qué sucedió?
—Un accidente, aparentemente. —Respondió entre dientes.
—Oye, ¿encontraron...? —Camilla miraba a su teléfono y no prestaba atención a la escena. Levantó la vista y parpadeo varias veces en un intento de entender lo que sucedía.
—¿Qué pasó? ¡Lana estás empapada! —Exclamó con sorpresa.
—Aquí Renatita dice que fue un accidente. —El tono agresivo de Tammy aventuraba hacia donde iba la situación y Lana no podía hacer nada para evitarlo, pues ella misma sentía una rabia difícil de controlar.
—Si, Cami, es que me chocaron y, bueno, ha sido poca suerte... ¿Me dejas ayudarte a secarte la remera?
Renata se acercó a Lana, que había tensado su cuerpo, anticipándose. Leandro la miró una sola vez y supo que sí Renata la tocaba, no habría vuelta atrás.
—No te preocupes Nat, de todos modos ya está empapada.  —Se interpuso entre ellas rápidamente. —Está un poco fresco, no creo que sea buena idea que te quedes así, con la espalda llena de agua y azúcar.
Lana lo miro presa de la angustia. Después de semejante beso, ¿de verdad le estaba pidiendo que se fuera? ¿Iba a permitir que todo se arruinara así como así?
—No sé, creo que sería una pena, pero podrías enfermarte. —Acotó Renata. La ex de su vecino se relamía victoriosa. —Ni hablar sobre el azúcar. Pronto sentirás todo pegoteado. ¿Y las moscas? Piénsalo Lana.
A la muchacha no se le escapó como Camilla enganchó su mano con la de Tammy para evitar que se abalanzara sobre Renata.
—Nat tiene razón. Ven, te acompañó hasta tu casa. —Leandro le había dado un giro a la historia. —Así Tammy no se pierde el festival y puede seguir charlando con mi hermana.
La cara de su ex llegaba hasta el piso. Le había salido el tiro por la culata. Camilla le asintió a su hermano y Tammy sonrió satisfecha aceptando el plan. El estómago de Lana desapareció con los nervios. Iban a estar solos en su departamento.
—Los acompaño. —Atinó a decir Renata, ya con desesperación. —Es lo justo, yo la empapé.
—No te preocupes, de verdad. Sabemos que fue sin querer, no hace falta. Además, alcanza con que la acompañe una persona y puesto que viene con el auto... —Leandro no iba a dejarla estropear ese momento también.
—¿Y tu hermana? ¿La dejarás a pie? —Renata no podía ocultar su exasperación. Se le había ido todo de las manos y estaba pegando manotazos de ahogado sin disimulo.
—Yo puedo tomarme un Uber, no te preocupes por mí, hermanito. —Camilla le sonreía con picardía y Lana se puso violeta por el gesto. Había un mensaje tácito y todos lo estaban recibiendo, incluso Renata, que estaba roja de ira.
—¿Te parece bien? —Le consultó su vecino. Le dirigió la última mirada a su amiga y luego emprendió el camino hacia el auto de Leandro, con él a su lado.
—¿Estás muy incómoda?
Ella se sonrojó aún más. Se moría de vergüenza.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Por la blusa mojada. —Le sonrió. —¿De qué crees que te estoy hablando?
Cuando llegaron al auto se subieron en silencio y la muchacha podía sentir como su vecino reprimía la risa. Le comenzaron a temblar las manos.
—¿Por qué estás tan nerviosa? —Le preguntó con una gran sonrisa. —Solo te voy a acompañar a tu casa, que por cierto, no tengo idea de dónde es. No vamos a hacer nada... A menos que me lo pidas.
Leandro siseó esa última frase con deseo venenoso, sin mirarla siquiera. Lana comenzó a sentir un calor anticipativo naciendo en su bajo vientre. En cualquier momento comenzaría a hiperventilar.
Cómo pudo le indicó dónde quedaba su departamento. Hicieron el viaje en silencio; Lana no tenía idea de qué decir y Leandro tan sólo estaba impaciente. Ella podía notarlo por como golpeaba suavemente los dedos contra el volante.
¿Esto de verdad está sucediendo? Se preguntó absorta en su mente. ¿Vamos a estar solos en mi casa? ¿Solos y solteros?
Al llegar, Lana se bajó del auto respirando profundo. Escucho como Leandro bajaba del otro lado y volteó a verlo.
Es ahora o nunca, se dijo con determinación.
—¿Subes? —Intentó utilizar un tono desenfadado, pero terminó usando un chillido involuntario.
—¿Segura? —Le respondió mientras disfrutaba de sus reacciones.
—Deja de hacerte el tonto y ven, antes de que cambie de opinión.

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora