Capítulo 17

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Lana se mordía el labio con nerviosismo mientras esperaba que el ascensor de su edificio llegara a planta baja. Le parecía el artefacto mas lento del mundo en aquellos momentos. Agónicamente lento...

El timbre de su departamento había sonado tan solo quince minutos después de que ella arribara, con una puntualidad que encendió las alarmas de la muchacha. 

Como si aquello fuera algo difícil de lograr.

No sabía exactamente qué decir o qué hacer. ¿Debía ser cortante y distante? ¿O quizás lo correcto fuese fingir que nada malo había sucedido? Al final de cuentas, había sido ella quien después de estallar, envió un mensaje de rescate. ¿Que decían sus acciones?

¿Acaso era él quien estaba enojado con ella? Esa incógnita no se le había presentado hasta el segundo previo a que el ascensor detuviera su recorrido. Sus pulsaciones aumentaron ligeramente mientras las puertas del mismo se abrían. 

Respiró. Solo podía avanzar, no tenía más opciones.

Cuando se acercó a la puerta de entrada lo suficiente como para poder ver la calle, sus piernas comenzaron a aflojarse. Allí estaba él, con el brazo derecho estirado y apoyado en el vidrio de la puerta, su cabeza descansaba en el hombro del mismo lado, en un gesto que parecía ser agotamiento o cansancio. A Lana se le estrujó el corazón ante esa imagen. ¿Que tan idiota tenía que ser para alejar constantemente a semejante ser?

Apresuró el paso y se lanzó hacia la cerradura con la mano temblorosa; el abrazar a Leandro se había transformado en una necesidad vital. Él levantó la vista; Lana pudo apreciar el brillo especial en sus ojos, sabía que su vecino tenía la misma necesidad que ella y eso le reconfortó el alma: después de todo, estaría bien. Si tenía sus brazos para pegar los retazos rotos, estaría bien.

La puerta finalmente se abrió y no hubo necesidad de decir absolutamente nada. Se fundieron en un beso que podría haber tenido la misma potencia que una arma de destrucción masiva. Se movieron lo suficiente como para que la puerta se cerrara tras ellos, pero prácticamente eran uno solo. No existía nada aparte de ellos dos, el mundo entero se había silenciado ante su necesidad imperiosa de sentir el fuego que se encendía cada vez que tan solo se miraban a los ojos.

Así se comunicaban, esa era su forma de decir que todo quedaba atrás, que nada había sido lo suficientemente grave como para no poder solucionarlo. Era el lenguaje que mejor entendían, que más los acercaba. No había malos entendidos allí, ni mensajes mal traducidos. 

Lana necesitó hacer uso de toda su voluntad para separarse del muchacho que desarmaba todas sus defensas; aún se encontraban en el vestíbulo del edificio.

En silencio fueron hasta el departamento. Esta vez, el ascensor no se sintió como la tortura pasada. Cruzaron la puerta del hogar de la muchacha, y esta sintió la necesidad de hablar. No quería simplemente ignorar todo y ya. Le debía una explicación a Leandro.

—No quiero que me lastimes —soltó de pronto —. No estoy lista para soportar más dolor y siento que estoy corriendo una maratón, y está Renata, que es increíblemente hermosa y yo no le llego ni a los talones. No entiendo por qué quieres estar conmigo con lo dañada que estoy...

Leandro se acercó y la silencio con un beso profundo. Ella intentó protestar pero no pudo hacer más que sucumbir.

—Sh... Deja de analizarlo todo —dijo él contra sus labios —. Y tú eres lo mas hermoso que vi en mi vida, rota o entera.

Lana sonrió aún con su boca unida a la de su vecino. Quería dejarse llevar, realmente lo quería. Cuando él le hablaba así, sentía que todo estaba bien, que al menos durante algunos segundos no existía la posibilidad de que todo se arruinara.

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⏰ Última actualización: May 25, 2020 ⏰

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