Capítulo dos

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El último timbre sonó, y esperé a que todos salieran para por fin salir del aula. Gorka se despidió y salió corriendo, excusándose, puesto que tenía que recoger a su hermana pequeña -de la cual me había enterado hace unas horas, puesto que ésta tiene tan sólo un año- de la guardería. Los cursos menores salían cuarenta y cinco minutos antes, así que Sandra estaría ya en casa comiendo o tirada en el salón, esperando mi llegada. Me dirigí tranquilamente hacia las taquillas, dispuesto a dejar en la mía todos los libros que no necesitaba, y así poder marcharme lo más rápido posible.

Metí en la taquilla lo que no necesitaba y la cerré. Lo siguiente fue el impacto de mi cuerpo contra las taquillas. Sin apenas tener tiempo de reaccionar, alguien me cogió de los brazos y tiró de mi hacia atrás. Intenté revolverme, en busca de que me soltasen, pero eran dos chicos los que me sujetaban. Alcé la vista y de nuevo me encontré con los odiosos ojos de Martín, junto con esa sonrisa egocéntrica que siempre llevaba puesta. Di un par de tirones más, pero la presión de mis brazos no cedía. Martín rió, y los chicos que me sujetaban también lo hicieron, como si de verdad eso fuera gracioso.

-¿Sabes? El director me ha dado una larguísima charla delante de toda mi clase sobre homosexuales. Todos se han reído de mi.¿Sabes quien a tenido la culpa? - se paseaba de un lado hacia otro ante mis ojos, hasta que se paró frente a mi y golpeó mi estómago con su puño cerrado. - Tú.

-Imbécil - siseo.

Su puño esta vez impacta en mi nariz, y gracias a dios los chicos que me sostenían de los brazos me sueltan. Caigo al suelo y me cubro la nariz con ambas manos. El dolor a provocado que de mis ojos salgan lágrimas involuntarias, y jadeos de mi boca.

-¡Joder! - digo debido al dolor, y de nuevo escucho su risa.

Estando de rodillas en el suelo, siento como su pie golpea fuertemente contra mi costado izquierdo, haciéndome caer. Grito, no puedo evitarlo. Pero no es mi grito el que hace que los tres salgan corriendo.

-¿Quién anda ahí? - la voz del director se escucha casi a mi lado, pero ellos ya se han ido, y yo solo soy capaz de soltar un jadeo mientras me pongo de rodillas de nuevo, apoyando mis manos también en el suelo para mantener el equilibrio. -Dios mío.

Me encuentro muy aturdido, así que simplemente me dejó hacer. El director me coge y me hecha sobre su hombros como si fuese un saco de patatas. Durante el camino a no se bien donde solo consigo quejarme, sintiendo el dolor de mi nariz y mis costillas con cada paso que él da. Me deja en lo que termino identificando como una pequeña camilla, y se quita la chaqueta del traje bruscamente y se acerca a unos armarios y empieza a revolverlos. Susurra cosas, pero no lo suficiente alto como para que yo pueda escucharlo, así que me dejo caer en la camilla -aunque esta como sentado, no entiendo porque la ponen así- y intento respirar lo más lento que puedo, porque me duele. Cierra el armario de golpe, sobresaltándome, y se acerca a mi con una toalla en las manos.

-Tápate eso, por dios - dice, y sus manos temblorosas ponen la toalla sobre mi nariz, que no deja de sangrar.

-¿Fobia a la sangre? - pregunto curioso.

-Algo así - dice, revolviendo más y más cajones. - Quítate la camisa.

-¿Que? - digo, y incluso noto que mi voz a salido más aguda de lo normal.

-Tengo que echarte esta pomada - dice girándose y moviendo entre sus manos un bote de crema.

Me quito la camisa de forma nerviosa y vuelvo a cubrirme la nariz con la toalla. Se desabrocha las muñecas de su camisa blanca y se la remanga hasta los codos. Casi inconscientemente me fijo en sus hombros y bíceps, que remarcan la camisa como si ésta estuviese apunto de rajarse. Y con su pecho pasaba exactamente lo mismo. Los pectorales y el abdomen se le marcaban casi transparentemente a través de la blanca camisa. Carraspeó acercándose a mi, a la vez que se quitaba la corbata. ¿Porque se quitaba la corbata? Solo iba a echarme un poco de pomada en las costillas.

Atrévete a dominarme {Wigetta} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora