Capítulo cuatro

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Abriendo levemente mi ojo izquierdo pude divisar el reloj que descansaba en mi mesa de noche, y como las agujas de este señalaban el diez y el doce. Sonreí ampliamente cuando me di cuenta de que mi madre me había dejado quedarme en casa recuperándome -más bien vageando, porque ya me encontraba perfectamente, incluso con energías renovadas-, y estaba completamente solo en casa. Me estiré en la cama y quedé viendo atentamente el techo. Agarré mi móvil y me levanté, para conectarlo a los altavoces. Lo puse tan alto que se oía por toda la casa a un buen volumen, y cantando y bailando baje las escaleras y me dirigí a la cocina.

Cuando terminé de desayunar me sentía a reventar, había comido como si llevase sin hacerlo meses, y no se porqué pero me entraron ganas de salir a correr, aunque lo descarté rápidamente. Subí al baño de mi habitación, dispuesto a darme una ducha, y mientras me desnudaba para meterme en la ducha fue cuando empecé a pensar en lo ocurrido la noche anterior. Quizás era cierto eso que decían de que en la ducha se reflexiona mejor.

Con respecto a lo de anoche... tenía muchas dudas. Me sentía un poco resentido por el hecho de haber vivido sin padre durante todos estos años -aunque también estuvo el padre de Sandra, Miguel, pero por supuesto no era lo mismo-, pero no era capaz de enfadarme realmente con mamá, a fin de cuentas ella dijo que pensó que sería mejor así. Incluso por un momento me sentí muy enojado con Carlos, que no fue lo suficientemente listo como para llegar a pensar que quizás yo fuese su hijo, pero luego se me pasó cuando me di cuenta de que él no tenía realmente la culpa, porque mi madre maquilló ligeramente sus palabras, y lo único que se sabía en el pueblo sobre mi padre era que 'Era un hombre Alemán que había dejado el pueblo', y claro, el hecho de que Carlos tuviera rasgos asiáticos siendo Alemán dejaba muchas dudas en el aire, y el realmente se había ido del pueblo poco antes de yo nacer. Entonces, ¿de quien era la culpa? Todo era realmente lioso, mamá no lo hizo con mala intención, y Carlos no estaba enterado, y yo en el fondo necesitaba estar resentido con alguien, fuera quien fuese, para soltar toda la rabia que tenía acumulada -que no era mucha, soy un chico generalmente tranquilo-, y poder desquitarme.

Había una duda que realmente estaba empezando a preocuparme. ¿Carlos querría reconocerme, o preferiría mantenerlo todo en el anonimato? O quizás la pregunta fuese, ¿Yo quiero que me reconozca o permanecer en el anonimato? Estaría bien ser reconocido por un padre, no por el hecho de que me mantenga, o para callar los malos rumores que corrían de mi madre por el pueblo, sino quizás por el hecho de tener una figura masculina de la que intentar tomar ejemplo, a la que intentar sorprender, y de la que recibir... ¿cariño? Aunque luego estaría el 'Que dirán', sería el hijo bastardo de De Luque, el hombre al cual se cree o creía muerto -no se si en el resto del pueblo se sabrá de su presencia- pero que realmente no lo esta, el hombre más rico de prácticamente todo el país según la lista Mag-Men. Parecía irreal, ¿cierto?

No pude evitar pensar en que quizás si me reconociese la gente me tendría más respeto. No mucha gente es capaz de meterse con un De Luque, creo que en realidad nunca nadie lo ha hecho por lo mismo, miedo. Era una familia muy importante aquí en el pueblo, todos lo sabían. Quizás dejarían de llamarme 'maricón' para llamarme 'el hijo bastardo de', pero entonces me doy cuenta de otro inconveniente más. ¿Carlos, ¿mi padre...?, aceptaría mis inclinaciones sexuales o me 'ignoraría' por ello? No había más que preguntas inútiles circulando por mi mente, asique desesperado apagué el agua de la ducha y me salí de esta. Enrollé una toalla a mi cintura y me paré frente al espejo, para colocar mis desordenados cabellos. Por cambiar un poco decidí abrir un pequeño armario y sacar un pequeño bote donde guardaba los pendientes, y me los cambie por dos 'diamantes' verdes. Cuando salí de mi habitación casi me da un paro cardíaco, lo juro. Me llevé la mano al pecho mientras intentaba recuperar el aliento.

-Creo que mi corazón se ha parado durante un largo minuto - digo, mirándole atentamente.

-En realidad solo han sido cinco o seis segundos - frunzo el ceño, extrañado - supongo.

Atrévete a dominarme {Wigetta} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora