Capítulo treinta.

2.2K 243 33
                                    

El bolígrafo se movía entre mis dedos, golpeando descuidadamente sobre el pupitre, quedando el sonido amortiguado por las voces del resto de mis compañeros, todos solos en la clase sin supervisión alguna de ningún profesor.

Algunos estaban simplemente usando sus teléfonos, con los auriculares puestos y haciendo tareas de alguna materia, otros charlaban animadamente sobre lo que habían hecho o de lo interesantes que estaban siendo sus vidas últimamente, y algunos otros simplemente usaban su pupitre como almohada-babero, recuperando las horas de sueño que habían perdido frente a un ordenador.

Y luego estaba yo. Sintiendo lentamente como me estaba convirtiendo en un chico deprimido y solitario que apenas y tenía ganas de darse una ducha cuando llegaba a su casa para después encerrarse en su habitación el resto del día.

Muy productivo todo.

Me gustaría decir que después de toda esta mierda, mis notas estaban subiendo, pero ni eso. Cada vez perdía mayor interés en todo, y aunque me regañaba a mi mismo por estar llevando mi vida de esta manera, por exagerar tanto todo lo que me estaba ocurriendo, simplemente no lo podía evitar.

Era como una extraña sensación en el pecho que en estas últimas semanas no me dejaba respirar. Como si dos fuertes puños apretaran fuertemente mis pulmones y no dejaran que el aire entrara en ellos.

Simplemente horrible.

Solo había una cosa que era capaz de sacarme repentinas sonrisas.

Curioso.

Algunas tardes me abrazaba al hinchado vientre de mi hermana y comenzaba a hablar de cualquier cosa. Aveces comentaba alguna serie de televisión, otras solo hablaba con Sandra de como me iba en los exámenes finales, y otras simplemente hablaba conmigo mismo, disfrutando del movimiento de la pequeña criatura que había en el vientre de mi hermana.

Iba a ser una niña.

Todos estuvieron emocionados cuando Samuel apartó ese extraño aparado del vientre de Sandra y dijo, "Aquí tienes una niña creciendo sana y fuerte", pero mi egoísmo lo único que me permitió pensar en ese momento es como quería y deseaba, que se fuera de mi casa, que desapareciera y nunca más volviera, por haberme roto el corazón, y aun así aparentar estar en perfecto estado.

'¡Que te jodan!'

Eso fue, exactamente lo que le quise gritar en aquel momento.

Luego la culpa me invadió por dentro y me acerqué a mi hermana, esquivando el musculoso cuerpo de mi ex, y la abracé, con incluso lágrimas de felicidad brotando de mis ojos.

"-Será tan bonita como lo eres tú.

-Ya solo falta que le busques un lindo nombre - murmuró mamá desde el otro lado de la cama.

-Ya lo tengo, quiero que se llame Samantha."

Y Samuel salió de casa casi corriendo.

Desde entonces no le había vuelto a ver mas que un par de veces, miradas lejanas desde el pasillo, con una diminuta sonrisa compasiva por su parte, o cuando me tocaba clase con él, a las cuales no asistía (y luego me tocaba pedir los apuntes), o en las que simplemente me centraba en mi cuaderno y no hacía nada más.

-Una moneda por tus pensamientos - una voz a mi lado me hizo girar mi cabeza encontrándome con una cabellera pelirroja y unos bonitos ojos verdes.

-Nada lo suficiente interesante - dije, sonriendo.

-Oh, venga Guille, llevas semanas pareciendo un zombie, si necesitas desahogarte no hay problema, en el fondo seguimos siendo amigos - contestó Teo, pasando su brazo por mis hombros en una llave, y comenzando a frotar fuertemente sus nudillos contra mi cabeza.

Atrévete a dominarme {Wigetta} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora