Capítulo trece

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Todas las mirabas se paseaban a mi alrededor para terminar posándose sobre mi. Se sentía incomodo notar cientos de ojos sobre mi, y casi deseaba hacerme tan pequeño como una hormiguita y esperar a que alguien me aplastara. Rubén iba a mi lado jugando a algún jueguecito estúpido en el móvil, hasta que de golpe y sopetón un par de chicas de mi clase se pararon frente a mi.

-Hola Guille - comentó la morena, como si me conociera de toda la vida -. ¿Que tal?

-Hace mucho que no hablamos - dijo la pelirroja, y casi tuve ganas de gritarle que no fuera tan hipócrita, tampoco es que fuéramos amigos.

-Guillermo.

Tanto yo como las chicas nos giramos hacia la derecha, donde un claramente enfadado, o aparentemente molesto Samuel nos miraba con cara de asesino en serie. Tenía su típica pose de piernas ligeramente abiertas y las manos metidas en sus bolsillos. Las chicas se alejaron escudándose con que debían buscar a algún profesor y Rubén se alejó a lo largo del pasillo aún concentrado en su móvil.

-¿Sucede algo? - pregunté, temiendo que fuera a 'terminar de malas maneras', lo que anoche había comenzado por mi culpa.

-Quiero que hablemos. - dijo girándose y encaminándose hacia su despacho.

Y es que a mi no me quedaba otra opción que seguirle, llevaba toda la noche preocupado pensando si de verdad a Samuel le había molestado de aquella manera, y es que no era momento ni lugar para andar enrollándose. En la fiesta había casi cien personas, y se podía decir que de alguna manera yo era algo así como un anfitrión. ¿Pensaba que no iban a sacar conclusiones precipitadas si me tiraba encerrado en el baño por veinte minutos? Incluso aun apenas habiendo tardado diez ya se había acercado más de uno diciéndome que llevaban buscándome un rato, con intención de tener conversación conmigo.

Cuando entramos en su despacho cerré la puerta tras de mi y levanté la mirada, encontrándome con los suyos, asustndome.

-¿Que te ocurre en los ojos, Samuel? - pregunté, observando como estos se veían rojos.

-Eso no te importa - contestó molesto, aunque se retracto rápidamente. -. Lo siento, ¿vale? Es solo que no he podido salir a cazar últimamente y llevo mucho tiempo sin tomar.

No pude evitar poner una cara de asco cuando me di cuenta de a que se refería, aunque realmente lo intenté. Vale que aceptara lo que él era, pero tampoco quería saber como era su dieta, solo de pensar que podía comer gente... los bellos se me erizaban.

-No pienses estupideces.

Mi mandíbula calló al suelo cuando caí en lo que había dicho. Intenté hablar repetidas pero las palabras se atoraban en mi garganta. ¡El estaba en mi cabeza! ¿Como? No tenía ni idea, pero... ¡Era una violación!

-No es una violación - dijo agarrándose el puente de la nariz. - Lo siento de verdad, pero es difícil controlarse en este punto.

-¿C-como.. que..?

-Te explico - dijo, sentándose en el pequeño sofá y recostando la cabeza. - La sangre aparte de nuestro sustento alimenticio también es como una droga, y cuando no la tomamos estamos más irritables. Hay varias fases, dos o tres, según quieras verlo. La primera es como por ejemplo cuando tienes mucha hambre y tus tripas rugen y te duelen. En la segunda es como si nuestros sentidos se agudizaran más de lo que ya lo están, olfato, gusto, y demás. La tercera es en la que pierdes el control.

-Espero que no estés en la tercera. - dije pero sin acercarme a él, que no me culpe por tenerle miedo.

-No te preocupes, creo que sabré controlarme y no saltar a tu cuello.

Atrévete a dominarme {Wigetta} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora