Capítulo veintisiete

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Sandra iba tomada de mi mano mientras caminábamos hacia el instituto. Ella había insistido en regresar después de comenzar con ese extraño 'tratamiento', puesto que se sentía completamente plena, a excepción por su abultado vientre.

Rubén, a mi otro lado, miraba al suelo, pateando una piedra cada un par de pasos. Yo se que estaba molesto, y tenía todo el motivo del mundo. Hace ya casi tres semanas, cuando fui a su casa, me contó todos y cada uno de los sucesos que él creía extraños en Mangel, y bueno, no es que fuera un mal amigo, pero ¿que iba a decirle?

'Oh, Rubén, no te preocupes, Mangel es un hombre extremadamente fuerte'.

'Si, toma sangre y tiene más de medio milenio de edad, pero no hay de que preocuparse'.

'Es un hombre agradable que sabe controlarse, pero no se lo digas, porque no es el único y si alguien se entera de que te lo he dicho, probablemente mi profesor de gimnasia me rompa el cuello'.

'Pero nada eh, cosillas sin importancia, deja de armar drama'.

Solté una carcajada ante mis realmente tontos pensamientos, provocando que ambos me miraran enmarcando sus cejas, pero antes de que pudiera disculparme de no se exactamente el qué, alguien gritó mi nombre.

No sabía quién era. Bueno, si lo sabía, porque era un chico moreno que acompañaca a Teo y a otro muchacho casi siempre. A lo que me refería es que no sabía ni siquiera su nombre, y verlo acercarse a mi de esa manera me asustó un poco.

Aún no había superado del todo lo ocurrido con Michael, y aunque este tipo fuera realmente bajito - porque era bajito, una cabeza menos que yo-, seguía causándome algo de miedo el hecho de que se acercara a mi de tal manera. Sandra apretó mi mano, casi suspiré aliviado.

-Guillermo, ¿verdad? - asentí. - Soy Alex, ¿podríamos hablar?

Asentí lentamente, y me despedí de mi hermana y de Ruben antes de alejarme un poco, siguiendo al muchacho. Me llevó hasta uno de los lugares más apartados del estacionamiento y cuando se dio la vuelta tenía entre sus manos una especie de collar verde en forma de cruz.

-Tu padre vino a pedirme algo así hace un par de días - iba a preguntar, pero me cortó alzando una mano. - Soy un brujo del pueblo nómada llamado Tauro. Me mudé al pueblo hace ya bastante tiempo, y no tengo ni idea de como se ha enterado tu padre de que soy brujo. Solo me importa que sabe negociar y creo que puede ser un cliente prometedor. - y me tendió el collar -. No es como que esto te valla a proteger de una mordida o un ataque, pero si te va a proteger de su influencia. Evitará que puedan usar sus dones o su coacción contigo.

Y aunque hubiera querido darle las gracias, simplemente no habría podido, porque tan rápido como vino, se fue, dejándome con la palabra en la boca.

Que majo eh...

Miré el colgante durante unos segundos, jugando con el entre mis dedos. Debía admitir que era bastante hermoso. Una cruz trasparente, pero aun así brillante, rellena con unos pétalos de unas flores que sinceramente desconocía, de un verde tan intenso y precioso.

Miré a mis lados antes de comenzar a caminar hacia el instituto. A pesar de que aún quedaban diez minutos para que las clases comenzaran, ya apenas había gente en el exterior. Seguramente todos estarían esperando ya en las aulas, o en el baño, en la cafetería quizás. Pero yo quería consultar esto con Samuel.

Me pregunto como es que he llegado a ser tan dependiente de el como lo soy ahora. Y no es que no pueda vivir sin él, pero siempre tengo la necesidad de preguntarle todo o informarle de todo lo que voy a hacer. Siento que si en algún momento no lo hago, cometeré una estupidez y le perderé, siento que él es tanto y yo soy tan poco.

Atrévete a dominarme {Wigetta} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora