Capítulo veintitrés

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*Créditos de imagen a su autora*

Habían pasado ya dos meses.

Flashback

Estaba sentado en la cocina, removiendo un vaso de café, pensando en lo ocurrido estas últimas semanas. Últimamente me había dado por buscar cosas en internet, y no había salido nada bien.

Digamos que hace un par de semanas, cuando le reclame a Samuel el motivo por el cual me prohibía ir a dar la cara al chico que abuso de mi hermana -porque aunque mi hermana cediese, para mi sigue siendo un violador asqueroso por diversos motivos-, Samuel casi lloro.

Bueno, puede que no, pero pude ver sus ojos marrones cristalizándose, y quizás eso fue una prueba de si es verdad que tanto me quería, porque le hice elegir. O me decía que cojones estaba sucediendo, o elegía seguir mintiéndome y marcharse.

Me lo contó.

Desde entonces hay una lucha interna en mi cabeza. Una parte, la más razonable, me dice que haga caso a Samuel. Ir a hablar con Michael no sería para nada bueno, en fin, era el creador de mi novio, y había abusado tanto de él como de mi hermana, y seguramente le diría todo lo que por mi mente rondaba, lo que seguramente conseguiría que me rompiera el cuello, me rompiera un par de huesos, o quizás arrancara mi corazón.

Pero luego había otra parte de mi cabeza que decía que debía dar la cara por mi hermana. Yo era el mayor, yo tenía que cuidar de ella, seguramente si no hubiera estado tan pendiente a mis tonterías y problemas, me hubiera dado cuenta de cuan enamorada o quizás triste se encontraba ella. He sido un mal hermano y siento que sólo vengándome conseguiré sentirme mejor. Devolviéndole todo el sufrimiento que le ha hecho sufrir. Deseaba verle llorar más que a nada en este mundo.

Sandra entró en la cocina con el mismo rostro de siempre. Pálido y cansado. Y yo ya no sabía que hacer. Había a algo muy curioso, y era el hecho de que Sandra cada vez comía más. Y eso era difícil, ella siempre había tenido mucho apetito, a si que ahora resultaba sorprendente. Había subido en peso unos kilos, pero seguía viéndose linda, y yo no quería quitarle una de las pocas cosas que le subían el ánimo.

Mamá ya estaba cansada de verla con ese aspecto, y estaba demasiado cansado de todo esto, Sandra necesitaba ayuda, y solo encontré una persona capaz de ayudarme.

El timbre sonó y fui a abrir la puerta. Sonrió al verme.

-Hola, Guillermito.

No pude evitar sonreír ampliamente.

-Buenos días, espero no haberte molestado, Lana.

La había conocido un par de días después de enterarme de lo sucedido con Sandra, y había sido tan agradable que no había podido negarme a encariñarme con ella. Desprendía dulzura fuera cualquier sitio en el que estuviera.

Y también desprendía confianza, y ella ya tenía toda la mía. Y ya sabía mi plan.

Cada vez que lo pensaba me daban escalofríos. Estaba tan preocupado. Por mi cabeza pasaban continuamente las palabras de Sandra diciéndome que no usaron protección, y después de pensar que comía por no pensar, empezaba a plantearme la idea de que comía porque estaba embarazada. Y entonces el mundo bajo mis pies temblaba, me daban ganas de gritar, llorar, golpear cosas... Era todo tan desesperante.

Me hice a un lado para que Lana pasara y la seguí hasta el salón. Donde tirada en un sillón comiéndose una enorme palmera de chocolate, Sandra veía vídeos musicales en la televisión. Agarré el mando y la apagué, consiguiendo captar su atención, y fruncido el ceño.

Atrévete a dominarme {Wigetta} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora