Capitulo Doce.

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Niall

"¿Te gusto?" Pregunto ansioso cuando termina la comida y alcanzo a ver que dejo los platos casi limpios. No suelo cocinar para otros, mucho menos suelo tomarme la molestia por saber si alguien quiere comer o no, pero considerando que cuando esta chica sepa toda la verdad y tenga que dejarla salir tal vez puedo conseguir que no hable en mi contra.

"No es tan buena como la comida americana." Encoge sus hombros, toma la bandeja y se levanta de la cama. "Pero gracias." Estira la bandeja como esperando que yo la reciba. "¿Te la venden ya preparada y servida?" Pregunta con un ligero tono de malicia seguido de una sonrisa.

"Pues verás, los europeos somos autosuficientes." Contesto con simpleza. Sujeto la bandeja y doy media vuelta para salir de la habitación.

No tardo en volver a la habitación. Me estuve pensando toda la noche que probablemente tenga que decirle la verdad ya. «Te atropelle y deje inconsciente en la calle, te traje a mi casa para que no dijeras nada a las autoridades y yo no tuviera problemas judiciales.» No suena tan bien como espero, pero es mejor que ella crea que la secuestre o algo parecido. No tengo idea que hace en Londres y tampoco me preocupa, pero como su familia comience a preocuparse por ella harán un gran drama y todos comenzarán a buscarla, así son los americanos.

"¿No ha tardado tu madre en llamarte?" Pregunto en cuanto cierro la puerta de la habitación detrás de mi. Su rostro cambia por completo como si le hubiera dado un puñetazo en la cara.
Al no recibir más respuesta que su silencio mi mente formula otra pregunta. "¿Que tal tu padre? ¿O acaso tan rápido te olvidaron?"

"Mi madre falleció cuando yo era pequeña." Responde, su voz se quiebra. No se cómo reaccionar. Las palabras no logran salir y siento un nudo en la garganta. En verdad justo ahora quiero darme un puñetazo donde más le duele a los chicos.

"Lo siento." Digo nervioso, no se como puedo hablarle después de lo que me dijo. Antes de que pueda decirle algo más escucho sollozos. La miro, esconde su cara en sus manos. "Oye lo siento." Me acercó un poco a la cama. "Perdón." Nunca supe como tratar con una persona llorando. La última persona a la que vi llorar fue a mi madre, el día que nos dijo a Greg y a mi que se iba a separar de mi padre y nos dejaría solos. "¿Que hay de tu padre?"

"¿Mi padre?" Ríe con ironía y levanta la  mirada. Sus mejillas están rojas y sus ojos cargados de largimas. "No tengo ni idea de donde está ahora mismo." Limpia sus lágrimas con sus dedos aún que no dejan de cesar.

Por lo que dice puedo pensar que su padre tal vez sea como el mío. Un hombre interesado sólo en su trabajo y los negocios del mismo. Un nudo en mi garganta no me deja preguntar o decir nada más. Sus ojos han cambiado de color, uno más claro, sus pestañas están mojadas de sus lágrimas. Algo me dice que debo acercarme y lo hago sin cuestionármelo.  Levantó mi mano y como por reflejo ella retrocede un poco, acercó un poco más mi mano a su rostro y atrapo una lágrima con la yema de mi dedo. Ella me mira nerviosa a los ojos y luego mi mano, involuntariamente se acerca un poco más. Nuestros labios se impactan, y sus ojos nerviosos y cargados de tristeza se cierran frente a mi. Paso mi lengua despacio por sus labios pidiendo permiso para que los abra y me deje entrar, responde de una forma demasiado rápido, como si necesitara ese beso. Nuestras lenguas danzan al ritmo de nuestras agitadas respiración y los gemidos que se escapan de su boca cuando deslizo mi mano hasta llegar a su cadera.
Lentamente hago que su cuerpo descienda y quede recostada en la cama. Me monto encima recargando todo mi peso sobre mis manos, como si fuera a comenzar con una rutina de flexiones. Subo una mano por su cuello y desciendo acariciando sólo con yema de mis dedos, me inclinó un poco para besar cada milímetro que mis dedos han tocado. Apenas abro la boca y mordisqueo su clavícula ella gime.
«Que sonido tan majestuoso.» Existen millones de cosas que me gustaría hacerle a esta chica. Una parte de mi sabe que hago mal ya que he comenzado a besarla cuando estaba vulnerable, pero el otro lado de mi grita que nunca separe nuestros cuerpos. Deslizo más mis manos hacia abajo, puedo sentir sus senos erizados por la excitación por encima de mi camiseta, continuo bajando hasta llegar al borde de mi camiseta y meter mi mano por debajo de la misma.

"¿Puedo?" La miro directamente a los ojos. Ella asiente rápido.

"Si." Dice entre respiraciones agitadas.

Deslizo mis manos hasta llegar a sus senos, deseaba tocarlos desde que la vi tirada inconsciente frente a mi auto. Ella suelta grito ahogados que calló con cortos besos húmedos.

"Espera." Empieza agitada, levanta los brazos para ganar distancia entres nuestros cuerpos. "No quiero." Observa mis ojos y sacude la cabeza. "Tu sólo..., sólo soy otra chica que tienes aquí para divertirte un rato." Sus ojos vuelven a llenarse de lágrimas e incorpora su cuerpo alejándose de mi. "¡Eres un hombre enfermo!" Grita y se limpia las lágrimas.

"¿Por que dices eso?" Pregunto extrañado. En parte tiene razón, he echo muchas cosas con muchas chicas pero mi primera intención nunca fue divertirme con ella. Por lo menos conscientemente no.

"No te conozco, y no se con cuantas chicas has tenido sexo y..." Antes de dejarla hablar más interrumpo su futuro discurso.

"A ti no te la he metido." Digo y a los segundos me arrepiento. Por primera vez me siento un idiota diciendo obscenidades.

"¡Déjame salir ya!" Grita entre sollozos. "Yo no soy la clase de chicas que te dará sexo... Terminare como tu novia, embarazada y humillada." Sacude la cabeza mientras se levanta de la cama. "Cuando salga de aquí estas muerto." Se escucha tanta verdad en sus palabras, suenan tan firmes que me hacen temblar, pero al mismo tiempo estallar.

"¿Tu que sabes?" Aprieto los puños molesto.

"Escuche lo que le hiciste a la pobre, eres un idiota enfermo."

Stockholm SyndromeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora