POV CAROLINA
Habían pasado dos milenios, dos putos milenios sin poder volver a verlo, sin poder volver a besar su boca, sin volver a ver su mirada, sin saber cómo estaba, no sabía nada de nada, me habían arrebatado mi libertad, cada paso que daba me seguía uno de esos estúpidos guardias, yo, solo quería volver a verlo, aunque sea solo por un segundo.
De pronto se abre la puerta y deja entrar a mis padres, Julio y Lauren.
-Como estas pequeña?.- dijeron ambos al mismo tiempo, como si hubieran practicado para decirlo, y en ese momento me doy cuenta que mi madre traía algo en sus manos, un pastel, uno de esos que tanto me gustaban, con masa de vainilla y helado, y por encima, una cubierta de chocolate.
-Bien, pero...Para que el pastel?.- pregunte intrigada.
-Que acaso no lo recuerdas pequeña?.- Dijo mi padre.- hoy son tus 15 milenios!
-Mi pequeña ya creció.- decía mi madre con algunas lágrimas en sus ojos, de felicidad, claro.
-Y como nuestra pequeña ya creció, debemos de festejarlo a lo grande, que te parece Carolina?
-No lo sé, tal vez solo una pequeña cena.- pero sabía que por más que pidiera algo pequeño, ellos, si, mis padres, siempre exageraban todo, así que ya me imaginaba todo lo que tenían en mente.
-Claro que no, como hija del primer ángel al mando, tiene que ser algo grande.- dijo mi madre entusiasmada.- invitaremos a todos los del paraíso, todos tienen que ir, y será esta misma noche.- dijo mi madre decidida.
Yo solo me quede callada, porque sabía que no podría hacer nada para impedirlo, pero, quizás, tal vez quizás fue buena idea no impedirlo.
Mi padre se acerca y me deja el pastel y una cajita roja al lado.
-Esperamos que te guste.- dijo mi madre, y así los dos salieron de mi habitación, no sin antes darme un pequeño beso en la frente cada uno.
Me quede mirando el pastel y la cajita, en ese instante, lo recordé, recordé a Nicolás, recordaba cada uno de sus besos, cada momento que pasamos juntos, cada cosa que compartimos, los secretos, nuestras alegrías, nuestra tristezas, todo, y sin darme cuenta comencé a llorar, era un llanto silencioso, amargo y triste, pero nunca perdí la esperanza de volverlo ver, y yo presentía que lo volvería a ver, pronto, tal vez demasiado pronto.
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Había llegado la noche, y yo estaba casi lista para salir a mi fiesta, me mire al espejo por última vez y vi el hermoso vestido que mi madre había escogido para mí.
Era un vestido blanco, y tenía pequeños detalles con hilo de oro, me llegaba hasta la mitad del muslo, el peinado era un recogido de princesa, con una pequeña diadema, también de oro, todo eso con mis tacones altos, resaltaban mis enormes alas blancas.
Solo me faltaba una cosa, el ultimo pero no menos especial detalle, la pulsera que me había regalado Nicolás, me dio una nostalgia terrible pero si, aun la conservaba, era mi pequeño tesoro, para ser sinceros se veía muy bien con el collar que me habían regalados mis padres, sí, eso había en la cajita.
-Buena suerte.- me dije a mi misma dándome ánimos para sonreír, y así voy bajando las escaleras para encontrarme con la "pequeña" fiesta que mis padres habían organizado para mí.
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Estaba echada sobre mi cama, mirando el techo de mi habitación, todo fue muy cansado, pero lindo para ser exactos.
Solo me salió una pequeña sonrisa, con una que otra lágrima, hasta que escucho unos golpes en mi ventana, inmediatamente me las limpio, pero... golpes en la ventana?