Pit se quedó admirando la batalla, apartado de ellos.
Magno empezó a dar vueltas sobre sí mismo, con su maza en las manos, golpeando a su paso a los huestes del inframundo. Gaol, mientras tanto, lanzaba hechizos de fuego a diestro y siniestro, con rápidos movimientos. En pocos segundos, acabaron con todos.
- Menudos debiluchos- dijo Magno decepcionado.
- Y que lo digas. No son nada ante nosotros- dijo ella, quitándose su casco con un par de cuernos.
- Volvamos a casa- dijo él, mientras le miraba.
Ella asintió, con una gran sonrisa tallada en la cara. Cuando Pit decidió ir a saludarles, vislumbró a un sirviente del inframundo, uno enorme, que se lanzó en picado contra ellos. Iba a una velocidad de vértigo, y si chocara contra ellos, sería desastroso.
Corrió a gran velocidad, y les empujó hacia delante. Estos cayeron al suelo, perplejos. Colocó su arma en horizontal, agarrándola con ambas manos, a modo de barrera. Una de ellas, sujetaba el mango de la espada, y la otra el acero. El monstruo chocó contra ella con una fuerza diabólica, y siguió empujando contra el suelo. Pit estaba haciendo un gran esfuerzo por mantener la espada erguida. Notó que unas gotas de sangre le caían de la mano derecha, por apretar con tanta destreza el filo. Las fuerzas empezaron a flaquearle, y sabía que no aguantaría mucho más. Apoyó la rodilla izquierda en el suelo, para mantener el equilibrio.
De pronto, el monstruo salió despedido de un fuerte golpe, al cielo. Magno le había golpeado con su maza, mientras que Gaol le había asestado un puñetazo ígneo. Pit se quedó mirando al suelo, agotado. Cuando recobró algo el aliento, miró lentamente hacia arriba. Le estaban mirando, animados. Ella con una amplia sonrisa, mientras que él con una sonrisa ladeada, abriendo solo un lateral de su boca.
-¿Necesitas ayuda?- preguntó ella, tendiéndole la mano.
-¡Gracias!- dijo él, dándosela.
Ella abrió mucho los ojos, al ver que en la palma tenía un gran corte, entre los dedos y la muñeca.
-¿Quieres venir a nuestra casa? Te curaré esa herida- preguntó Magno, frotándole el pelo.
-Uh... ¡Será un placer!- respondió, encantado.
Su casa no estaba a tres minutos de la plaza, y era algo pequeña. Desde fuera se podía ver como estaba pintada cuidadosamente, con colores cálidos y radiantes, mientras que por dentro era una maravilla. Las paredes eran azul cielo, el suelo de un naranja precioso, y el techo blanco, con bellos diseños hechos a mano, de varios colores. La estancia a la que se accedía nada más entrar era amplia y rectangular. En un lado, habían varios muebles, como una mesa de madera de pino con dos sillas a ambos lados, dos sillones que parecían muy cómodos, una alfombra ovalada y una chimenea. En la misma sala, en el otro extremo, habían unos fogones, un frigorífico, un horno y varios armarios. En la pared, por la mitad, había una puerta. Tras ella se podía ver como comunicaba a otras dos. Una de ellas era el baño donde se encontraba una pequeña ducha, un lavabo y un váter. En la otra se encontraba su habitación, con una extensa cama, una mesilla y un armario compartido. Gaol se puso a preparar algo de comer, mientras que Magno se dirigió al baño. Encima del lavabo se encontraba el botiquín. Sacó de él agua oxigenada, y una venda. Se acercó a Pit, que miraba perplejo la casa, en la entrada, y le invitó a entrar. Él accedió, sonriente. Se sentó en una silla, y Magno le revisó la mano.
- Tienes suerte de no haberla perdido. La fuerza de ese bicho era asombrosa. ¿Cómo has sido capaz de neutralizarla?- preguntó, mientras le echaba agua oxigenada en la herida.
Sintió un fuerte picor, que unos instantes después, se convirtió en un dolor insoportable.
-¡Cómo pica!- exclamó, subiendo un poco la voz.
-¿Me estás escuchando?- preguntó Magno, arqueando una ceja.
- Os vi en peligro, y un impulso me llevó a hacerlo. Creo que lo que me dió fuerzas fue esto- sacó su arco dorado y azul, y se metió la mano en el bolsillo, extrayendo el Aetherion. Juntó ambos, y se transformó en su espada.
Magno y Gaol miraron alucinados, sin creerse lo que veían.
Volvió a separarlos, e hizo desaparecer el arco. Le ofreció la esfera a Magno.
- Curioso- dijo susurrante, mientras la volteaba.
- Él fue quién me dió el poder para aguantar. Si no lo hubiera llevado conmigo, sería ahora mismo papilla de ángel- dijo Pit, aliviado, ya que el picor se estaba desvaneciendo.
Magno le colocó cuidadosamente la venda.
- La comida está lista. Cariño, pon la mesa, por favor - dijo Gaol, mientras apartaba un cazo del fuego.
- Voy- dijo él, mientras se levantaba de la silla, y se dirigía a un pequeño armario que se encontraba cerca del horno. Agarró un mantel, y lo desplegó sobre la mesa. Encima de los fogones había un armario donde se encontraban los platos y los vasos. Agarró tres de cada, y los colocó, ordenadamente. Del armario del que había sacado el mantel, sacó tres servilletas de tela. Gaol agarró una tabla de madera redonda, y la colocó en el centro de la mesa, apoyando luego el cazo con una tapa encima. Finalmente, Magno agarró unos cubiertos de un cajón, y se aproximó a la mesa. Dejó también un cuenco redondo con pan cortado. Los dos se sentaron.
- Esto... ¿Yo también?- preguntó Pit con timidez, al ver que le habían puesto cubiertos y plato.
-¡Sí, eres nuestro invitado!- dijo Gaol, contenta.
- Bueno chico ¿Qué te trae por aquí?- preguntó Magno mientras agarraba un trozo de pan, y lo mordía- El inframundo ha vuelto a la carga ¿Cómo es que tu diosa no está haciendo nada? No he visto ningún Ícaro.
- Bueno, es que secuestraron a la diosa Palutena, y no sabemos su ubicación- dijo algo entristecido.
- Ya le encontrareís- dijo Gaol, intentando animar- Para hoy hay arroz blanco con un poco de perejíl.
Levantó la tapa del cazo, y dejó al descubierto un plato que pintaba muy bien. Sirvió a cada uno en su plato, y dejó el cazo en la tabla otra vez.
-¡Que aproveche!- dijo Pit, sonriendo.
- Que aproveche- dijeron ellos, a la vez.
La comida se le hacía agua en la boca a Pit. No había probado un arroz tan bueno como ese nunca. "Ouh Pit, ojalá que estés bien"
Saltó al instante de la silla. Gaol y Magno le miraron extrañados.
- ¿¡Diosa Palutena?!- dijo Pit, entusiasmado.
El Aetherion comenzó a brillar, y trazó una luz, como una flecha, señalando hacia un lugar.
Pit se dirigió hacia la puerta, y salió de la casa. Era ella.
- Viridi, el dón del vuelo por favor- pidió, mirando al cielo.
Sus alas comenzaron a brillar.
- Chico ¿Ya te vas?¿Sin despedirte?- preguntó Magno.
- ¡Vuelve pronto!- dijo Gaol, sonriente.
Pit miró hacia ellos, y les dedicó una sonrisa.
-¡Gracias por todo! La comida estaba muy rica.
Levitó unos metros del suelo.
Ellos le despidieron con la mano. Miró al horizonte, y comenzó a volar, rumbo a la flecha.
ESTÁS LEYENDO
Kid Icarus y el retorno de los Dioses.
Fanfiction¿Qué ocurrió tras la caída de Hades y la victoria de la luz? ¿La luz perdurará para siempre, o la oscuridad volverá a la carga? Dos ángeles, dos diosas, dispuestos a salvar al mundo de la oscuridad.