Cap 5: Creación (Pit)

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La esfera le condujo por el cielo libremente, siguiendo un sendero invisible, hacia un destino que desconocía.
No tenía una forma material, sino que volaba a merced de la esfera, la cual le mostraba el camino.
El sol comenzó a ponerse, dejando al descubierto un bello atardecer.
Al cabo de unos minutos, llegó a donde la esfera quería conducirle.
Era un templo, o más bien las ruinas de él.
No era un templo donde hubiera vivido algún dios, más bien algo inferior.
Cuando llegó a tierra, se quedó unos segundos aturdido.
- Eh... ¿Dónde estoy?- preguntó desconcertado- Espera. ¡Diosa Palutena!
Al mirar a su alrededor, sólo vio una bella arboleda, que poseía una extravagante selección de cerezos, manzanos, y olivos, entre otras cosas. También había uno más pequeño que los demás, pero desconocía su origen, o datos.
Echó un vistazo a su espalda, y solo vislumbró un muro de unos cinco metros, decorado con geométricos diseños, que recubría el templo entero, protegiéndolo.
No podría ser capaz de saltarlo por sus propios medios, así que no le quedaba más remedio que buscar otra salida.
Enfrente de él, había una bonita aunque destartalada fuente.
No poseía agua, la pequeña estatua sujeta en el centro se encontraba en el suelo, y unas raíces de espino estaban sujetas a ella.
Estaba en un jardín, pero...
¿Qué haría un jardín en aquel templo? ¿Y donde se encontraba?
Todo era muy confuso para él, pero no podía quedarse quieto sin hacer nada. La lucha contra Hades seguía en pie.
Avanzó por la pequeña plaza que formaba la fuente, y fue al final del jardín.
Allí había una puerta que conducía al interior del templo.
No le quedaba más remedio, así que decidió avanzar.
El ambiente era oscuro y siniestro.
La luz sólo entraba por una pequeña rendija en el techo, que iluminaba lo que parecía ser un trono.
La sala era rectangular, con grandes columnas a los lados, y un suelo liso de color morado oscuro.
No había nada de utilidad por allí cerca, así que decidió inspeccionar el trono.
Cuando llegó a él, vio que era de roca, con una inscripción en su respaldo donde salían dibujadas un par de alas, con una infinidad de detalles.
- Has venido- escuchó a sus espaldas.
Se giró rápidamente, y vislumbró una figura oscura, de mediano tamaño, que no dejaba ver su rostro por una capa negra.
- ¿Qui... Quién eres?- preguntó asustado Pit.
Si era un dios oscuro, estaría perdido sin la ayuda de Palutena.
La sombra comenzó a acercarse lentamente al trono, donde se encontraba él.
Pudo ver como andaba encorvado, con las piernas un poco separadas.
- Ahora mismo te encuentras en el trono de tu antepasado, Ícaro- le dijo este.
Su voz era áspera, y sonaba como si hablara un adulto, aunque también parecía un anciano.
-¿Qué hago aquí?- preguntó Pit, decidiendo confiar en el tipo.
La figura pasó de su pregunta, y comenzó a narrar.
- Desde la creación de los dioses, la diosa Palutena hizo un pacto con el primer ángel, Ícaro, para servirle hasta su último aliento.
Él cayó en batalla, protegiendo con determinación a la diosa.
Su recuerdo perdurará con nosotros hasta la eternidad.
El pacto declaraba que el linaje de los ángeles perdurara por mucho tiempo.
Tras Ícaro, muchos años después, nació Raydon, a manos de padres humanos.
Fue un valiente guerrero, con un alma inquebrantable.
Se dice que huyó en una batalla contra la oscuridad, siendo un cobarde, pero las leyendas no son ciertas.
La diosa Palutena se encontró muy débil por la continua presión de la oscuridad hacia ella y su templo.
Se dijo que moriría, y el mundo se teñiría de negro para siempre, pero Raydon no se conformaría con eso jamás.
Decidió entregar su vida para eliminar toda herida profunda que le hubiera hecho mal a la diosa, y con ello murió.
La diosa le estuvo muy agradecida por aquello, y por eso decidió que su alma perdurara en un fuerte roble, que se encuentra en su templo.
Decidieron crear una historia falsa, aunque eso diera pie a una idea equivocada de Raydon.
Después de aquello, años más tarde, naciste tú.
Sufriste un triste pasado, y llegaste a odiar a los dioses con un rencor insuperable, pero gracias a la diosa de la luz, aceptaste el destino que tus antepasados decidieron para tí.
Eres el que simboliza la esperanza, ángel Pit.
Era demasiada información, y le costaba analizarla con profundidad.
- Eso quiere decir...
¿Que este es el templo de mis antepasados?- preguntó él.
- Así es. Este templo fue levantado en honor al linaje de los ángeles.
-¿Cómo sabes todo esto?- preguntó asombrado Pit.
El encapuchado decidió pasar de su pregunta una vez más.
- Desde que me alejaron de mi hija, me he sentido muy débil. Los años me están pasando factura, y deseo verla una vez más antes de mi fin.
Yo le ayudaré a encontrarla!- dijo decidido Pit.
- Es demasiado tarde para mí, pero debes entregarle un mensaje.
Le dio una carta, que tenía aspecto arcaico.
Al mirar hacia el frente, vio que el hombre ya no estaba.
¿Quién era? Lo desconocía, pero encontraría a su hija.
De pronto, todo comenzó a moverse, como un terremoto, y cayó por la fuerza de la gravedad al suelo.
Tras unos instantes cesó.
Miró de nuevo hacia arriba, y vio un templo iluminado, con un tono bello, y un brillo deslumbrante.
¿Estaba en el mismo templo?
- Has venido- escuchó a su espalda.
- Sí, quería saber si necesitabas algo, o si no estabas a gusto.
- No, tranquila, esto es más de lo que puedo desear.
- Me alegra escuchar eso.
Se giró, y distinguió a Palutena, y junto a ella un ángel, que sonreía.
Se parecía mucho a él, pero era un adulto. Estaban hablando en el jardín.
- Oye, diosa Palutena, ¿has descubierto como derrotar a la oscuridad para siempre?
- La oscuridad y la luz son muy depedientes la una de la otra.
Sin la opuesta, ninguna de las dos podría existir.
- ¿Eso quiere decir que es invencible?
- No exactamente.
La oscuridad no es mala, lo que lo es es la codicia y las ganas de destruir de los dioses oscuros.
Hay algo que les hace inmortales, siendo capaces de renacer.
- ¿Usted también podría hacer eso, diosa Palutena?
- Pues... Nunca he hecho la prueba, pero tampoco querría arriegarme.
Comenzaron a reír, alegremente.
El templo volvió a su estado normal, volviendo a ser ruinas.
¿Por qué Palutena nunca le había hablado sobre todo esto?
Era extraño.
Decidió salir del templo, al aire libre.
Allí comenzó a llamar a Palutena a los cuatro vientos.
Se había enterado de muchas cosas sobre su pasado allí.
Un haz de luz se posó sobre su cabeza, junto con unas hojas, y le engulló al templo de Viridi.



Kid Icarus y el retorno de los Dioses.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora