El sábado por la mañana me levanto cansada y con el cuerpo molido. Entro en la cocina y me encuentro a Sugar contando los veinticinco dólares que ganó anoche trabajando en la Gala Benéfica. Suena el teléfono y mi hija se lanza sobre el aparato como un rayo. ¡Vaya! Parece que Sugar se ha echado novio y no quiere que su mamita se entere. —Sí, señó, ahora se pone —dice Sugar, pasándome el auricular. —¿Diga? —Minny, soy Johnny Foote. Te llamo desde el coto de caza. Quería contarte que Celia está bastante disgustada. Anoche lo pasó mal en la fiesta. —Sí, señó, ya lo suponía. —Vaya, así que te enteraste —suspira—. Bueno, cuídala un poco esta semana, por favor, Minny. Voy a estar unos días fuera y... no sé. Si ves que no se le pasa, llámame y vuelvo antes si hace falta. —Descuide, señó, me encargaré de ella. Ya verá cómo se pone bien. No vi con mis propios ojos lo que sucedió en la fiesta, pero me lo contaron mientras fregaba en la cocina. Todos los camareros no hablaban de otra cosa. —¿T'has enterao? —me dijo Fariña—. Esa mujé de rosa pa la que trabajas s'ha emborráchelo como un indio en día de paga. Levanté la vista del fregadero y vi a Sugar acercarse a mí con los brazos en jarras. —Es verdá, mamá. Acaba de vomita en medio de la sala, con tol mundo mirando.Sugar se dio la vuelta y empezó a carcajearse con las otras. No vio venir el tortazo que se llevó. La espuma que tenía en las manos saltó por los aires. —¡Cierra el pico, Sugar! —le grité, llevándomela a una esquina—. No quiero volvé a oírte habla mal de esa mujé. Gracias a ella pues come y comprarte ropa. ¿Entendió? Sugar asintió con la cabeza y seguí fregando, pero pude oír cómo murmuraba a mis espaldas: —Pos tú te metes con ella tol rato. Me di la vuelta y la apunté con el dedo: —Mira, bonita, yo tengo derecho a hacerlo porque me lo gano tos los días trabajando pa esa maldita loca. El lunes, cuando llego al trabajo, me encuentro a Miss Celia tirada en la cama con el rostro cubierto por las sábanas. —Güenos días, Miss Celia —la saludo, pero ella me da la espalda sin mirarme. A la hora de almorzar, le llevo una bandeja de bocadillos de jamón a la cama. —No tengo apetito —me dice, tapándose la cara con la almohada. Me quedo de pie mirándola. Parece una momia envuelta en las sábanas. —¿Qué piensa hace? ¿Pasarse tol día ahí tira? —le pregunto, aunque ya la he visto hacerlo un montón de veces. Sin embargo, en esta ocasión las cosas son diferentes. No lleva potingues en la cara ni sonríe como siempre. —Por favor, déjame sola. Intento convencerla de que lo que tiene que hacer es levantarse, ponerse su maldita ropa y olvidarse de todo, pero da tanta lástima ahí tumbada que me callo. Además, no soy su psicóloga ni me paga para eso. El martes por la mañana, Miss Celia sigue en la cama. La bandeja de ayer descansa en el suelo, y los bocadillos están intactos. Lleva ese camisón zarrapastroso que se trajo del condado de Túnica, uno a cuadros azules con el volante del cuello deshilachado y manchas en el pecho, que parecen de carbón. —Vamos, Miss Celia, déjeme cambia esas sábanas. Por cierto, el serial está a punto de empezá. Parece que Miss Julia las va a pasa canutas, no se va a creé lo que hizo esa tonta con el docto Bigmouth en el capítulo de ayer. No reacciona ni se levanta. Más tarde, le llevo una bandeja con un trozo de pastel de pollo, aunque lo que me gustaría es decirle que se animara y bajase a comer a la cocina. —A ver, Miss Celia. Sé que lo que le sucedió en la Gala fue horrible, pero no pue pasarse el resto de su vida tira en esa cama lamentándose. Miss Celia se levanta, va al baño y cierra la puerta por dentro. Aprovecho para hacer la cama. Cuando termino, recojo todos los pañuelos mojados con lágrimas y los vasos vacíos de la mesita de noche. Veo un taco de correo. ¡Por lo menos se ha levantado a mirar el buzón! Lo aparto para quitar el polvo a la mesita y entonces me fijo en un papel con las letras H. W. H. bien grandes en el encabezamiento. Antes de ser consciente de a quién pertenecen esas iniciales, ya he leído toda la carta:
Estimada Celia:
Las miembros de la Liga de Damas hemos decidido que, como compensación por el vestido que usted me rompió, haga una donación de no menos de doscientos dólares para nuestras campañas benéficas. Por otra parte, le rogamos que en el futuro se abstenga de ofrecerse como voluntaria para colaborar en cualquier actividad de nuestra asociación, pues su nombre ha sido incluido en nuestra lista de personas no gratas. Agradeceremos su comprensión al respecto.
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CRIADAS Y SEÑORAS
RandomSkeeter, de veintidós años, ha regresado a su casa en Jackson, en el sur de Estados Unidos, tras terminar sus estudios en la Universidad de Misisipi. Pero como estamos en 1962, su madre no descansará hasta que no vea a su hija con una alianza en la ...