Capítulo 11

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Era una foto de un bebé, parecía antigua y su cara me sonaba bastante. Comencé a leer:

-Hija mía, soy yo, tu padre, y en esta foto esta la cosa más bonita del universo,se por Elena que te va bien-Bien dice, si supiese lo que deseo volver a casa, continúo leyendo-te escribo para decirte que quiero verte, te hecho de menos y veo que mis fuerzas disminuyen por momentos, estoy muy enfermo y no quiero irme sin despedirme de ti y sin decirte lo mucho que te quiero-mi padre está enfermo,tengo que irme ahora mismo a casa. Rápidamente abro una ventana nueva y busco vuelos a Dumfies, no puedo seguir en la capital sabiendo que mi padre está a punto de cruzar la raya que nos separaría para siempre. El primer vuelo sale alas cinco de la mañana, me quedan cinco horas para prepararme, pago con tarjeta, cierro mi ordenador y vuelvo a desenchufarlo sin apagarlo antes, sabía que me duraría poco porque de dos veces que lo había encendido las dos veces lo había apagado con malas maniobras. Le mando un mensaje a Elena para que cancele todas las citas por le momento, le dejo a cargo el estudio y acepta la responsabilidad sin rechistar, le mando un What´s up a Mateo pero no contesa, se conecta millones de veces pero mi mensaje parece invisible para él, me parece genial, así me demuestra en donde estaría mejor. Cojo mi maleta y comienzo a hechar ropa dentro de ella sin control, la cierro y llamo a un taxista, en veinte minutos estará aquí, miro a mi alrededor y me despido de mi sueño,

-Pronto volveré-dije susurrando para el viento, echaría de menos todo aquello, pero sabía que tenía que estar con mi padre, me necesitaba en eses momentos, y aunque yo no quiera reconocerlo también le necesito.

Suena el timbre y cojo mi maleta, no pesaba tanto en el traslado de la habitación hasta el salón, pero un esfuerzo y la levanto para no despertar a los vecinos de los cuales me despido sin todavía haberlos conocido, cierro la puerta y doy vueltas a mi llave sin control, el taxista pita desesperado, y en parte lo entiendo. Bajo las escaleras despacio para no tropezar, pero parece misión imposible en mi caso ya que una de las ruedas de la maleta me hace una carrera en la media, genial pienso, pero el sonido desesperado del pito del coche hace que acelere mi paso, abro la puerta y miro al pasillo con nostalgía, aquello que conseguí en tanto tiempo se me escapa de las manos sin control en menos de un segundo, miro mi mobil, son las cuatro de la mañana, última conexión de Mateo: las tres y cincuenta y nueve minutos, decidí irme cuando un “Es para hoy o esperamos a que salga el sol” me despierta de mis pensamientos, cierro la puerta y me adentro en el coche, “ al aeropuerto” digo con la voz entrecortada, y mi sueño se desvaneció, lo único que veía era como en el cielo todos aquellos que nos cuidan se hacían notar con el brillo de las estrellas.

Una vida tatuadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora