Capítulo 17

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Era momento de ¿comenzar una nueva vida?, lo había hecho ya tantas veces que nisiquiera presentía un final feliz. Estaba de camino al aeropuerto cuando recorde que hacía una semana que no tenía noticias del estudio. Quizás Elena no quería estresarme ni darme motivos por los que tubiese que estar preocupada. Pero era extraño. Decidí llamarla. Después de unos cuantos pitidos cogió, seguramente estubiese atendiendo a la gente en el estudio. -Hola Elena, soy Daniella, quería saber que tal va el estudio. -Pues de momento bien, estoy un poco cargada de trabajo desde que te has ido pero he ido organizandome, ¿y tu que tal estás pichoncita?- me gustaba que me pusiesen motes cariñosos, y sobretodo cuando una gran distancia nos separaba. -Pues bien, recuperandome un poco de todo, pero estoy a punto de coger un vuelo para volver al estudio y ponerme al día con las facturas y demás. -Pues no hacía falta que volvieses tan pronto-me dijo con un tono algo nervioso. Yo siempre calaba a la gente antes de lo previsto, y sabía que algo iba mal, pero no era en el estudio, ya que si fuese así me habría llamado inmediatamente porque me terminaría dando cuenta de lo que pasaba de todas formas. Decidía curiosear un poco. -Oye,¿estás bien? -Yo si, ¿por que lo preguntas? -No, esque te noto un poco extraña. -Esque han pasado varias cosas desde que te has ido, pero prefiero que te enteres cuando llegues. -¿Pero que?, te tengo que dejar que me sale el avión, pero quiero que me esperes en el aeropuerto para que me digas todo lo que me tengas que decir. Un vale resono antes de que colgase, ¿que podría haber pasado? Tres horas después el comandante del avión anunciaba que estabamos apunto de aterrizar, con lo que las mariposas comenzarona revolotear por mi barriga de una esquina a otra sin control. Tras recoger mis maletas y encender el mobil en el cual no me esperaba ninguna notificación me puse a buscar a Elena con la poca vista que me quedaba. Y como no allí estaba, tan radiente como siempre. La había hechado mucho de menos durante los días que pasé en el pueblo, pero sabía que ella no estaba a mi lado de manera física pero si en mi corazón. Me puse a correr mientras las lágrimas me resvalaban de los ojos y la apreté en un abrazo tan fuerte que me temo que la dejé unos segundos sin respiración. -Ya estoy aquí mi pichoncito- me dijo con aquella voz tan dulce que te consolaba incluso en los peores momentos. Me separé de ella, porque creo que la estaba agobiando demasiado, y vi que tenía los ojos rojos, pero no era una simple irritación, me dí cuenta entonces de que Elena había estado llorando. -Tía eres una debilucha- le dije para sacar hierro al asunto. -La debilucha eres tu tonta. -Bueno, ¿que me tenías que contar? -Buff, es mejor que vallamos a tu casa para que estemos más relajadas. Y así lo verás con tus propios ojos. -¿Le ha pasado algo a mi casa?- dije desesperada, me costaeía mucho volver a conseguir un piso en una ciudad tan céntrica. -No. Es algo mucho peor. Entences mi preocupación fué en aumento. Cogí mis maletas y me dispuse a entrar el el taxy con Elena para poder ir a mi casa y que allí me esperase una de las peores noticias.

Una vida tatuadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora