7. Suspiros (Parte 2)

93 5 4
                                        

Narra Kagome:

Esa mañana desperté con la sensación de que algo malo iba a suceder, no me pregunten porqué pero suelo ser bastante perceptible. Había tenido pesadillas durante la noche en las que revivía imágenes que siempre intenté olvidar. Aquellos sueños habían sido tan reales que sólo desperté cuando caí de la cama. Me había golpeado la cabeza contra la punta de la mesita de noche y realmente había dolido, pero bien, al menos me sirvió para despertar. El reloj despertador estaba en el suelo, las baterías se habían salido de su lugar, y también el velador estaba acompañando los objetos antes nombrados, pero bueno, al menos no se había roto.
Me puse una blusa rosada y el pantalón blanco que a Sesshômaru más le gustaba, pero al ir hasta el comedor no me encontré con él, sino con su hermano menor.
-Buenos días -dije mientras me sentaba frente a él.
Como el resto de los días Inuyasha no se digna a mirarme a la cara, cosa que me molesta mucho, ni tampoco es tan educado como para responderme el saludo. Trato de ignorar el hecho de que él se empeña en fingir que no existo, también intento en vano iniciar una conversación.
-Inuyasha, ¿puedo tomar una de tus galletitas? Me encantan las de sabor limón -comento como algo casual.
Asiente con la cabeza mientras parece muy concentrado en su celular... Este chico no tiene nada de educación, ¡es tan diferente a su hermano! Tomo una de las galletitas, y permanezco en silencio por otro buen rato.
-Sesshômaru me contó que estudias ingeniería, eso suena genial -otra vez sin responder, junto los labios uno con otro, algo enojada -. Oye, si no quieres conversar conmigo... -empiezo a decir, pero mi frase es cortada con facilidad por este maldito idiota, ¿qué se ha creído?
Lo veo salir por la puerta y contengo mis fuertes ganas de aventarle un florero. ¿Por qué me ignora así...?

-Sesshômaru...
- ¿Qué?
- ¿Te molestaría que Kagome me acompañara al centro comercial? -consulta Inuyasha, dejándome totalmente anonadada.
-Tengo que escoger un regalo para una chica, y realmente no se me dan bien estas cosas, pensé que tu novia podría ayudarme, pero no quería pasar por sobre tu permiso.
Sesshômaru alzó una ceja. Yo cerré mi boca, estaba algo... ¿feliz? Oh, cielos, estaba sintiéndome feliz por una pequeña estupidez... Me repito interiormente lo estúpida que soy; no puedo seguir intentando tener una buena relación con alguien que se nota a tres mil kilómetros que no desea verme la cara... No tengo cura.
-No le veo nada de malo -es la voz de Sesshômaru que interrumpe mis pensamientos -, si Kagome puede ayudarte es una oportunidad ideal para que ambos comiencen a llevarse mejor.
Ah. Así que el hecho de que nuestra relación apesta es demasiado evidente... No es que fuera únicamente mi impresión.
- ¿Qué opinas, Kagome, podrías acompañarlo? -me pregunta mientras me ve a los ojos.
-Oh, claro, me encantaría ayudar -respondo y se me escapa una sonrisa.
- ¿En serio? -pregunta Inuyasha esbozando una sonrisa - Genial, muchas gracias.
Estaba realmente emocionada por el repentino cambio de Inuyasha, de alguna manera extraña parecía que todo comenzaba a ser mejor.
Sesshômaru se fue a trabajar, Inuyasha y yo quedamos en silencio.
-Gracias por considerarme una ayuda, de verdad quiero que nos llevemos bien. -Claro.
-Sé que todo esto de la convivencia es complicado para todos, pero sería ideal si tratáramos de que nuestra relación sea más amena.
-Lo entiendo. Sé que no he sido muy amable contigo, acepta mis disculpas.
Wow, eso fue demasiado.
-Está bien, no te preocupes, me relaja saber que no me odias o algo así...
Inuyasha sonrió y su sonrisa me provocó un calor extraño.
- ¿Te parece si vamos a las dos de la tarde? -me preguntó.
-Estupendo -respondí.
Terminé de desayunar y corrí a mi cuarto. Me tiré en la cama mirando al techo, abracé mi almohada y sonreí. Estaba extrañamente contenta porque Inuyasha comenzaba a aceptarme.

- ¿Cómo es la chica? ¿Es una chica especial? -pregunté, observando posibles obsequios en cada vidriera que se me cruzara.
-Demasiado especial -respondió.
- ¿Y qué clase de relación tienes con ella? ¿Es tu novia? -era extraño imaginar a Inuyasha enamorado de una chica, pero bueno, está en una etapa difícil de la vida y no es tan descabellado, aunque su humor le juegue en contra.
-Oh, no, nada de eso. Es... Digamos que es una vieja conocida. Hace años que no la veía y quiero darle un presente, para que recuerde nuestro lazo -explica.
-Umm, entiendo. Entonces, no le has declarado tu amor o algo similar.
Inuyasha rió estrepitosamente, giré mi rostro hasta él, en mi cara de seguro se leía el desconcierto.
-No, no soy ese tipo de chicos.
Vaya... Dime algo que no sepa, cuñadito.
Seguimos dando vueltas y recorriendo el gran centro comercial. En cierto local Inuyasha pareció encontrar algo que le llamó la atención. Se acercó a una empleada y lo pidió para envolver, yo me hice a un lado por si quería escribir alguna tarjeta, mi trabajo ya había terminado. Tomamos un taxi de regreso a casa, habíamos caminado demasiado. -Tomemos un café -dijo Inuyasha, señalando la mesa -. Tanta búsqueda merece un premio.
-De acuerdo -respondí, y no entendía porqué no podía dejar de sonreír como una estúpida.
Supe por Sesshômaru que Inuyasha tiene un trabajo de medio tiempo en una cafetería de la ciudad, y se notaba en la destreza con la que manejaba los utensilios.
- ¿Siempre has vivido en Tokyo, Kagome? -preguntó apoyándose en el borde del bajo-mesada.
Él parecía bastante más interesado en mi vida personal, y tal detalle no dejaba de alegrarme.
-No, hace unos años tuve que mudarme, es una ciudad maravillosa, ¿no te parece? -Lo es -puso las tazas sobre la mesa luego de llenarlas de café -. ¿Te gusta tu vida aquí?
-No puedo quejarme, la vida me sonríe, pienso.
-Oh, qué afortunada. Desearía que la vida me hubiera sonreído al menos una vez -su rostro se puso serio, pero de un segundo a otro estaba sonriendo.
Volví a reír.
-Oh, vamos, no puede ser tan malo.
-Pues sí la he pasado mal.
De pronto comencé a sentirme un poco mal, el mal presentimiento que sentía apenas desperté volvió a dominar mi ser. Intenté decir algo, pero sé que no lo pude hacer, las palabras se me enredaron.
-Las personas tienden a hacerme daño -dijo.
- ¿E-en serio? Pareces una persona tan...
-Lo sé, pero así son las cosas, la vida me tiene de punto.
Tomé la taza entre mis manos, disfrutando de la tibieza que la cerámica me brindaba. Bebí un poco de café, Inuyasha realmente sabía cómo hacerlo.
-No me recuerdas, ¿eh? -dijo, deslizando el paquete que había comprado en el centro comercial por la mesa -Ábrelo, Kagome Higurashi, este obsequio es para ti.
Creo que volví a sonreír como tonta
- ¿De qué estás hablando...? -comencé a preguntar.
-Ábrelo -repitió en modo imperativo.
Por la manera en que me miraba y me hablaba entendí que no estaba jugando. Con manos temblorosas rompí el paquete. Ahí estaba... Mi... Mi cadena.
-Inuyasha, no sé qué...
- ¿En serio?
-Detente -exigí.
- ¿En serio me estás pidiendo que me detenga?
Inuyasha tomó mi cadena con el dije de una estrella de cinco puntas.
- ¿Lo reconoces? Pensé que... sería una bonita sorpresa. Seguro que después de tantos años, te alegra recuperar tu cadena, ¿o no?
Comenzaba a faltarme el aire... Ahora comienzo a comprender su maltrato hacia mí.
- ¿Ahora sí sabes quién soy? -señaló la parte en donde la cadena se había roto - No la mandé a arreglar porque... hubiera perdido el significado.
La maldad y el odio con el que pronunciaba cada palabra me lastimaba. La angustia y el malestar eran las únicas emociones que era capaz de sentir, además de tener unas tremendas ganas de llorar.
Escuché que el auto de Sesshômaru había estacionado, gracias a Dios... Quería que esto se terminara de una vez.
-He guardado silencio todos estos años, y estoy más que seguro que no queremos que Sesshômaru se entere -se acercó a mi oído -. Quiero que te quedes callada, tan callada como una tumba.
Su voz me causó escalofríos. Inspiré y contuve mis ganas de llorar. Por más que me muriera de ganas no podía echarme a llorar en el pecho de mi novio. Estaba esforzándome para permanecer sentada en la silla, pero era inútil luchar con mis ganas de salir corriendo a donde sea por lo que quise levantarme para ir a mi habitación, pero Inuyasha siempre estaba preparado para hacerme la vida imposible.
-Kagome, no olvides tu obsequio -dijo con una sonrisa.
-Ah, cierto, gracias -dije apresurando el paso para entrar cuanto antes a mi cuarto.
Apoyé mi espalda en la pared y abracé mis piernas, me sentía fatal. ¿Cómo es que seguiría viviendo en esa casa...? Con Inuyasha al acecho constantemente, lo único que me quedaba por hacer era tratar de huir. Pero era algo casi imposible, no podía vivir evitando los desayunos, los almuerzos...
Comencé a llorar tratando con fuerza de no ponerme a gritar como una loca. Poco a poco fui calmándome, después de todo...
La puerta de mi habitación se abrió, Inuyasha se acercó hasta sentarse en mi cama. ¿Qué podría querer ahora? ¿Acaso no se daba cuenta de que estaba llorando en soledad?
- ¿Qué estás haciendo aquí, Inuyasha?
-Vine a asegurarme que mantengas la boquita cerrada, mi querida Kagome.
Dios... Quiero estar sola...
-Ya vete de aquí, sabes mejor que nadie que no diré nada.
-Pues no estoy tan seguro de ello... Por eso vine a decirte otras cosas.
Fruncí el ceño.
- ¿Qué?
-No puedes de hablar del pasado con nadie, ni siquiera con tus mejores amigas.
-Eso no es justo.
-Tampoco fue justo lo que hiciste conmigo hace un par de años atrás...
Ya deja de repetirlo...
- ¿Qué es lo que quieres?
-Vaya, vaya, directo al grano. Bueno, ya que estás tan ansiosa..., te lo diré. Quiero que sueñes conmigo cada vez que concilies el sueño, más específicamente que sean pesadillas horripilantes, de esas que parecen tan reales que dan escalofríos.
-Eres un...
-Pero como no somos capaces de controlar nuestros sueños, me encargaré de hacer una pesadilla cada día de tu vida, Kagome. Y será tan vergonzoso que no podrás abrir la boca para contárselo a nadie.
Se abalanzó sobre mí con fiereza, intenté en vano luchar para que no lo hiciera, pero era tarde, ya estaba inmovilizada.
-Shhh, tranquila -dijo en mi oído.
Me miró a la cara y sonrió, como si esto de verdad le causara mucha gracia.
- ¿Te repugno? -susurró.
-Me das asco -respondí sin dudar.
-Mira qué coincidencia... A mí también me das asco. Lo mejor de todo esto es que ya no tengo que fingir e ignorarte, te tengo justo como te quiero tener -se inclinó sobre mi rostro.
Sentí que iba a besarme y esquivé mi rostro hacia uno de los lados. Inuyasha rió.
- ¿Es en serio...? ¿Acaso piensas que voy a besarte? No seas asquerosa, jamás mis labios besarán algo tan deplorable como tú.
Sus palabras eran una más hiriente que la otra, eran como cuchillos que se clavaban por todas partes de mi cuerpo. Pero no iba a demostrarle mi dolor, iba a mostrarle cuánto lo detestaba.
-Me gusta esa mirada, así es... puedes odiarme..., así será más divertido para mí.
Atrapó mis muñecas por encima de la cabeza y me obligó a mirarlo.
-Mira bien estos ojos, Kagome, siente mi resentimiento y no olvides jamás cuánto te odio. No se te ocurra olvidar lo que me hiciste, porque yo no lo he olvidado en todos estos años. ¿A tantos le hiciste lo mismo que no fuiste capaz de reconocer mi cara?
No digas ese tipo de cosas... No las digas si no sabes por lo que he pasado.
Su dedo índice comenzó a contornear mis clavículas, amagando a tocar mis pechos.
-No te atrevas -dije apretando los dientes.
- ¿Que no me atreva a qué? -preguntó con tono provocativo - ¿A esto...?
Levantó mi blusa y mi sostén sin muchos rodeos, dejando mi abdomen y mi pecho al descubierto. Era vergonzoso, realmente vergonzoso. Inició sus movimientos sobre mis senos, su tacto era suave y delicado, pero era su sonrisa llena de malicia la que me asustaba. ¡Maldición! Ni siquiera podía gritar...
Sus caricias en mis pechos, aunque no fueran deseadas, eran agradables.
- ¿Te gusta jugar así, Kagome? -susurró nuevamente en mi oreja.
Diablos, estaba siendo muy evidente...
-Basta... Detente, Inuyasha...
-No. No me detendré. Si quieres gritar, hazlo, Sesshômaru vendrá de inmediato a rescatarte.
Metió su mano por debajo de mi pantalón blanco, localizó con facilidad mi zona más sensible... ¿Acaso a esto se refería cuando dijo que haría que fuera vergonzoso...?
-Estás tan húmeda... ¿Será que te gusta tanto esto, Kagome?
Por el amor del cielo... Tuve que esforzarme mucho para que no se notara cuánto estaba disfrutando de lo que me hacía, me sentía más que vulnerable, a cada segundo el placer se volvía más intenso.
-Eso es... Disfruta, pero trata de no gemir tan fuerte o mi hermanito nos interrumpirá y no te dejará tener el mejor orgasmo de tu vida.
Estaba mal... Mi cuerpo me traicionaba.
-Vamos, Kagome, puedes hacerlo mejor...
El aire que entraba en mis pulmones se calentaba de inmediato, podía sentir que mi cuerpo ardía y sólo ansiaba llegar al clímax. Parecía increíble, pero cada frase que pronunciaba me excitaba más. Ya no podía controlar mi cuerpo, no podía pensar en el hecho de que estaba de novia con su hermano, no podía conciliar una idea concreta... Hasta que quitó su mano de mi intimidad.
-Es todo por ahora. No me mires así, y reza para que nos quedemos solitos. Te enseñaré todo lo que he aprendido estos años muy pronto, estoy seguro que estás ansiosa por deleitarte conmigo y terminar lo que dejamos inconcluso.
Dejó la habitación y me quedé en la posición que estaba. No tenía fuerzas siquiera para cubrir mi desnudez.
Inuyasha se había transformado en alguien lleno de odio por mi culpa, ya no había nada que pudiera hacer... Salvo permitirle jugar conmigo hasta que un día se sintiera satisfecho.

Sensual ParanoiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora