Capítulo 3: Soledad.

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+P.O.V:SOUL+

Mi atacante alcanza, justo unos segundos antes de que se abra la puerta, a girar en una esquina y meterse en una habitación ajena. Escucho como la puerta de la estancia se cierra y entonces quedamos ambos sumidos en la oscuridad y el silencio de la habitación. 

Pelearía contra él, pero de seguro los ruidos de forcejeo alertaran al grupo de Priscila y entonces la tortura comenzaría. No quiero ni pensar en lo horrible que sería. 

-¿Qué te sucede?- Escucho la voz de alguien fuera de la habitación. 

-Mm.... no es nada. Creí escuchar algo, pero.... supongo que son solo imaginaciones mías. Volvamos.- La voz de Priscila suena bastante insegura de sus palabras, pero rápidamente sus pasos vuelven por donde vinieron y escucho el sonido de la puerta de mi habitación cerrarse. 

Dejo de aguantar la respiración cuando estoy segura de que esta en mi habitación, pero sigo tensa. Aún tengo a un tipo que me tiene atrapada. 

Esta vez veo de un lado a otro buscando una solución. Es más alto y musculoso, así que debo suponer que es más fuerte y es casi imposible que pueda salir victoriosa contra él en una batalla mano a mano. 

Veo un armario viejo en el cual, sobre él, hay un par de estatuillas de piedra que se ven bastante pesadas. Es mi oportunidad. Piso con fuerza el pie de mi nuevo atacante y lo guío inconscientemente hacia el armario. Cuando estoy lo suficientemente cerca, pateo el armario, y las pequeñas estatuas se tambalean hasta caer sobre la cabeza del tipo.

Escucho su gruñido de dolor, pero no me suelta. Maldición, tiene una buena resistencia. 

Antes de que pueda volver a intentar algo más, el extraño me lanza contra la pared más cercana y con una de sus manos agarra mi brazo para doblarlo detrás de mi espalda. Un movimiento brusco de sus parte y podría dislocar mi hombro con facilidad.

-Deja de tratar de atacarme, a menos que quieras que les diga a ese par de hermanas que husmeabas su conversación.- Maldigo para mis adentros cuando menciona a los lobos que se encuentran en la habitación que iba a dormir. En este momento, este tipo me tiene entre la espada y la pared. No puedo arriesgarme a provocarlo a menos que quiera que me entregue. 

Dejo de forcejear, pero el tipo no me suelta, solo quita su mano de mi boca. Doy un respingo al poder por fin respirar con normalidad. 

-Muy bien, buena chica. Ahora, dime quien eres y por qué estás en nuestro territorio.- Este tipo no me conoce. No sabe que soy la herramienta de su Alpha. Supongo que no tuvo tiempo para verme en medio del oscuro pasillo y a espaldas mías. 

-¿No hablas?- Asiento para demostrarle que así es. No he usado mi voz desde que me fui de la mansión, como símbolo de que perdí lo que quería en este mundo y que ya nada vale más para mí. 

-Oh, entonces no tengo más remedio que hacer esto...- Me espanto cuando dice eso. Estoy segura de que me va a matar por creerme una intrusa. Sin embargo, solamente me gira y, atrapándome con su cuerpo, me mira. 

Apenas se da cuenta de quien soy el hombre se aparta un poco, pero no lo suficiente como para dejarme escapar. 

-Pero tu eres...- No lo soporto más y aprovecho su incredulidad para dedicarle un puñetazo en la cara y apartarme de él. Rápidamente corro hacia la puerta, pero mi acompañante reacciona rápido y me atrapa la muñeca. 

Con un movimiento brusco me tira contra el sillón que estaba justo a mi lado y me atrapa con su cuerpo sobre el mío. 

Gruño, pero ya no hay ninguna oportunidad de librarme de su peso. Esta vez, solo lo miro directamente a los ojos y distingo el color verde claro de sus ojos. Es una hombre de al menos treinta años, tal vez un poco menos. Sus rasgos son angulosos y tiene una mirada afilada, como la de una serpiente seduciendo a su presa para después atacar sin misericordia. A pesar de su altura, es bastante delgado. Su cabello oscuro es tan largo que le llega a los hombros y su tez es bronceada. 

Soul: La profecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora