Capítulo 9: Querer.

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+P.O.V:SOUL+

El agua se desliza por mi garganta y por instinto la bebo. La sed me estaba matando. Abro los ojos con dificultad y trato de observar lo que hay a mi alrededor, pero todo se ve borroso.

Una mano me acaricia la mejilla con cariño y me estremezco.

-No te asustes. Solo queremos ayudarte.- Veo dos figuras difuminadas delante de mí, las cuales me observan. Separan la botella de agua de mis labios y respiro con fuerza el aire frío de invierno.

Mi vista se recupera poco a poco y al fin distingo a mis acompañantes. Se trata de un hombre mayor con barba castaña y un hombre joven de mi edad, de cabello castaño y ojos color miel. En su rostro bronceado distingo algunas pecas.

-Que bueno que te estés recuperando. Cuando te encontramos en la nieve, creímos que morirías por el agua fría, pero al parecer tu cuerpo mantuvo el calor.- Dice el hombre mayor con una sonrisa bondadosa.

Toso y me levanto de la superficie en la cual estoy acostada. El más joven de ambos me ayuda tomando con delicadeza mi espalda. Logro sentarme con dificultad y aprecio mejor lo que me rodea.

Estoy en una tienda de acampar de color verde musgo lo suficientemente grande como para que puedan dormir cuatro personas juntas. Fuera de la tienda veo nieve y el resto del bosque que se extiende a nuestro alrededor.

Lo que me hace saltar del susto son las escopetas apoyadas en un costado de la tienda. Retrocedo por instinto de las armas al recordar que estos hombres deben ser los cazadores que vi al salir del río. Son un peligro, ellos matan lobos como yo. No puedo...

Una mano me toma del hombro, provocando tensión de mi parte. La mano me aprieta con suavidad y me giro hacia el muchacho de ojos color miel.

-No te asustes por esas armas. Jamás las usaríamos contra una chica como tu, en especial con tu hijo. Solo queremos ayudarte.- Me mira con sinceridad y de alguna forma, su voz me relaja. A pesar de que los cazadores han matado a muchos de mi especie, incluyendo a mi madre, no puedo juzgarlos a todos. Nosotros también hemos matado a sus animales por simple supervivencia. No puedo sentir odio por personas que ni siquiera se si han matado a alguno de los nuestros por diversión, como muchos cazadores hacen.

Sonrío y asiento al hombre, el cual me devuelve al gesto.

Me dan una manta para cubrirme del frío ya también me ofrecen una taza de chocolate caliente. Miro la el líquido marrón, tratando de recordar como sabía algo tan dulce como aquello. Con cuidado acerco la taza a mis labios y el calor que emana el líquido me reconforta. Bebo un sorbo y el sabor dulce y amargo del chocolate toca mi lengua. Sabe delicioso.

Bebo más animada mientras que los cazadores me miran con compasión.

-Y bien muchacha...- comienza a decir el hombre mayor.

-¿Cómo te llamas? ¿por qué estás en este valle? Creíamos que eramos los únicos que quedaban después del crecimiento de la población de los lobos.- Los miro, tratando de demostrar que no puedo hablar. Ya no quiero volver a hacerlo y si trato de comunicarme con sus pensamientos entonces se asustarán.

El muchacho es el primero en darse cuenta al ver que no respondo.

-¿No hablas?- Asiento con tristeza.

-Oh, es una lástima. Lo siento. Pero al menos podemos contarte un poco de nosotros, ¿no es cierto, padre?-

-Claro que sí. Siempre es bueno compartir historias.- Me acomodo, lista para escuchar sus historias. Supongo que saber sobre ellos me distraerá lo suficiente como para no pensar en Zephyr y sus lobos.

Soul: La profecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora