Capítulo 1

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Dos años después...

Alfonso Andrew Herrera suspiraba mientras sentía al viento de la carretera golpear su cara fuertemente. Iba en su convertible negro, sus lentes oscuros y una sonrisa vacilante. Habían pasado diez años, diez años desde la última vez que había viajado a Estados Unidos dejando atrás su adorada Inglaterra ya que su trabajo no le permitía muchas veces salir del Reino Unido. Pero ahora estaba en América y todo era porque necesitaba desesperadamente unas vacaciones.

Su negocio de barcos de carga era muy prospero. En Inglaterra se transportaba una gran cantidad de mercadería aun por vía marítima por lo tanto él con su flota St. Herrera ganaba miles de euros diarios y podía vivir cómodamente. Pero últimamente lo que antes llenaba su vida ahora se había vuelto algo vacío. El mar que era lo que más amaba se había convertido en un simple trabajo quitándole la emoción de viajar. Sabia a que se debía eso. Era un hombre de treinta y cuatro años y estaba completamente solo en el mundo y esa soledad lo estaba matando.

Ansiaba desesperadamente una familia. Al ser hijo único y tras la muerte de sus padres cinco años atrás en un accidente de coche había quedado solo en el mundo. Y no nada que deseara más que tener hijos y una esposa que lo recibieran en casa tras las duras jornadas en los barcos.

Alfonso no podía negar que tenía un atractivo para las mujeres. Sus gruesas y largas pestañas protegían unos ojos verdes como la hierba recién cortada y su espeso cabello negro siempre iba cortado a la moda. Su rostro se podía catalogar de atractivo y su único defecto era una pequeña cicatriz a un lado de su barbilla que se había hecho tres años atrás al descargar un barco, tenía un cuerpo atlético musculoso debido a las largas jornadas de trabajo en los barcos. No era de esos jefes que solo pasaban atrás del escritorio. Le encantaba descargar los barcos y vivir la emoción del mar en algunos viajes y su físico lo demostraba. De largas piernas y una fuerte espalda, se desprendía unos brazos bien formados y musculosos que una de sus amantes le habían dicho que eran ideales para abrazar y sentirse protegida.

En cuando a mujeres, él no había sido ningún monje. Había tenido mujeres e incluso una que otra relación duradera. Sin embargo ninguna mujer había llegado lo suficiente hondo en su corazón para querer pasar la vida con ella.

Sabía que Alfonso era la burla de sus amigos pero quería enamorarse. Quería casarse con una mujer que lo quisiera tanto como él a ella. Una mujer que no lo viera simplemente por la facilidad económica y la vida acomodada que llevaba sino que viera su interior. Quería experimentar lo que su padre le describió una vez al ver a su madre. Quería tener lo que sus padres habían tenido. Un matrimonio por amor y una devoción el uno por el otro que traspasaba todo limite.

Su padre había sido dueño de una flota pequeña de barcos de carga, mientras que su madre había sido una dama de compañía de una de las hijas de la adinerada familia de un conde. Él había estado comprobando cierta carga que llevaría cuando la bella doncella había caminado por el puerto viendo flores. Alfonso nunca olvidaría la cara de su padre al narrarle ese día en su salón privado.

Su padre había estado sentando en su escritorio de caoba fumando una pipa y haciendo círculos con el humo que esta desprendía haciéndolo reír. Había tenido unos padres amorosos y su padre había sido el héroe de su existencia.

—Cuando vi a tú madre—dijo con la voz ronca que lo caracterizaba mientras sentaba a su hijo de diez años en sus piernas—. Sentí que el mundo dejaba de girar. Jamás había visto algo más hermoso.

Alfonso veía a su padre con muda fascinación mientras se descubría viendo el retrato de su madre que abarcaba gran parte de la pared central del despacho de su padre. Y tenía razón su madre era preciosa. Delgada con esos ojos verdes que él había heredado y su cabello rubio y precioso. Era la imagen de un ángel.

Mi Destino A&A (Historia Original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora