02- Batalla

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Se apagaba el día cuando Isaac llegó al punto de encuentro. Todos estaban preparados para la batalla de aquella noche. Hasta entonces solo habían ido en pequeños grupos matando a vampiros poco importantes para no llamar demasiado la atención. Pero había llegado la hora de que los vampiros conocieran sus intenciones.

—¡Escuchad todos! —gritó el jefe de los rebeldes desde lo más alto de una enorme roca, era bastante mayor y la barba canosa le caía sobre su grueso pecho—. Ha llegado el momento de la venganza. Ha llegado el momento de sacar nuestras armas y de acabar con aquellos que nos arrebataron nuestra libertad. Es la hora de empezar una guerra contra las Bestias de la Noche. —Se escuchó un gran grito de la multitud allí reunida—. Es por ello que estamos aquí hoy. Por suerte, los vampiros aún no se han dado cuenta de lo que planeamos, o eso creemos.

»Todos sabéis el plan de esta noche. Atacaremos cuando menos se lo esperen, todos juntos. Desde hoy estaremos en constante peligro y nos matarán sin dudar, pero esta noche nosotros también mataremos, eliminaremos a muchos y daremos un gran paso para la siguiente batalla.

»Todos los que estamos aquí sabemos que podemos morir hoy, o quizás mañana, pero todos pensamos que es mejor eso que vivir bajo las ordenes de esos monstruos. Por ello, quiero beber hoy con vosotros. Tal vez no nos volvamos a ver, pero llegará un día en que seremos libres. ¡Brindemos! —gritó alzando su vaso lleno de cerveza. Todos lo siguieron lanzando gritos de victoria mientras él bajaba de la roca, riendo y bebiendo.

—Jefe, ¿podemos hablar? —dijo Isaac cogiéndole del brazo.

—Ah, Isaac, ya has vuelto —se sorprendió el viejo.

—Ya está todo listo. A las tres en punto estallarán los explosivos en todos los salones frecuentados por vampiros y los hombres ya están preparados para prender fuego a todo.

—¿Habéis bloqueado las puertas?

—Si, pero...

—¿Qué pasa, pequeño?

—¿Estás seguro de que esto va a salir bien?

—Por supuesto, muchacho. No se lo esperan —dijo soltando una carcajada.

Isaac se echó hacia atrás apartándose de aquel apestoso aliento a alcohol que desprendía el hombre por su boca. Luego notó un brazo rodearle el cuello.

—Tú estate preparado para lo que venga después —dijo un hombre con un parche en el ojo, mucho más alto y grueso que el chico. Su pelo rojizo y ojos azul claro descubrían sus rasgos norteños. No se parecía mucho a Isaac, pese a ser su padre, aunque ambos poseían valor y un gran corazón.

—Roger, ¿tú también vas a pelear? —Isaac preguntó sorprendido y observó la pierna destrozada de su padre.

—Tranquilo, chico, esto no me separará de mi arco y de mis flechas. —Le guiñó el ojo y le sacó el brazo de encima—. Ahora déjanos, debo hablar con Jack. —Se alejó con el viejo mientras le daba unas últimas instrucciones—: Esta noche cuento contigo para que mates a cien vampiros mínimo, no lo olvides.

—A cien, mínimo, ¿eh? —susurró el joven, con rostro preocupado, mientras escuchaba a su padre y al jefe carcajear mientras se alejaban, y salió de aquel lugar dirigiéndose hacia las afueras de la ciudad.

Roger se detuvo y miró hacia atrás, cambiando su cara de júbilo por una de tristeza y compasión. Solo él sabía lo doloroso que era dejar a su hijo marchar hacia aquella horrible batalla, pero también sabía que, pese a su corta edad, Isaac era el mejor luchador con el podían contar, y eso le infundía tranquilidad y valor.

Cuando el muchacho llegó al puente, ya había caído la noche. Alzó la vista al cielo. Las nubes apenas dejaban entrever la luna llena, y hacía frío.

Bajo la piel del vampiro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora